Carlos Pérez de Ziriza publica su nuevo libro, 3 Minutos de Magia, en el que traza su propia historia del power pop (y la new wave)
VALÈNCIA. 3 Minutos de Magia, el libro en el que Carlos Pérez de Ziriza esculpe una suerte de radiografía transversal del power pop, es, aunque el autor no lo quiera, el Evangelio del power pop en castellano. Por tener, tiene hasta las palabras de sus apóstoles; sus representantes en la tierra, los encargados de esparcir la buena nueva. Paul Collins, Nacho García Vega, Pat Escoin (Los Romeos, Lula, Los Amantes) o Jeff McDonald dejan sus impresiones en un prólogo colectivo que sirve de introducción al libro. Es el cofundador de Redd Kross el que, aparentemente cuestionado sobre la condición y el estado físico del power pop, concluye: “¿Es un género? Es más bien una forma de describir muchas cosas. A muchas bandas no les gusta ser catalogadas, pero creo que la etiqueta power pop es útil porque igual te puede servir para calificar a The Jam que a The Small Faces”.
Y así parece habérselo planteado Pérez de Ziriza en este libro, muy poco después de su libro sobre el indie. “Al ser un estilo bastante poroso a formas similares de hacer canciones, no es fácil asignarle una etiqueta muy codificada”, explica el periodista. “Esta no es más que una historia del power pop (y la new wave), sólo una más entre las muchas posibles”, matiza el autor del libro al comienzo del mismo. Su historia es la que va desde los orígenes de un género bañado con el guadianesco color de la inconsistencia y perfumado con el aroma del malditismo, hasta sus últimos días, los que vivimos medio siglo después.
New wave y power pop se entralazan a lo largo de las páginas de 3 Minutos de Magia con el terciopelo de una canción de Big Star y convierten al libro en un manual de consulta imprescindible tanto para los abigarrados parroquianos del género, como para los neófitos del lugar.
-¿Al terminar el libro, al final, te quedó claro si el power pop es un género o, como dice Jeff McDonald al principio de tu libro, una forma de describir cosas?
-Creo que tiene tantas justificaciones para ser llamado género como muchos otros estilos que sí se consideran así. También es verdad que, al ser un estilo bastante poroso a formas similares de hacer canciones, no es fácil asignarle una etiqueta muy codificada. Al final, no es tan importante considerarlo un género como reivindicar muchos de sus discos, más allá de etiquetas.
-¿Por qué crees que arrastra esta noción de subalterno?
-En gran medida por la ausencia de pretensiones de muchos de sus protagonistas, y por la desubicación generacional y la poca fortuna comercial que ha acompañado a sus músicos en muchos casos.
-Lo mencionas en el prólogo, creo. Esta ausencia de exigencia en la reinvención. ¿Por qué crees que a los grupos de power pop no se les pide evolución?
-No se les pide porque se considera, y con razón, que lo que hacen es bastante atemporal.
-Das algunas pinceladas actuales en el libro, pero... ¿Crees que existe un relevo generacional?
-Sí, sin duda que lo hay. En el último capítulo internacional del libro hay decenas de nombres que menciono en su introducción, que apenas he podido desarrollar en profundidad porque hubiera hecho que el libro fuera casi interminable. Creo que esa es una buena prueba.
-En el libro hablas del nuevo rock americano como uno de los muchos géneros que han influido en el power pop. ¿Cuál crees que ha sido más relevante?
-Bueno, más que influir, el nuevo rock americano fue uno de los estilos que confluyó, especialmente en la costa oeste, con el power pop. Creo que el rock alternativo en general y algunos estilos como el grunge o el lo-fi en particular, todos en los 90, también mezclaron presupuestos con bandas y músicos que tenían una filiación melódica muy power pop, como pudiera ser el caso de los Posies, Superdrag, Sloan y muchos otros.
-¿Cuál es la consistencia de la relación entre new wave y power pop?
-Durante finales de los setenta y principios de los ochenta es obvio que se retroalimentan. En ocasiones hasta se confunden. Años más tarde, creo que se ha estudiado poco la relación entre la new wave más colorista y bandas como Weezer, The Rentals o Fountains of Wayne ya en los noventa, o Imperial Teen y Ze Malibu Kids ya en los 2000, y esa es una de las cosas que me apetecía destacar en el libro. Al margen de eso, hay diferentes concepciones sobre lo que es power pop y new wave según estemos en Europa o en EEUU.
-El caso español es curioso. ¿Por qué ha arraigado más y mejor?
-No hay una explicación clara. Podríamos trazar un paralelismo de sociología barata y decir que España es como la California europea, por el carácter de la gente y por su clima. O quizá también elucubrar con que, dado que el conocimiento de las fuentes originales (los grupos británicos de los 60 y algunos americanos de principios de los 70) no son tan de dominio público como en el norte de Europa o en el Reino Unido, somos más dados a empatizar con sus herederos o sucedáneos. Pero tampoco sé si es así, la verdad, son solo suposiciones, porque el público powerpopero español suele tener bastante cultura musical de todas las épocas.
-El mismo Paul Collins reconoce en el libro que es uno de los pocos países en los que pueden tocar ante audiencias considerables. Sin embargo, no existe ningún tipo de tradición en la generación de ese tipo de bandas, ¿no?
-Bueno, si nos ceñimos al sonido, más allá de etiquetas, creo que mucho de lo que ocurrió en España entre 1979 y 1982, más o menos, con los primeros discos de Nacha Pop, Mamá o Los Secretos, es un buen punto de partida. Otra cosa es que esa saga sea discontinua hasta el momento presente.
-¿Cuál es la influencia real de los Beatles en todo esto? En grupos como Cotton Mather parece enorme...
-Por supuesto, la influencia de los Beatles es vastísima, así como de otras bandas de la Invasión Británica de los sesenta, y en menor medida también The Kinks, The Who e incluso The Byrds.
-Me llama la atención la inclusión de algunos grupos que nunca me había parado a pensar que hacían power pop: por ejemplo, Undertones o The Knack.
-Bueno, el caso de The Knack creo que es muy obvio, siempre se les ha considerado una banda de power pop, incluso en la wikipedia, y “My Sharona” es un clásico del género. Lo de los Undertones es diferente, claro: no creo que se pueda decir que hicieran power pop, pero sí que participan de una forma muy concreta de hacer canciones, que confluye con la efervescencia de la nueva ola y el empuje del punk.
No es la única nota de cierta heterodoxia en el libro: también están los Only Ones o XTC, por ejemplo, a quienes nadie encajonaría ni mucho menos como power pop ni tampoco como nueva ola en sentido estricto (más allá de la coincidencia temporal), pero creo que aportan cosas muy interesantes y sirven para oxigenar un poco la lectura, que es algo que yo suelo agradecer cuando leo un libro de características tan genéricas.
-La falta de adscripción clara al género… ¿crees que tiene que ver con el nulo "marketing" con el que se ha desarrollado el género?
-Marketing lo ha habido, lo que ocurre es que la mayoría de sellos multinacionales que apostaban por estas bandas solían tirar la toalla al primer o al segundo patinazo comercial. Casi ninguna de ellas vendía según lo esperado.
-Quizá uno de los mejores ejemplos de todo esto sea la historia de Badfinger, con suicidios y éxitos a posteriori -como el de tener el privilegio de cerrar Breaking Bad con "Baby Blue"-, ¿no?
-Sin duda, es un caso paradigmático. Tuvieron mala suerte ya en vida con su manager y muchos problemas para percibir lo que les correspondía.
-Hay un capítulo dedicado a mujeres de la new wave. Haces un listado abundante. Sin embargo, en bandas de power pop es imposible. ¿Por qué crees que sucede? ¿Influencia del rock?
-Es un hecho incuestionable que en los géneros de base más tradicional cuesta mucho más encontrar mujeres. Que le pregunten al Azkena Rock, por ejemplo, a ver cuál es la representación femenina de sus carteles. Seguro que no lo tienen fácil a la hora de darles visibilidad. La new wave siempre fue más híbrida y desinhibida, en líneas generales, y supongo que eso favorecía la participación de mujeres, que es algo que hasta ese momento era muy poco habitual en el rock. La tendencia cambió exponencialmente con la llegada del punk y la new wave.
-Mencionas el videoclip como detonante de la mayor presencia femenina en la época -además de apuntar que tenían canciones como soles-. ¿Crees de verdad que fue un factor a tener en cuenta?
-Bueno, lo que digo es que la floreciente industria del videoclip fue -y cito textualmente- una enorme plataforma que contribuyó, en algunos casos, a potenciar el atractivo de vocalistas e instrumentistas de indudable sex appeal. Creo que en el caso de The Go-Gos, Bangles, Rachel Sweet o Kim Wilde, es algo incuestionable, y cualquiera que viviera aquellos años así lo recordará. Como lo fue en el caso de Blondie. O en el de Madonna, en un estilo completamente distinto. Igual que ocurrió con muchos hombres en la misma época y en otros estilos que nada tenían que ver: Billy Idol, Duran Duran o Spandau Ballet. Obviamente, en los años sesenta, cuando la potencia audiovisual del pop no era tan invasiva, hubiera sido más difícil. No lo considero un detonante en el caso de la mujer, sino más bien un catalizador, un factor que les dio una visibilidad tremenda, algo muy positivo porque hacían llegar sus estupendas canciones a más gente.
-Si alguien lo considera así a estas alturas creo que es más por desconocimiento o prejuicios. El primer álbum de Los Secretos y los dos primeros de Nacha Pop no tienen nada de blandos ni de babosos (como les gustaba decir a algunos, más como provocación – propia de la época – que otra cosa). Son discos fibrosos, vigorosos al cien por cien.
-Lo apuntas en el libro. ¿La Movida se cargó la nueva ola española?
-No es exactamente que se la cargara: lo que ocurrió es que hay una auténtica epidemia de producciones muy tecnificadas (las cajas de ritmos, los sintetizadores con exceso de brillo, los arreglos de cuerda algo postizos), de la que es difícil escapar entre 1982 y 1986, que en la mayoría de casos desbarata la naturalidad y la potencia que muchas bandas desprendían sobre el escenario. Eso coincide con la época de máximo fulgor mediático de la Movida, que ensombreció casi todo lo que había ocurrido antes, hasta 1982, que es lo que se conoció previamente como nueva ola, y era una época menos adulterada, sin predominio de esa clase de producciones tan envaradas y coyunturales que hubo más tarde.
-Mencionas a Señor Mostaza. ¿Encapsulan esa especie de malditismo del power pop?
-No, no creo que Señor Mostaza encarnen ninguna clase de malditismo. Les he incluido en el libro porque representan el reflejo español de una cierta escuela pop (la de Ben Folds Five o Jellyfish, que también aparecen en el mismo) de melodías algo más abigarradas, que se sustentan primordialmente en el piano, y aunque no formen parte estrictamente del power pop, sí creo que es lícito incluirles porque parten de un tronco común (el legado de los Beatles, y algunas cosas más) y me parecía pertinente reivindicarles. Aunque yo – y mucha más gente – creamos que deberían vender más discos, no les considero malditos en absoluto: creo que su suerte comercial está en sintonía con lo que es el tipo de música que practican en un país como el nuestro.