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Daniel Monzón: “La codicia convierte a los seres humanos en ratas miserables”

3/09/2018 - 

VALÈNCIA. En el descacharrante ensayo Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, David Foster Wallace disecciona a golpe de mordacidad las pequeñas idiosincrasias de los cruceros de lujo estadounidenses, desde la superflua ostentación de los camarotes hasta el ocio impuesto y programado. Unos cuantos días de travesía por el océano se convierten así en un corrosivo relato sobre la clase media y sus aspiraciones socioeconómicas. Ese mismo escenario sirve ahora al director Daniel Monzón (Palma de Mallorca, 1968) como contexto ideal para realizar una parábola en clave cómica acerca de la avaricia y la mezquindad. El resultado es su nueva película, Yucatán, en la que dos estafadores profesionales (interpretados por Luis Tosar y Rodrigo de la Serna) tratan de aprovecharse de un panadero (Joan Pera) al que le ha tocado la lotería y ha decidido celebrarlo invitando a toda su familia a unas vacaciones transatlánticas. Pero estos timadores, enfrentados por el amor de Verónica (cantante y bailarina del barco a la que da vida Stephanie Cayo), no serán la única amenaza que ronde al afortunado pasajero: las mieles de la riqueza comienzan a corroer también a algunos de sus parientes. Todo ello en una historia coral en la que, según el realizador, la mayoría de personajes se encuentran "enloquecidos con la búsqueda energúmena del dinero y la codicia".

A base de camisas tropicales, camarotes de lujo y mojitos en la piscina de popa, Monzón explora en Yucatán los vericuetos del humor cinematográfico, un campo que no había vuelto a tocar desde que estrenara en 2002 El robo más grande jamás contado. Pocos palos le quedan por tocar a este balear: debutó con una película de fantasía y aventuras, El corazón del guerrero; abordó el suspense y la ciencia-ficción en La caja kovak; y ofreció una lección magistral de lo que debe ser un drama carcelario en Celda 211. Su último trabajo hasta la fecha había sido El Niño, un thriller sobre el narcotráfico en el estrecho de Gibraltar. 

En este nuevo estreno, el creador parte de una premisa argumental que ya se ha convertido casi en un género en sí mismo: las ‘películas de estafadores’. "Me encantan ese tipo de historias, las entiendo como un pequeño género dentro de lo que es la industria del celuloide", explica Monzón, quien, toma como referencia imprescindible en este campo El golpe: "La vi de jovencito y me impactó. No solamente timaban al personaje de Robert Shaw, sino también a mí. Ahí tomé conciencia del cine como una gran máquina de engaño hacia los espectadores, un engaño que aceptamos,claro". En opinión de Monzón, estas cintas protagonizadas por timadores resultan "muy gozosas y divertidas. Además, incorporan siempre un punto de acción y humor". 

Siguiendo esta línea, Yucatán se clasifica como una comedia, pero no es solamente eso, sino que funciona a modo de matrioska fílmica. "Si  hubiera que ponerle una etiqueta sería la de comedia, pero en realidad engloba muchas categorías temáticas distintas. Igual que el crucero va haciendo escalas en distintos sitios (Tenerife, Brasil, Casablanca, México…), la propia película va recalando en distintos géneros: en unos tramos parece un relato de aventuras de Tintín, en otras un cartoon del Coyote y el Correcaminos, en otro momento es un thriller. También hay drama, una parte de musical e incluso un poco de western, pues cuenta con dos protagonistas en conflicto que dividen su territorio", apunta el realizador. De hecho, Monzón ha ido más allá e incluso ha acuñado un término específico para esta cinta: Yucatán funciona también como una boat movie."Si en las road movie el viaje en coche de los personajes va acompañado por un viaje emocional, aquí ocurre igual, pero en un barco, y los espectadores viven ese proceso", explica el director.

Al escuchar el término 'comedia española' todavía hay un sector de la audiencia que muestra importantes reticencias. No en vano, el concepto de 'españolada' caló hondo durante las últimas décadas en el imaginario colectivo. A este respecto, Monzón se muestra cauto: "Cuando se habla de comedia española la gente tiende a pensar en un tipo de humor que no es el predominante en Yucatán, sino en algo más grueso. De todos modos, creo que para disfrutar del humor en el cine tienes que liberarte de esas visiones preconcebidas, has de ser libre y quitarte el corsé y la faja. Hay películas maravillosas de Mel Brooks que están repletas de chistes groseros, pero también tenemos el maravilloso y continuo disparate que es Aterriza como puedas,de Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker".  

En cualquier caso, consultado por la atmósfera bufa de esta cinta, Monzón aclara que "incluye gags, pero no es una concatenación de chistes como sucede en otros títulos".  Así, según subraya el mallorquín, a lo largo del metraje se produce una mezcla "entre alta comedia clásica de estilo americano y humor costumbrista, castizo y popular. Lo importante son los personajes, inmersos en una trama que, efectivamente, tiene un tono cómico". Así, el director invita a explorar las aristas de este género,"a veces se piensa que la comedia es algo superficial, pero, en realidad, te brinda un escenario en el que hablar de cosas muy profundas. Por ejemplo, en El apartamento, Billy Wilder está narrando un drama existencial. Con Yucatán la gente se ríe, pero también se conmueve, es un carrusel emocional. Creo que ha surgido una película muy heterogénea en la que todo acaba teniendo  una extraña coherencia".

 

Como ha comentado antes, con los espectáculos lúdicos propios  de un crucero como contexto propicio, Monzón apuesta aquí también por los números musicales, algo inédito en su filmografía. "Me lo plantee como un reto. A mí siempre me divierte retarme a mí mismo y retar a mi equipo, buscar cosas diferentes. Nunca me había atrevido con el musical y decidí intentarlo", indica, antes de señalar que, en realidad, el no es precisamente ducho en materia rítmica:"No tengo ni idea de bailar", confiesa. Esta ausencia de habilidades coreográficas no han hecho mella en Yucatán donde se desarrollan "bastantes números musicales, de pequeña dimensión, pero muy golosos. Es más, el arranque de la película es un mambo vertiginoso que se mezcla con la presentación de los personajes y te hace entrar en la historia como un cañón". También hay un número "que recuerda a Los caballeros las prefieren rubias" (en un nuevo guiño al Hollywood dorado), otro de danza clásica "que acaba completamente pervertido", una actuación con ukelele…"Estoy muy satisfecho de que alguien como yo, que es incapaz de bailar, haya logrado poner en marcha todo eso, jejeje. Aunque gran parte del mérito en este terreno lo tiene Stephanie Cayo, una actriz con un talento enorme", reitera.

Esta 'boat movie' (la denominación es demasiado atractiva como para no apropiársela)brinda también al espectador la oportunidad de observar a Luis Tosar entregado al registro humorístico, algo a lo que el público no está demasiado acostumbrado. De hecho, guiar al Malamadre de Celda 211 en esta transformación interpretativa fue una de las motivación que llevó a Monzón hasta Yucatán. "Yo a Luis lo conozco mucho y siempre me he reído una barbaridad con él. Suele provocar carcajadas entre toma y toma, es un payaso que no para de hacer gansadas.Siempre le he dicho que debía aceptar alguna comedia para que la gente conociera esa faceta suya, pero no encontraba ninguna que le convenciera. Al final decidí hacérsela yo. Además, debía ser una comedia de este estilo,canalla", apunta el director. El gallego encuentra en Rodrigo dela Serna a su contrincante ideal, "forman un dúo que emula a Bugs Bunny y el Pato Lucas: el primero es misterioso, intrigante, contenido; el otro,colérico, enfervorecido, algo histérico. Juntos se complementan a la perfección", señala. 

  

En cualquier caso, Monzón es de los que creen que un buen guion cuida tanto a los protagonistas como a los secundarios, algo esencial en una historia tan coral como Yucatán. "Una de las grandes normas de la comedia es que, aunque los roles principales son importantísimos, lo que da riqueza a la historia, lo que seduce realmente, es el tapiz de personajes secundarios", considera el director, quien defiende la importancia de "trabajar con ellos de forma individual para crear un universo propio: cuál es su pasado, sus anhelos, cómo se relacionan entre ellos…Si sobas mucho los chistes los maleas, los destrozas, para que funcionen deben ser algo fresco. Pero sí que puedes imaginar toda una historia previa que ayude a que los actores puedan contextualizar a sus personajes". 

Para Monzón, la película confecciona una fábula moral, pero no moralista. Es más, hace hincapié en que no busca dar lecciones a través de la pantalla:"Detesto dar discursos desde un púlpito con el dedo levantado. Esto es una película de entretenimiento, pero invita a reflexionar". "A través de esas historias personales, yo quería hablar sobre los orígenes de la crisis que hemos vivido. De hecho, la película sucede justo en el año en el que arranca la debacle económica. ¿De dónde surge esa situación? De la codicia, de esas personas que por acumular riquezas y posesiones han provocado que otra mucha gente lo pase muy mal", subraya el director, quien no duda de tildar a los seres humanos de "débiles". "La codicia es como una enfermedad que se te mete dentro y te convierte en una rata miserable y abyecta. Los estafadores siempre se basan en la codicia del otro y saben elegir a su víctima perfecta", incide.

En medio de estas ansías desmedidas de riqueza, encontramos a un humilde panadero de Aluche, un hombre cualquiera que ha tenido un inesperado golpe de suerte."Se trata de una persona corriente que se ve rodeado por una jauría de fieras", explica Monzón. Así, en esta parábola sobre la crisis y la especulación este trabajador "en cierta manera, simboliza a esa parte dela población española, gente normal, que se encontró con una situación que le sobrepasaba y acabó siendo víctima de los intereses ajenos".  

 

La obsesión por el vil metal que retrata Yucatán  llega incluso a dinamitar los vínculos familiares. Situación que para Monzón no supone "un acontecimiento excepcional: es algo que sucede en muchos hogares cuando llega una herencia. Empiezan las guerras entre parientes, por cuatro duros muchas veces". "La película lanza una mirada vitriólica sobre todo esto,pero ni juzga ni condena. Eso sí, creo que los personajes femeninos salen mejor parados, son más cabales, mientras que los masculinos parecen atrapados en una rueda de hámster de la que no quieren salir porque no saben hacer otra cosa", añade. 

Un microcosmos "casi felliniano"

Respecto al microcosmos que se genera en los cruceros de lujo, Monzón lo calificada como "una pequeña farsa de la realidad". "Es un mundo casi felliniano,algo disparatado, en el que coinciden individuos muy distintos. Además, se trata de un contexto que tiene sus propias reglas. Algo parecido sucedía con Celda211: cuando visité prisiones para documentarme, hubo un recluso ruso, muy inteligente, que decía que la cárcel era como el mundo exterior, pero condensado". A base de consignas entusiastas y actividades minuciosamente organizadas, el crucero empuja a la gente a vivir "en una burbuja de felicidad constante, a olvidar por completo su vida real y habitar durante unos días en un paréntesis", indica Monzón. Así, en su opinión, se genera "una búsqueda histriónica de la alegría a través del lujo". De hecho, el director considera que, para parte de los pasajeros, uno de los atractivos de un crucero es "poder contarlo, poder presumir de ello". "Además, cuando uno va de crucero quiere vivir experiencias,desea que le sucedan cosas fuera de lo normal.… En los cruceros los individuos abandonan las inhibiciones, están sueltísimos. Emocionalmente se producen cambios muy grandes. De eso también se aprovechan los estafadores de la historia para forzar situaciones que, probablemente, no sucederían en el día adía", resalta. 

Un elemento transversal a la película es el turismo , un tema que está generando encendidas polémicas desde hace años. Monzón es consciente de la problemática y señala como cuestión fundamental "el tipo de turismo que cada uno haga:  no es lo mismo irte de mochilero que convertirte en una masa que es guiada por las calles de un lugar ajeno"."Parte del encanto de un viaje es que descubres cosas de ti en otros parajes, pero el turismo, cuando se convierte en algo masivo, acaba por no dejar espacio a nada más, que se lo pregunten si no a los habitantes de Venecia, Florencia o Barcelona…", resume.

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