conversando con sara sorribes

Así es el centenario taller de vidrio que trabaja para Uber o Berasategui

29/12/2019 - 

VALÈNCIA. Algo está pasando en la calle Pepita. Qué cosas pasan en la calle Pepita. Tras una pequeña puerta gris, que por nada del mundo llamaría la atención, sucede la magia. Y no, no hablamos de Navidad. Aquí no hay elfos: desde ahí opera la centenaria empresa de vidrio Sorribes, ahora capitaneada por Sara Sorribes, tercera de la saga y responsable de un proceso de renovación que no es sino un work-in-progress. Fue hace más de 20 años que, tras picotear en otras profesiones, se instaló definitivamente en la empresa familiar, entonces liderada por su padre, una fábrica que en realidad nunca había abandonado. “Realmente yo nunca he salido de la fábrica. Cuando llegaba fin de curso hacía bolitas para venderlas; cuando tenía que hacer un regalo lo hacía yo… me he criado aquí”, explica. Ahora se plantea casi a diario un futuro que pasa por entender que el acercamiento a la artesanía no es el mismo que en ese 1920 en el que la empresa subió por primera vez la persiana. Ni cómo se plantea ni a quién se dirige. “Tengo que preparar mi empresa para lo que viene. Y lo que viene es diseño, artesanía y perfeccionismo”.

Y ese futuro pasa por caminar senderos hasta ahora desconocidos. Sara Sorribes acaba de cerrar una campaña para el gigante del transporte Uber, de la mano de la agencia de publicidad Shackelton. Se trata de la campaña de concienciación ‘Shocks of the Rocks’, para la que ha creado una exclusiva colección de vasos que representa cómo queda un coche tras una colisión a 50 km/h. “No hay dos iguales”, recalca. Este reciente encargo es un claro ejemplo de hacia dónde se dirige la empresa, con la tercera de los Sorribes como encargada ahora de redirigir la nave, un rumbo que la ha llevado a trabajar para marcas como Uber, Coca-Cola, Paola Dominguín, Solán de Cabras o el festival de mediometrajes La Cabina, clientes que poco se asemejan a los que hace unas décadas llamaban a la puerta de la empresa. Pero en este camino es tan importante saber con quién te alías como a qué dices que no. “Me apasiona lo que que hago pero sé decir que no. No quiero que mis clientes por prisa se queden en el camino”, explica la creadora, que habla con convicción de la necesidad de mantenerse firme a la hora de defender aquel savoir-faire que es su mayor patrimonio, al tiempo que valora el jugo que puede sacar del  cambio de interlocutores.

“Los clientes ahora son marcas que buscan distinguirse. Nosotros añadimos el valor de la artesanía [...] El futuro es colaborar. Tengo que aprender a escuchar a diseñadores, a las empresas de diseño… Hay que seguir aprendiendo”, explica Sorribes. En este camino entra la lógica de la publicidad y el marketing, la necesidad de crear un relato y saber contarlo, una revolución de cara al exterior que inició en 2017 con una necesaria reflexión sobre su posicionamiento como marca y que cambió el perfil de la centenaria empresa, una pequeña revolución desde la calle Pepita que pone sus cimientos en aquello que es único, que les hace especiales. “El que tiene miedo a abrir la puerta es porque no es creativo. A mí me sirve para ponerme las pilas”. 

Tras esas puertas se encuentra el taller en el que se trabaja con uno de los materiales más frágiles que existen, un diálogo constante en el que también se trata de convivir con el error, para acabar convirtiendo el vidrio en una vajilla, una lámpara, un reloj de arena o un collar. Todo ello con un soplete y una pinza, herramientas que no cambian desde que se inaugurara la empresa en 1920, y con de técnicas como el soplado (sin moldes ni máquina) o el fusing (superposición de vidrios de distinto color fundidos en un horno).

Fotos: ESTRELLA JOVER.

Autoproclamada “torbellino” y “apasionada” del vidrio (damos fe), nos salpica de información mientras, soplete mediante, empieza a hacer un reloj de arena para mostrarnos su proceso de creación. En mitad del camino decide cambiar de rumbo y hacer un pato, “que es más divertido”. Al final, acaba mostrándonos cómo se hace ‘polvo de vidrio’. “No me puedo quedar estancada”, recalca. Es ese espíritu con el que también se enfrenta a un 2020 que será especial, año en el que Sorribes celebra su centenario, todo un hito en el sector de la artesanía valenciana. Será entonces cuando tendrá que unir en ese relato pasado, presente y futuro, una necesaria revisión para la que ya tiene planes. “Vamos a empezar a escribir una historia nueva”, sentencia. Esta pasa por organizar una exposición conmemorativa, entre otros proyectos en los que está trabajando, en un año que también enfrenta con un objetivo muy claro. “El máximo reconocimiento que hay para una mujer artesana ya lo tengo, que es el premio Dona Artesana de la Comunitat Valenciana. Ahora quiero el Premio de Artesanía, porque quiero que esta empresa esté premiada”. 

En esta revisión de la trayectoria reciente de la empresa, destaca Sorribes un encargo que poco tiene que ver con aquellos relacionados con campañas de publicidad, pero que la marcó especialmente. Se trata de la restauración de los tragaluces del edificio de los Baños del Almirante, mediante la técnica del termoformado, un encargo que supuso un antes y un después para la autoestima de Sorribes. “Nunca había trabajado con molde cerámico, nunca había salido del taller. Me di cuenta que podía hacer cosas y que estaba haciendo tubitos para lámparas [...] Estaba aburrida”. La gastronomía es también uno de los pilares del taller. Recientemente ha realizado una botella de aceite numerado para el estrella Michelín Martín Berasategui -“es una joya”- o una vajilla inspirada en el mar para el restaurante Orobianco en Calpe. ¿El hilo conductor de todos los proyectos? La pasión. “Me emociono con el vidrio”, nos cuenta. Que siga la emoción.

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