La clown francesa representa su solo Silencis en la subida al Castillo Romano de Sagunto
VALÈNCIA. Frente a la tragedia de los migrantes a la deriva en el Mediterráneo, hay gestos enormes, como el rescate de náufragos practicada por la embarcación Open Arms, y otros, aparentemente pequeños, como los obsequiados por una clown que invita a la empatía en plena calle. Claire Ducreux es una payasa de apariencia frágil y sonrisa tierna, que construye espectáculos unipersonales donde toca el corazón de los espectadores. Su última pieza se ha programado hoy, 14 de agosto, en la sección Off Romà del festival Sagunt a Escena. Se titula Silencis, y está protagonizada por una refugiada que tras huir de la violencia y la guerra, decide salir al encuentro de la gente.
Las propuestas de la artista francesa siempre combinan la danza contemporánea, la acrobacia y el teatro gestual, y siempre presentan a un personaje en los márgenes. Con antelación a Silencis, montó su trilogía del vagabundo, formada por los solos De Paseo, Barco de arena y La sonrisa del náufrago. Su próxima creación es un dúo en el que da vida a una ciega, Avec le temps.
“Todos mis personajes tienen siempre una evidente vulnerabilidad, porque eso me obliga a tener mucha fuerza interior. Y, sobre todo, me permite acercarme a la gente desde la humanidad, y no desde la figura del héroe que propone el cine”, explica.
En la base de sus alter ego hay un guiño obvio a Charles Chaplin, “pues es el maestro con mayúsculas de la mezcla de clown, tragedia, comedia y poesía”, y a un encuentro casual con un sintecho en París. “Fue alguien extremadamente inspirador, porque por un lado, vivía una situación súper difícil, que le colocaba en una situación de fragilidad, y por otro, desbordaba generosidad y siempre escuchaba los problemas de los demás”.
Ambos referentes han fijado las máximas de todos los espectáculos de Ducreux: la búsqueda de la honestidad y compartir emociones con los espectadores.
Este último extremo resulta complicado cuando la función se desarrolla en plena calle, como así pasará esta tarde en la subida al Castillo Romano de Sagunto. “Los espectáculos de calle son porosos, porque se adaptan a la realidad del lugar donde actúas, a las luces, al tiempo, a si hace frío o calor, y al público, que es muy distinto de un sitio a otro. La interacción depende de la gente a la que invitas: según su reacción, pueden dar lugar a una escena muy tierna, muy divertida o, a veces, a que la escena no llegue a funcionar del todo”, detalla la clown.
No obstante las trabas naturales de actuar en la calle -la exposición del público a otros estímulos, la gratuidad de la pieza y la hostilidad de un espacio abierto- Claire Ducreux consigue forjar la complicidad con los transeúntes y conferir intimidad a las funciones: “En la calle estás mucho menos protegido que en un teatro, pero esa exposición te regala una autenticidad que en un espacio cerrado te resulta más difícil. Y que sea de acceso libre le da un punto real: la gente a la que no le gusta, se va, pero la que se queda muestra un sentimiento de agradecimiento, porque considera lo vivido como un regalo”.
El motor del montaje con el que visita Sagunto, reconocido como Mejor Espectáculo de Calle en el Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle de Valladolid 2017, es el silencio, en el sentido de un espacio-tiempo virgen donde todo puede pasar. “En estos días, a menudo, no vivimos en el puro presente. O bien estamos recordando o bien anticipándonos. Así que en Silencis propongo un estado en el que dejar surgir cosas auténticas, una situación que se presta a lo inesperado y permite que surja lo auténtico del instante. ¡Ale hop!”.
El solo es un antídoto contra la rapidez de los tiempos actuales. “Estamos acostumbrados a consumir información de manera superficial. No nos tomamos el tiempo para que las cosas nos toquen de verdad”, se lamenta Ducreux, que se sintió impelida a desarrollar esta pieza por la crisis de los refugiados.
“Voy a sonar muy ingenua, pero ¿cómo puede ser que no nos ayudemos si estamos todos en el mismo barco? No lo entenderé nunca… La sociedad resalta más lo que nos diferencia que lo que nos hace parecidos, pero el hecho de actuar sin palabras me permite ir por ahí y comprobar que, actué donde actúe, la gente tiene ganas de jugar, de estar bien, de vivir alegre y compartir algo tierno”.
Durante los 35 minutos que dura la obra, la creadora francesa consigue crear una burbuja fuera del tiempo donde los presentes experimentan una emoción conjunta. “Puede llegar a ser muy mágico”.