VALÈNCIA. Cuando Vampirela y yo (que es una muy bonita manera de empezar una crónica) pasamos por delante de El Obsoleto, juramos que nunca nos haríamos una foto delante de este bar de Malasaña. Aunque ahora, a toro pasado, y una vez pensadas las aplicaciones prácticas que tendría quedar allí con ciertas personas, nos lo estamos pensando.
Les aviso, ante todo, de que escribo esta crónica desde el primer piso de La Mallorquina, en la madrileña Puerta del Sol, en honor al gran escritor madrileño-logroñés Rafael Azcona, guionista y causante principal del surrealismo de Berlanga. Cuando Azcona vino a Madrid con su máquina de escribir portátil, dedicaba el tiempo a observar y describir a la gente que pasaba por esta cafetería, donde aún se puede permanecer varias horas sentado, con un café con leche, ante una mesa con mantel de tela. Y no tienen WI-FI, que es de lo más hater y underground.
La Mallorquina es el típico local de marca imborrable que ya nunca encontraremos en Valencia: en pleno centro neurálgico de la ciudad, lugar de reunión de artistas, turisteo, personajes de novela y algún político regional, con sus camareros -muchísimos y habituales- impolutos, con sus chaquetillas con el nombre bordado en la solapa, solícitos y amables.
Vampirela y yo habíamos quedado en una librería de anarcos, Miraguano, sita en la facha calle Hermosilla, donde tuvo lugar una conversación entre Joaquín Araujo y Javier Mendoza en torno al libro “Funerales vikingos/El desconcierto” del poeta Michi Panero y Javier Mendoza. Al final el público y los presentadores se enzarzaron con si Leopoldo Panero padre era franquista o no, como bien debatían sus hijos en la película mítica, madre de los reality-shows bien hechos y profundos -si ese formato televisivo existiera- llamada “El desencanto”. Como dijo la periodista Ángeles Villacastín, la hermana de Rosa Villacastín también conocida como “el culo del 23F”, parece que los Panero envían las broncas desde las tumbas. Joaquín Araujo, tan amigo de la Naturaleza y los animales, se hizo amigo de Michi cuando este salió de la cárcel y compartieron correrías como las de acudir a los eventos donde se exigía corbata, con corbata pero sin camisa.
Nosotros éramos muy pequeños cuando el bar Pentagrama, que cumplía esta semana cuarenta años, estaba de moda. Antonio Vega fue el autor de “la chica de ayer” que sería el himno amablemente progre de cuando los jóvenes tomaron los bares en el tardofrancisco: “Y luego, por la noche, al Penta a escuchar canciones que consiguen que te pueda amar”, decía el verso que nadie más que los que sabían qué era el Penta podían comprender.
El aniversario se iba a celebrar en La Riviera y finalmente se fue al Wizink Center de Goya por exceso de demanda, con un largo elenco: Pablo Carbonell, Ariel Rot, Jaime Urrutia, Ricardo Chirino de Los Pistones, Teo Cardalda, o Jorge Martínez de los Ilegales. Los más celebrados por el público fueron Javier Ojeda, solista de Danza Invisible, y José M. Casañ de Seguridad Social que levantaron con su buen hacer los ánimos de un público, si bien nostálgico, con ganas de meneo y marcha y no de sabores musicales rancios.
Nos encontramos también al encantador Mario Gil (La Mode, Aviador Dro, Un Pingüino…) a Ricardo Gómez, el actor que encarna a Carlitos en Cuéntame, y a su amigo en la serie y en la vida real Nacho Aldeguer, quienes aguantaron estoicamente todas las peticiones de fotos y autógrafos que les fueron posibles. Unos santos. La polémica muerte del personaje de Juan Echanove en la serie se está llevando todo tipo de comentarios, porque Cuéntame es como una especie de milagro del que todo el mundo quiere conocer el mecanismo. Así que a todos lo sque tenemos un pequeño vínculo con los actores, nos asaltan a preguntas de lo más pintorescas. El caso es que Echanove no parará y ya tiene en marcha la versión de José Luis Collado de los Sueños de Quevedo en el Teatro de la Comedia que se estrena el 7 de abril a las 20 horas. Y con mi amigo Óscar de la Fuente, que es actor fetiche de la buena suerte y de las buenas vibraciones.
Ya quisiera ir al estreno, pero yo mismo ando preparando dos obras, una para Madrid de Microteatro, escrita por Juan Cavestany y otra para València con Carme Juan, dirigida por Juli Leal, escrita por Vicente Marco.
Menos mal que Sergio Pazos me cuida cuando llego a Madrid y lo primero que me hizo fue un recibimieno en el pequeño txoco de José Portas de Discarlux -la mejor carne del país- con el fotógrafo Daniel Sánchez Alonso (no sale porque está tomando la foto) el genial cocinero Fabio Gasparini que cocinó unos auténticos espaguetti carbonara con su Pecorino, unas melanzane al horno y nos dio a probar el krein, un rábano picante europeo, Alfonso López del blog Rechupete, y Hans HAusdorff, argentino alemán que nos trajo una carne curada al estilo de África del Sur. Tengan miedo, porque lo próximo que haremos será una paella, y me temo que la haré yo. Me temo porque me salen de muerte.
Hablando de artistas, pero valencianos, ya están las bases de la convocatoria abierta para la próxima edición del Festival Intramurs, festival que salió elegido en el Observatorio de la Cultura, ranking de eventos culturales que lleva la Revista Matador, dirigida por mi viejo amigo -uno de los primeros que entrevisté para el CQC- Alberto Anaut. Los que quieran presentar proyectos para esta edición que girará sobre el tema “en crudo” tienen hasta el 30 de abril en esta misma dirección.
Esta semana abandoné el Cap i Casal, que es como gusta de llamar al tripartito a València, para sumergirme en los parajes de Alicante, extraordinariamente verdes por las abundantes lluvias pasadas. Asistí a la reunión entre la empresa de especias, condimentos y alimentación Carmencita y varios representantes de la hostelería de la región. Carmencita es una empresa modélica, enraizada en Novela por decisión de vincularse con el lugar de origen, pues no son pocas las ofertas de ubicar las instalaciones en otras poblaciones. Además, apuesta por el futuro y la comunicación, que es lo más importante hoy en día en la empresa, debido a la dificultad que todos tenemos de abrirnos camino en las redes y la promoción.
Alicante siempre ha sido una región modélica a la hora de enfrentarse a los negocios, pero por cuenta propia, porque las estrategias generales de turismo abocan siempre en las mismas conclusiones de origen, y acaban centrándose más en la cantidad que en la calidad. Aunque la oferta calidad sea incuestionable, es complicado no tener un patrón y un tejido al margen de lo empresarial en el que prime lo que está hecho con atención y cariño y que fidelice a unos clientes antes de que países competitivos en turismo, por ejemplo, como Túnez o Egipto, vuelvan a levantar cabeza cuando pasen los miedos al radicalismo político-religioso. Se inician campañas muy interesantes, como la de Alicante, ciudad del arroz, presentada por Martín Berasategui, pero a veces uno no sabe dónde han acabado o si siguen en marcha.
Los cocineros que acudieron a la presentación de las nuevas instalaciones y marcas de Carmencita fueron César Marquiegui, cocinero jefe del Nou Manolín y Grupo Gastronou; Sergio Sierra, de El Portal; César Anca, del restaurante que lleva su nombre, Mari Carmen Vélez, del también mítico restaurante La Sirena y Gregory Rome, del restaurante Brel, convocados por Isabel Ballenilla de Ocio Magazine. Descubrieron las excepcionales medidas de calidad de los productos Carmencita, que son analizados en sus laboratorios exhaustivamente para evitar trazas de alergógenos, y vieron que comercializan productos gourmet a precios de ama de casa pero con unos envoltorios y molinillos ultra-modernos para altas gamas gastronómicas.
Yo he escrito un libro sobre especias, y las variedades que usa esta empresa, así como su impecable molido, son incontestablemente las mejores. Si sus pimentones no llevan la Denominación de Origen de La Vera o de Murcia es que únicamente porque sólo los productos envasados en origen pueden llevar la marca de la D.O., y Carmencita envasa los pimentones de estas dos variedades en Novelda.
El encuentro fue bien fructífero porque todos conocieron de primera manos cuáles son las necesidades y mejoras para sus respectivas marcas o empresas: reflexionaron sobre los tipos de mercado a los que se dirigen, cómo conocer los productos y hasta cuestiones elementales como la conservación de las especias en botes en un lugar como la cocina donde todo está bajo las leyes del tiempo, el espacio, el calor, la humedad y la grasa. Una experiencia que todos deberíamos tener en nuestros campos y que los políticos deberían tener en cuenta: conversar y reunirse con la gente y sus necesidades para poder ofrecerles lo que precisan para mejorar nuestro día a día.