VALÈNCIA. Contra la desdememoria de las raíces impulsada por planes urbanísticos y asfalto, historia y Horta. La gran fuente de saberes populares que conforman la vida de muchas familias y localidades valencianas siguen vigente por los siglos de los siglos. Y los frentes en los que luchar por mantenerlo son muchos y diversos, se puede poner el cuerpo en una manifestación, se puede hacer políticas públicas, se puede incendiar las redes sociales… Y también se puede construir resistencia y memoria a través del arte y el archivo.
En 2014 se constituye Artxiviu de l’Horta, una iniciativa para generar un espacio colectivo de recogida de diferentes tipos de archivo, un abanico amplio de posibilidades para un único objetivo: conservar el conocimiento más allá de la pura investigación. “Somos un grupo de personas que vienen de diferentes mundos, desde la ingeniería agrónoma hasta las bellas artes, que no queríamos llevar a cabo una investigación clásica sino generar relatos que partieron de los propios agricultores y agricultoras”, explica Guillermo Palau, uno de los impulsores de la iniciativa colectiva.
A través de prácticas artísticas como el arte sonoro o el documental, Artxiviu quiere “dar voz a los habitantes de l’Horta, no desde la prácticas extractivas de conocimiento habituales, sino generando una dinámica que también tuviera un impacto positivo y que esté alineado con diferentes actores como otras asociaciones para generar una red de intereses comunes”. El director Miguel Ángel Baixauli fue uno de los primeros colaboradores, que empezó a generar documentales sobre la relación entre el agua y la vida en l’Horta. Desde entonces, nombres como Edu Comelles o Cristina Centeno han ido ampliando ese catálogo que está abierto y disponible online.
“Desde el principio hemos querido hacerlo lo más amplio posible. Nuestro objetivo no es un estudio antropológico representativo, con un montón de piezas. Queremos ser un puzzle de iniciativas los más amplias posibles, y ser muy creativos, probando siempre cosas que tengan un retorno en las personas a las que implicamos”, comenta Palau. Una de las más conocidas es la de la recuperación y digitalización de fotografías y archivos familiares, así como las convocatorias de vídeos domésticos sobre l’Horta: “queremos hacer cambiar la mirada, y que, aunque no sea con una técnica depurada, todo el mundo sienta que puede registrar lo que ocurre en sus tierras para conservar la memoria de la misma”.
Para ello organizan talleres, convocatorias artísticas y domésticas, y por iniciativa propia, se van acercando desde diferentes mundos “para recoger historias de vidas, que no significa únicamente registrar un documento, sino hacer visitas y tener una relación muy próxima con las personas que viven en el territorio”.
El abanico no deja de abrirse y durante la pandemia hicieron una convocatoria de recogida de historias de apodos en los pueblos de l’Horta. Ahora preparan, a través de un proyecto europeo, una iniciativa escolar de collage sobre alimentación y memoria en un colegio de Campanar.
Caminar por l’Horta también puede ser una lección de por qué València es Capital Mundial del Diseño. Lo merece desde hace siglos por una sencilla razón: porque hay objetos que salvan y optimizan cosechas y la vida rural. Vicent Orts y Pau Pardo recogen algunos de esos ingenios en una cuenta de Instagram, Artefactes de l’Horta, que definen ellos mismos como “apanyisme valencià”. Fuera de las redes sociales, la iniciativa artística Miradors de l’Horta, de la Mancomunidad del Carraixet, acogió una exposición en la que reunieron algunos de estos descubrimientos.
“Nos interesa crear un archivo que recoja, no solo la parte artística y de diseño de los objetos, sino también el valor social y política de la producción de esos recursos, basada en el reaprovechamiento y la multifuncionalidad de estos. Hay una cultura de ciclos circulares que viene de hace siglos y que ha conseguido tecnologías prácticamente inmejorables a través de la caña, la madera, el esparto y otros materiales muy básicos, con diseños minimalistas”, resume Pardo.
Este “archivo del campo” se está ampliando ahora y el reto es contextualizar cada artefacto con el contexto en el que se desarrolla. “Cada zona y cada cultivo tiene un dispositivo y un funcionamiento diferente, por eso no queremos centrarnos únicamente en el espacio de l’Horta”. A través de su cuenta de Instagram recogen lo que van viendo, y también reciben propuestas de otras personas. Una puesta en valor colectivo del ingenio de quién le va la vida y el plato de comida en ello, un ingenio construido, ampliado y adaptado de generación en generación.
En los últimos años, la defensa del territorio ha sido sinónimo de la lucha continua contra las administraciones y la especulación urbanística e inmobiliaria. València está asediada por megaproyectos que amenazan su ecosistema natural. Ante eso, organizaciones y movimientos sociales han puesto el cuerpo contra la maquina y el asfalto.
Anaïs Florin, Alba Herrero y Natalia Castellano recogen las huellas de esa otra memoria. La que no tiene que ver directamente con la tierra y la azada, pero que igualmente configura la identidad y la historia de l’Horta. A hores d’ara es un espacio en construcción que recoge diferentes documentos de las luchas sociales por el territorio en la ciudad de València. Empezaron fijándose en panfletos, fanzines, carteles y otros soportes gráficos, habitualmente de los propios movimientos sociales más organizados. Pero pronto se dieron cuenta de que había también un archivo personal, guardado en los cajones de casas particulares, que también hablaban de esa resistencia.
“Nos interesa mucho poner en valor también el gesto de guardar. Cuando una persona decide conservar un papel o una fotografía, le otorga un valor que cuenta una historia”, explica Florin. Ese otro archivo más íntimo se mezcla de igual a igual con el de las organizaciones sociales, y tienen un sentido propio por su dimensión emocional. Las tres artistas visitan las casas, apalabran la cesión y escanean los documentos para devolverlos: “ojalá tuviéramos la infraestructura de un archivo físico donde se pudiera reunir todo, pero no es así. También es interesante, por otra parte, que haya este archivo disgregado que conserve la memoria colectiva”.
Es tal la cantidad de documentos, que reconoce Florin que lo que hay subido al espacio virtual es “tan solo una ínfima parte” de lo que ya tienen escaneando, y a su vez, eso también es otra “ínfima parte” de todos los lugares y colecciones particulares que tienen apalabradas visitar y escanear.
Con todo, A hores d’ara busca construir un relato de genealogía y poner en valor “la herencia en la lucha del territorio”, además de ser “un homenaje a la memoria desobediente”, y poner a disposición pública el archivo que sobrevive a las causas ganadas y a las perdidas contra la barbarie especulativa.