VALÈNCIA. Cuando se hace bien, es asombrosa la capacidad del thriller para retratar la sociedad y para hablar de los grandes preocupaciones de nuestro mundo. El último ejemplo es Collateral, la serie de cuatro capítulos de la BBC que puede verse en Netflix, creada y escrita por el prestigioso dramaturgo David Hare, guionista de Las horas (The hours, Stephen Daldry, 2002), The reader (Stephen Daldry, 2008) y Denial (Mick Jackson, 2016), entre otras. El suceso criminal que arranca la acción sirve para mostrar la Inglaterra actual y sus males, entre ellos el racismo, el sexismo, la desigualdad o la corrupción. Muestras de este tipo de ficciones son American Crime, cuyas tres temporadas ofrecen un retrato inclemente y desolador de la sociedad americana, The night of (tanto la original británica como el remake americano), o Bron / Broen, por poner solo unos ejemplos.
El término ‘colateral’ del título tiene muchas connotaciones y lo asociamos inmediatamente con ese eufemismo vergonzoso tan en boga de ‘daños colaterales’ o ‘víctimas colaterales’, que intenta esconder en un sintagma neutro la violencia y la muerte que provocan los conflictos bélicos y, sobre todo, las acciones de los ejércitos occidentales en guerras muy alejadas de sus fronteras. La serie está construida sobre esa idea, lo colateral, porque deja clarísimo que todo lo que sucede es un efecto colateral de las políticas neoliberales del gobierno, de una política exterior de expolio y destrucción, de las leyes injustas que entronizan el racismo, la desigualdad y los abusos, de todo aquello que ha creado una Inglaterra encerrada en sí misma en la que priman el individualismo, el miedo y el “sálvese quien pueda”. Los conflictos de los personajes también son efectos colaterales de ese sistema profundamente despiadado e inhumano: las personas refugiadas víctimas de unas criminales políticas antiinmigración, el político idealista machacado por la maquinaria del poder o la militar tocada por el horror de la guerra, uno de los mejores personajes y arcos narrativos de la obra.
A su vez, colateral también indica la propia naturaleza de la serie, donde lo colateral al crimen, es decir, los personajes que están en torno al suceso y lo que representan (política, ejército, religión, policía) acaban siendo el centro de la ficción. Importa más todo ello que la propia pesquisa policial, solo que sin ella, sin la investigación, no habría historia. Esa es la potencia del thriller, que permite construir relatos que, partiendo de lo particular, alguien muere y alguien mata, acaba construyendo discursos de largo alcance político y social, como es el caso.
Todo arranca cuando un repartidor que se dispone a entregar una pizza, un joven inmigrante musulmán, es asesinado de un tiro certero hecho indudablemente por un profesional. Comienza la investigación y al frente está la inspectora Kip Glaspie, gran interpretación de Carey Mulligan, una joven policía embarazada de seis meses que sonríe cuando la llaman para ir a trabajar de madrugada y que lleva a cabo su trabajo implacablemente.
Su personaje forma parte de una gran tradición de mujeres policías e investigadoras de las series británicas. Ahí están Happy Valley, Broadchurch, Paranoid, Vera o Marcella, entre otras, series muy diversas con protagonistas femeninas de gran personalidad y muy distintas entre sí. En el origen de todas ellas tenemos a la inolvidable Jane Tennison, formidable jefa de policía interpretada por su majestad Helen Mirren en Prime suspect, una excelente serie que comenzó su andadura en 1991 y que tuvo una primera etapa hasta 1996 y otra entre 2003 y 2006. Su influencia es muy grande en las ficciones policiales posteriores y, por ejemplo, fuera de Gran Bretaña, la Brenda Leigh de The Closer le debe muchísimo, como ha reconocido la actriz Kyra Sedgwick. Sin Tennison seguramente tampoco existiría uno de los mejores personajes femeninos que hemos visto en series, la magnífica Stella Gibson (una reverencia aquí, please) de The Fall, creación inolvidable de la actriz Gillian Anderson. Ambas son figuras de autoridad en un mundo de hombres que las juzga siempre desde la mirada masculina: “¿Tú sabes el efecto que tienes en los hombres?”, le dice uno de los policías a Gibson. Un efecto que constituye una especie de subtexto que inunda el relato de forma innegable.
Tennison y Gibson (y su poderío) logran, no sin esfuerzos ni enfrentamientos, imponerse a un ambiente masculino sin renunciar a su condición femenina, ni a su deseo ni a su sexualidad, ejercida con libertad y sin pedir cuentas a nadie, aspectos muy importantes en la composición de ambos personajes. Esto queda bien resumido en la frase lapidaria que nos deja Gibson en herencia cuando otro agente le inquiere por su relación con un policía más joven al que acaba de conocer y con el que se ha acostado: “Un hombre se folla a una mujer. Sujeto: hombre. Verbo: follar. Objeto: mujer. Eso está bien. Una mujer se folla a un hombre. Sujeto: mujer. Objeto: hombre. Eso no gusta tanto”. Ovación. Gracias, Stella, por esta lección de igualdad.
Kip Glaspie no es así, aunque también ha de enfrentarse a un ambiente masculino. Su poderío surge de otra fuente, de su capacidad para mantener la calma, de su carácter firme y sereno. Su aspecto dulce y amable, aunque esa no sea su personalidad, y su condición de embarazada (que, al fin y al cabo, no deja de recordar constantemente a quien mira que es una mujer y la singulariza visualmente) imponen otro tono a las relaciones que mantiene con el entorno, lo que no obsta para que actúe con firmeza, de forma ejecutiva y autónoma. Es poco impresionable y tiende a no alterarse, o por lo menos, a no mostrarlo, y también es compasiva y tenaz y no duda en saltarse las normas y engañar al sistema en aras de la justicia y la verdad. Que dicho así suena ingenuo, es cierto, pero no hay nada de ingenuidad en la serie ni en la agente. Kip solo quiere comportarse con la decencia que las leyes sobre inmigración no contemplan. Precisamente su empatía y su humanidad son las que le proporcionan una mirada más amplia que le permite ver todo el cuadro completo y todas las complejas implicaciones que ofrece el caso.
Tal vez Collateral es muy ambiciosa y toca muchos palos. Eso hace que algunos aspectos interesantes queden un poco desdibujados o tengamos la sensación de que no exprimen todo su potencial. Es el caso del personaje de la ministra de la iglesia, que no acaba de tener todo el recorrido que esperamos. Pero estas debilidades no empañan los muchos logros de una ficción, además de entretenida, comprometida con la realidad, que expresa un discurso crítico y una mirada nada complaciente sobre el mundo, de esas que obligan a pensar en la inhabitable y hostil Europa fortaleza sumida en el miedo que hemos construido.
Fue una serie británica de humor corrosivo y sin tabúes, se hablaba de sexo abiertamente y presentaba a unos personajes que no podían con la vida en plena crisis de los cuarenta. Lo gracioso es que diez años después sigue siendo perfectamente válida, porque las cosas no es que no hayan cambiado mucho, es que seguramente han empeorado