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'Cada Ver Es' 'revive', el documental de culto sobre la morgue de la Facultad de Medicina

25/10/2022 - 

VALÈNCIA. Juan Espada recorre los pasillos de la Facultad de Medicina de la Universitat de València. Lo hace para bajar a los pisos subterráneos, donde se encuentra la morgue. Ángel García del Val coge su cámara y, deliberadamente, también la baja a los bajos fondos, literal y cinematográficamente. El resultado es Cada Ver Es, tal vez uno de los hitos del cine independiente valenciano, que este jueves La Mostra de València recupera, junto a La Filmoteca y el programa europeo A Season Of Classic Films, con motivo del Día Mundial del Patrimonio Cinematográfico.

Cada Ver Es no es un documental formalmente reseñable más, sino una de las propuestas más macabras de la historia del cine español: el film sigue el día a día de Juan Espadas con los cuerpos de los fallecidos que embalsama y prepara para el estudio. Pero lejos de conocer su finalidad, la película se centra en realidad en ese momento de preparación solitaria, que hace de Espadas un personaje único que retratar. Por otra parte, durante la primera parte del metraje, García de Val también retrata algunos de los internos del psiquiátrico de Bétera. Era 1981, y sin caer en ese lugar común que tan pocas veces es cierto, realmente esta película no se podría hacer en la actualidad: porque nuestra ética sobre las imágenes no incluye hacer planos detalle de cadáveres reales, especialmente bebés, o documentar con una música truculenta las caras de los internos de un centro psiquiátrico con una intención claramente voyeur.

Y es que el pilar de Cada Ver Es, el punto de partida, es el de “representar lo irrepresentable”, es decir, la muerte. La cotidianidad de Espada, la naturalidad con la que mueve los cuerpos, los saca del tanque de embalsamamiento, la manera en la que en algunos procesos de manipulación ni siquiera lleva guantes… Todo es inédito para la vista del espectador. García de Val recurre a los elementos del documental observacional y otros tantos del cine de terror (especialmente la música, tal vez casi riéndose del género, por poder ir aquí varios pasos más allá), y formar así un collage incómodo pero hipnótico. La película propone dejar a un lado cualquier tipo de límite en la mirada para enfrentarse frente a frente con lo inédito de la muerte.

“La muerte y la soledad vienen a ser parecidas. Lo que pasa es que la soledad la ves y la muerte, pues cuando pasa, ya no lo ves. A mí la soledad me es simpática, me es bonita” o “Yo pienso en la muerte casi las 24 horas del día, pero no le doy importancia”, son algunas de las declaraciones de Juan Espada, el curioso personaje que sigue la cámara. Curioso por su trabajo, pero sobre todo, por la ligereza con la que se toma su rutina. En varias ocasiones habla de que uno de sus pocos entretenimientos es el de asustar a estudiantes, confiesa que les tiene "cariño" a los muertos y se desvela como una persona con ideas incoherentes entre ellas mismas, y profundamente solitaria. Porque de eso va también el documental, de hablar de la muerte en vida, porque ¿qué es sino la muerte sino una jaula en un sótano, viendo la gente pasar? Por eso también el documental acaba en la soledad de la casa de Espadas, ¿cómo es la vida después de la muerte (como rutina)?

La intrahistoria del documental

Ángel García de Val estudió enfermería y, desde entonces, mantenía cierta amistad con Espada. El autor solo dirigió cuatro films, pero ninguno de ellos tuvo un mal reconocimiento sino todo lo contrario, le catapultó a su siguiente proyecto de manera discreta, que era como él quería para salvaguardar su independencia. Si Resurrección, su ópera prima, se convirtió en una osadía de los últimos meses de la España con Franco en vida —la película fue atacada por la ultraderecha—, en Salut de lluita haría uno de los primeros testimonios de la Transición con mirada valenciana.

Su siguiente proyecto, Motín, consiguió rodar la rebelión de los presos en la Modelo de València, finalmente la policía intervendría el material grabado (que incluía entrevistas con los internos) y ahogaría el proyecto. Es entonces cuando aborda Cada Ver Es.

El documental está abordado con un conocimiento formal del cine notable, pero a pesar de su calidad y su manera de llevar a un lugar genuinamente inédito y vanguardista, la radicalidad de la imagen ahogó la película, calificándola como “S” y quedó como un recuerdo de culto que no ha visto la luz en pantalla grande prácticamente en ninguna ocasión y que apenas ha circulado siquiera en internet, donde quien la ha visto sí saca pecho de ello.

La Mostra y La Filmoteca sacan ahora pecho de ella con una nueva restauración que presentan este jueves de una de las joyas de su colección.

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