VALENCIA. Contra el aislamiento, ante el aturdimiento o frente al poder distorsionador del relato humano que se propaga desde los mass media hasta las redes sociales. El Institut Valencià d’Art Modern, el IVAM, se ilumina con la obra de Gillian Wearing, la artista británica que fue premiada con el Turner de arte contemporáneo en 1997, pero que trae hasta el principal contenedor artístico del corazón de la ciudad una serie de retratos de la condición humana con especial atención a sus bajezas.
El enigmático, intenso y solemne recorrido de la exposición que se abre en el IVAM hasta el próximo 24 de enero permite a Wearing mostrar algunas de sus inquietudes tras el citado reconocimiento. En estos últimos 15 años de carrera, Wearing encuentra espacio para tergiversar capas de realidad documental y ficción enmascarada, permitiendo que la exhibición ahora presente en Valencia sea una reflexión constante sobre la identidad humana.
Wearing, que está presente en la galería 1 del IVAM, se ha implicado especialmente en el recorrido y puesta en escena de esta veintena de trabajos. Además de las 8 videocreaciones o las 11 fotografías, en la disciplina posiblemente más conocida de la artista británica, destaca una rara avis de su creación, la reproducción en escultura de su mano con las uñas pintadas con los colores de Mondrian. Estos colores representan los colores básicos de la representación del “yo” o de los “yoes”, ya que como el propio José Miguel G. Cortés, director del IVAM, apuntaba en la presentación de la muestra, “Wearing hace un ejercicio de autoentrevista a lo largo de la exposición”.
La exposición se inicia con un álbum de fotos familiar: Family Album (2006). Este trabajo elaborado durante tres años recoge la perturbadora alteración de los retratos de la propia familia de Wearing, donde vemos hasta tres generaciones en fotografías a las que la artista de Brimingham le ha insertado meticulosamente una máscara de sí misma. De esta forma, sus familiares y ella se funden rompiendo el eje de identidad entre los rostros que miran al espectador, aunque con la ventana de los ojos de cada uno como elemento diferenciador.
Wearing mezcla los “yoes” en alguno de los casos, pero en otros está decidida a destaparlos frente a una realidad que no les permite ser conocidos. Es el caso de la videocreación Secret and Lies (2009) adentra al espectador hacia las experiencias más convulsas de algunas personas ocultas tras la máscara. No son personas relevantes, no son populares, no se desenmascaran visualmente frente al visitante, pero el relato de lo que les sucede y la posibilidad de ocultarse revela una condición humana que convierte al hecho visual en un mero trámite ante la identidad.
Las anteriores son experiencias a través de máscaras de silicona, elementos influyentes de distinta forma para representar esa búsqueda por la condición trascendental del humano. Wearing, que pensó en involucrarse en la industria del cine al acabar sus estudios de Bellas Artes, muestra también su inquietud por el video arte. Son alentadoras experiencias tan genuinas como Drunk (1999), en la que captó a los alcohólicos de su barrio en Londres frente a un muro blanco y mezcló en un triple panel lumínico –como colofón de esta exhibición- la irreconocible pero humana relación de estas personas a partir de la bebida. También sobresalen la violencia cotidiana de 2 into 1 y We are here, videocreaciones llenas de experimentación con el cine por un lado, pero que muestran a través del arte la contención descarnada de las agresiones más mundanas.
La exposición se reserva algunas sorpresas para los seguidores de la obra de Wearing, como la inédita Rock "n" Roll 70, donde hay una imagen suya a los 50 años junto a diversas recreaciones realizadas con ayuda de científicos y forenses de cómo será a los 70 años. En el centro de esta obra hay una foto de Wearing a los 50 –tomada el pasado año, una recreación más de ella a los 60 y a su derecha un espacio en blanco reservado para incluir un retrato real de la artista en 2034, cuando cumpla esa edad.
Estas son solo algunas pinceladas del hiperrealismo que recrudece una de los pasos más firmes por la recuperación del IVAM como polo de interés para el arte contemporáneo en España. Huelga decir que es la primera exposición individual en este siglo que ofrece la artista en nuestro país.
Cuesta creer -aunque ella misma así lo admitió en la presentación de la muestra- como una mujer con serios problemas durante la infancia para transmitir mensajes, "por timidez", es capaz de revelar capas de realidad humana tan puras que al desprotegerse se vuelven hirientes. Es la cruda realidad humana, de hecho, con su capacidad de vomitar su bajeza si se le protege con una máscara. La muestra en el IVAM es también la fiesta de la sordidez, si se acepta una realidad sin filtros de Instagram (Your views) o se da voz a los muertos (We are here), una fiesta de la inquietante condición humana.