VALENCIA. El pasado mes de agosto el arquitecto Miguel Arráiz y el escultor David Moreno, artistas falleros durante los últimos años para comisiones como Castielfabib o Nou Campanar, aterrizaron en el desierto de Nevada para conocer el festival de arte Burning Man, como avanzó Valencia Plaza. Lo hacían de la mano de sus organizadores, atraídos por los "paralelismos impactantes" entre eventos tan distantes geográficamente.
El entrecomillado es más reciente. Se extrae de la carta que Larry Harvey, cofundador y director filosófico del festival, ha enviado al alcalde de la ciudad de Valencia, Joan Ribó. El evento artístico, el más grande del mundo si se tiene en cuenta que su superficie se mide en kilómetros cuadrados, que tiene más de 70.000 visitantes al año y que atraer la atención de los medios de comunicación de medio mundo durante su celebración, quiere tender la mano a artistas, falleros y ciudad para explorar "las muchas posibilidades de aprender el uno del otro en los meses y años venideros".
La visita de Arráiz y Moreno sirvió, siempre según esta carta a la que ha tenido acceso Valencia Plaza, "para plantar la semilla para lo que consideramos puede convertirse en un interesante intercambio cultural mutuo". El festival, que se celebra de forma ininterrumpida desde 1986 a 1.500 kilómetros de San Francisco (ciudad que ejerce de base de operaciones administrativas del mismo), quiere aumentar el "estrechamiento de lazos y esfuerzo de coaprendizaje en 2016", según la carta.
Su particular idiosincrasia, en la que los creadores son en origen y los que gestionan todo lo que sucede en una ciudad efímera e instalada en mitad del citado desierto, no está exenta de una estructura sin ánimo de lucro que acaba de publicar los datos consolidados de 2014: más de 30 millones de euros de presupuesto. En esa ciudad, curiosamente, no hay alcalde ni gobierno, no hay dinero -ni trueque; todo se basa en un sistema de regalos- y la sociedad de responsabilidad limitada trata de que todo el programa suceda de forma cívica.
Lejos de haber supuesto un foco problemático, el festival no ha dejado de crecer desde su origen en el que, como colofón a sus actividades se quema un gran hombre situado en el epicentro del lugar (de ahí su nombre), además de otras esculturas de madera y cartón. Sus últimos años, de hecho, han estado especialmente protagonizados en los medios por la atracción de los grandes nombres propios de la tecnología situados en San Francisco.
Así, es habitual leer en las crónicas del mismo, detalles acerca de los cada vez más lujosos campamentos de los CEO de esas empresas, capaces de olvidar su competencia -y litigios- por unos días, como sucedió entre Dustin Moskovitz y los hermanos Winklevoss (Facebook). Y, de hecho, el componente tecnológico no está más desconectado que el artístico de esta vinculación en proceso.
En el origen de este interés por parte del festival estadounidense en las Fallas está la visita de uno de sus organizadores. Sucedió de la mano de los valencianos -que han sido trabajadores de empresas tecnológicas en San Francisco- Christian G. Almenar y Marco Fernández, ambos piezas esenciales para la llegada de Arráiz y Moreno hasta Black Rock City. De hecho, el propio Harvey, que durante los últimos años ha aumentado su presencia como orador habitual en universidades estadounidenses, según la organización, cita a ambos como facilitadores del contacto en la carta enviada a Ribó.
Aquella visita sirvió de precuela a la que sucederá el próximo mes de marzo en Valencia, aunque esta vez no será uno de sus organizadores, sino una comitiva entre la que se encuentran el director artístico o el responsable de pirotécnias del festival (otro de los vínculos), entre otros. Al menos cinco personas del Burning Man estarán desde el día 10 del mes en la ciudad para empaparse de la cultura fallera y tratar de consolidar una suerte de hermanamiento entre ambos eventos. La carta, que acaba de llegar a la alcaldía según han tenido constancia desde el festival estadounidense, incluye al final de su texto el deseo por parte de Harvey de "arreglar un encuentro en esas fechas" para continuar esa conversación en persona.
Arráiz y Moreno han estado trabajando para que así suceda desde su regreso a España, tras la semana (la primera de septiembre) en la que vivieron el Burning Man en primera persona. En declaraciones a Valencia Plaza, ambos reconocen que han estado "trabajando con asociaciones civiles y falleros para poder organizar la agenda de visitas". También afirman que la predisposición del mundo fallero ha sido "total" hasta el momento, "mostrando su disponibilidad a recibirlos para darles a conocer todos los aspectos de organización, tradición, gastronomía, aspectos culturales, etcétera".
Las instalaciones artísticas (estos fueron los proyectos que se pusieron en pie en 2015) son el principal punto de atracción para artistas y personas con inquietudes culturales. Todas ellas tienen un componente de interactividad, en el que el público necesariamente tiene que tener algún tipo de tránsito o intervención sobre la obra, que quizá marque una peculiaridad y distancia con el sentido actual de las Fallas. Para el público cabe destacar que las entradas cuestan en torno a 600 dólares y en los últimos años apenas han durado unas horas a la venta.
A ello, como parte de una filosofía que desde el festival también se trata de comunicar como punto de atracción, se le suman los 10 principios del festival: autosuficiencia radical, inclusión radical del desconocido, generosidad, desmercantilización, autoexpresión, esfuerzo común, responsabilidad cívica, inmediatez, participación y una actividad social que desaparece del desierto de Nevada sin dejar el menor rastro. Este último punto es imprescindible a la hora de 'plantar falla' en el Burning Man.
El festival tiene 50 eventos repartidos por todo el mundo a lo largo del año que se han acogido precisamente a esos 10 principios. De hecho, uno de ellos se celebra en Zaragoza. No obstante, su vínculo con las Fallas no tiene nada que ver con esta idea, sino con la de comprender cómo surgió el más internacional y festivo de los eventos de la región y aportar contenido al evento de Nevada. De hecho, en última instancia, la verdadera intención por parte de los organizadores del festival sería la de que algún monumento cada edición viajara en ambas direcciones, además de la aportación pirotécnica en la que se muestran igual de interesados.