crítica de cine

'Da 5 Bloods: Hermanos de armas': La guerra no ha terminado

12/06/2020 - 

VALÈNCIA. La última película de Spike Lee, Da 5 Bloods: Hermanos de armas, termina con un discurso de Martin Luther King Jr. y con una reunión de algunos miembros del colectivo Black Lives Matter que se animan a continuar con la lucha reivindicativa para visibilizar el racismo incrustado en la sociedad norteamericana.

Da igual que no tenga mucho que ver con lo que cuenta la película en sí porque en realidad todo el discurso del director se encuentra conectado. Por eso, su anterior obra, Infiltrados en el KKKLand, un homenaje al género de la blaxpotation, también terminaba con imágenes reales de los incidentes ocurridos en Charlottesville, Virginia, en 2017, cuando una activista por los derechos civiles murió atropellada por un joven de ideología nazi.

Seguramente si le hubiera dado tiempo, habría incluido alguna alusión al asesinato de George Floyd, aunque en su cuenta de Twitter se ha encargado de publicar un pequeño homenaje en forma de corto en el que entrelaza las muertes de Floyd y Eric Garner con la del personaje de ficción Radio Raheem en su película Haz lo que debas precedida de la frase: “¿Dejará la historia de repetirse a sí misma?”.

Desde la subida al poder de Donald Trump el cine de Spike Lee ha recuperado la furia combativa de sus inicios y como uno de los padres del cine afroamericano que es, se ha erigido de nuevo como cabeza visible de un colectivo lastrado por el racismo y la intolerancia.

Podríamos decir que ha vuelto a tomar el pulso a la realidad, a lo que está ocurriendo en estos momentos en la sociedad de su país, conectando con las necesidades de denuncia más urgentes y recuperando su espíritu contestatario a través tanto de sus películas como de sus declaraciones, siempre de marcado corte político.

Da 5 Bloods: Hermanos de armas comienza con más imágenes de archivo, fragmentos documentales en los que vemos a Muhammad Ali negándose a formar parte del ejército, discursos de Malcolm X y Angela Davis, la masacre de la Universidad de Kent, el saludo del Poder Negro en los Juegos Olímpicos de 1968 e instantáneas míticas de las masacres acometidas en la Guerra de Vietnam que sirven para enlazar el pasado con el presente que pretende reflejar la película a través de cuatro excombatientes que regresan a Saigón cincuenta años después para saldar una cuenta pendiente: recuperar el cuerpo del quinto integrante del grupo fallecido en combate, Norman (Chadwick Boseman) y de paso desenterrar un tesoro que dejaron escondido en medio de la jungla, un cargamento de lingotes de oro de la CIA.

Los cuatro protagonistas (interpretados por Delroy Lindo, Isiah Whitlock Jr., Clarke Peters y Norm Lewisson) vuelven al lugar donde se concentran todos sus traumas con la esperanza de finiquitarlos, pero se encontrarán con una aventura que no hará otra cosa que poner de manifiesto que sus heridas todavía siguen en carne viva. Y, sobre todo, para darse cuenta de que ese sentimiento de hermandad que los había unido y que parecía lo único verdaderamente auténtico y positivo de la contienda, corre el riesgo de desmoronarse en cualquier momento cuando el sentimiento de culpa, el fanatismo y la codicia entran en juego. La pesadilla de la guerra volverá a resucitar en medio de un paisaje donde los bandos enemigos se reencuentran en un juego de espejos entre dos tiempos diferentes que evidencia todo un crisol de miserias humanas.

Aunque ya lo hubiera hecho con anterioridad, uno de los elementos más sorprendentes de este nuevo A Spike Lee Joint es su salida del núcleo urbano para trazar un viaje que se aleja de las aceras neoyorkinas que habitualmente se encarga de retratar para certificar que el sentimiento de hostilidad y exclusión puede sentirse en cualquier parte del mundo, especialmente en un lugar donde fueron enviados a morir miles de afroamericanos (según recalca la cinta, más del 32% de las tropas).

También le sirve para jugar con el lenguaje cinematográfico, para cambiar de formato y textura en los flashbacks, protagonizados por los mismos actores sin recurrir al rejuvenecimiento facial, para divertirse estableciendo paralelismos con Apocalypse Now de Coppola, para recurrir a imágenes de archivo y, en definitiva, para componer una extraña película que bascula entre el cine bélico y el de aventuras sin renunciar a una fuerte carga ideológica.

Spike Lee aborda la épica desde la ironía. Quería hacer su particular versión de El tesoro de Sierra Madre en versión black power, pero en ocasiones se deja llevar por el ensimismamiento. Su mensaje, como siempre, queda claro, pero el recorrido no siempre resulta satisfactorio, sobre todo por culpa de la falta de ritmo y la ausencia de sutileza, uno de los grandes lastres de su filmografía. Así, frente a imágenes potentes, otras caen en la repetición y la parodia con ínfulas. A Lee no le falta carisma, pero como les ocurre a los personajes de su película, a veces se pierde en su propio universo de auto condescendencia.

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