VALÈNCIA. “La memoria no habla solo del pasado, sino que también puede explicar ciertas repercusiones del presente”. Esta frase la dijo ayer una de las comisarias del proyecto Les fosses del franquisme, que comparten los dos museos ubicados en La Beneficència, L’Etno y el Museu de Prehistòria de València. Y así es: la gestión de la memoria pone negro sobre blanco (y a veces en blanco y negro) una realidad tozuda, a pesar de las capas de cal.
Las fosas de Paterna son “paradigmáticas” por la cantidad de cuerpos fusilados y acumulados en un mismo lugar, pero en la Comunitat Valenciana se han contabilizado más de 350 fosas y nichos con personas represaliadas, de las que se han exhumado menos de 90. Paterna es el símbolo, pero también el síntoma de una enfermedad que se extendió a partir de la victoria del bando nacional durante la Guerra Civil. Los términos médicos no son baladí: Antonio Vallejo-Nájera ya adelantó en Eugenesia de la Hispanidad el propósito de buscar el “gen rojo”, mientras Franco, en plena contienda, aseguraba que no le importaría “exterminar” a la mitad del país si eso sirviera para “pacificarlo”.
Por eso y tantas otras cosas más, ayer los ánimos en la presentación de este doble proyecto expositivo era el de reivindicar de carácter de servicio público y pedagógico con el que se debía abordar. “Una vez acabada la guerra, el régimen franquista llevó a cabo políticas públicas de memoria histórica… para los muertos que, según el bando nacional, derramaron la sangre por el caudillo. Por eso en actualidad debemos entender que la memoria histórica es un tema que se debe abordar de manera plural”, explicaba otra vez una de las comisarias de la exposición del MUPREVA, Andrea Moreno Martín. En Arqueología de la memòria, precisamente, quieren poner en valor el trabajo de recuperación de cuerpos y objetos personales que sirve para poner (al menos) en orden aquello que ocurrió hace más de 80 años. Y su tesis es clara: la desmemoria nos hace víctimas a toda la sociedad.
El dispositivo expositivo trata de cuatro espacios diferenciados donde se muestra desde el contexto histórico desde el cual se justificó la eliminación sistemática de los cargos y militantes políticos de la II República, hasta las implicaciones y la lucha de las familias actualmente. Una de las partes más espectaculares es la reproducción del espacio de una fosa, de 2m2 y seis metros de profundidad. En él, los datos de las diferentes sacas: saca 1, 9 de mayo de 1940, 45 personas; saca 2, 20 de mayo de 1940, 43 personas; saca 3, 25 de mayo de 1940, 31 personas; saca 4, 14 de junio de 1940, 28 personas; saca 5, 28 de junio de 1940, 29 personas. En tan solo 50 días de diferencia, 176 fusilados acumulados.
Cierra la muestra un espacio para la reflexión presidido por unas raíces con forma de cerebro que crecieron dentro de un cadáver. Sobre él, un altavoz donde se puede reproducir la voz de los familiares que reclaman una política pública de memoria alejada de la versión oficial y de los frentismos.
Arqueología de la memòria busca “hacer visible la aportación de las disciplinas científicas y los equipos técnicos que llevan adelante la exhumación, la identificación de las personas represaliadas y la recuperación de sus historias de vida”, “hacer un reconocimiento público a las víctimas de la represión y a sus familias, así como a los colectivos y personas que, desde hace décadas, reivindican y luchan por su memoria” y “establecer un diálogo con la ciudadanía sobre la necesidad de las políticas públicas de memoria, ya que la vulneración de los derechos humanos es un tema que nos afecta al conjunto de la sociedad”.
Por otro lado, L’Etno propone una instalación en la que se ambientan diferentes espacios comunes para las familias, víctimas de la represión franquista. Una mesa camilla que remite a una recopilación de cartas desde la cárcel; una serie de objetos personales rescatados de las fosas; las ropas de los fusilados, conservadas casi perfectamente por la cal en la que se enterraron los cadáveres; documentos y pruebas de la represión… Y los altares que las familias mantuvieron en casa para no apagar la llama de la memoria durante los años de silencio.
“Igual como las fosas están claramente masculinizadas, la memoria y su cuidado ha recaído principalmente en las mujeres. Esta muestra quiere ser un reconocimiento a ellas”, decía otra comisaria. Los fantasmas de aquellos altares van saliendo a la superficie poco a poco (muy poco a poco). Y cada vez que salen, es un triunfo de la memoria que repercute en la actualidad; cada día que pasa con un cuerpo sin identificar, le saca los colores a la gestión de la memoria histórica.
Las dos muestran estarán hasta abril de 2024 y proponen además una extensa lista de actividades paralelas, también para escolares.