VALÈNCIA A TOTA VIROLLA 

De Castellar Oliveral a Santa María Mazzarello: los nuevos paisajes de juego en la ciudad post-Gulliver

Las nuevas acciones urbanas de HDH Arquitectos redefinen la relación -habitualmente constreñida- de los niños con la ciudad

7/03/2020 - 

VALÈNCIA. Quienes piensan las ciudades, quienes las planean, quienes las llevan a término, quienes las discuten, incluso quienes las boicotean, o especialmente quienes las boicotean, todos ellos, terminan configurando las coordenadas en las que vivimos. La acción de la vida es quien, después, genera tensiones contra esas costuras, las pone al límite. Suele suceder que quienes unen los puntos en el juego que es el territorio urbano lo hacen a partir de criterios adultos, quedándose al margen segmentos de la población como… los niños. Esto va de ellos. 

Lo hablábamos hace cerca de un año con el especialista Chema Segovia. “Los niños han desaparecido de las calles”, decía. “Generación tras generación, los niños reciben más atención y cuidado pero reducen su autonomía”, seguía. “Hemos limitando más y más la libertad de los pequeños, construyendo hábitats insensibles e incluso contrarios a sus necesidades”, mantenía. “Los escasos lugares que reservamos a los niños y las niñas en nuestras ciudades son espacios específicos y confinados. Corrales que fundamentalmente sirven para encerrarlos a la espera de que crezcan”, concluía.

Estirando de este hilo llegamos a los proyectos que HDH Arquitectos comienza a deslizar por València, uniendo parques con paisajes de juego, con una finalidad explícita: darle la vuelta a la típica zona infantil y utilizarla como punta de lanza para un recorrido -un poco más- libre. Hace pocos meses el Colegio de Arquitectos les premiaba por su contribución al urbanismo y al paisaje.

En Castellar Oliveral, en Santa María Mazzarello… Donde nace otra ciudad.

En las dos localizaciones, el estudio HDH -que son Álvaro y Francisco Hidalgo Nuñez, y Teresa Sanchis Darocas- ha puesto una pica en Flandes a través de los paisajes de juego.

Una explicación preventiva. ¿Qué es un paisaje de juego? 

“Debe ser un espacio que, sobretodo, despierte y estimule la creatividad de los niños. Es importante entender que no se trata de un espacio contenedor de objetos independientes, sino de un sistema libre en el que el niño puede generar sus propias reglas de juego. Estos proyectos nos han permitido evidenciar que, para un niño, los juegos con nombre, formalmente reconocibles, como por ejemplo, un castillo o una casita, a veces no son más que “juguetes” con normas de uso; dando lugar a juegos repetitivos que no despiertan la imaginación de los niños. Por ello, los paisajes de juego plantean escenarios abiertos que puedan percibirse como una casita, un castillo, un barco o todo a la vez según la mirada del niño”.

Como en nuestro Gulliver fundacional, el ser adulto tumba sus dogmas y principios, dejándose arrastrar por las necesidades de los más pequeños -con su propia identidad más allá de ser considerados en diferido, como sociedad del futuro. ¿Pero cómo se consigue obtener la mirada del niño?, ¿cómo ponerse en su lugar para abordar lo que pretenden?

“Siempre nos parece interesante una primera fase de investigación en la que el entorno físico y social juegan un papel muy importante. En el caso de los más pequeños tratamos de hacer una inmersión total en el mundo del niño. La altura de su mirada, la manera de relacionarse, las distancias entre elementos, las texturas y materialidades o las formas orgánicas son algunos de los conceptos que nos fueron interesando a medida que avanzamos con proyectos. Sin embargo, a pesar del estudio y la observación, los niños tienen esa capacidad innata de sorprendernos utilizando estos espacios de juego de maneras que nunca habíamos imaginado.

El objetivo final en estos proyectos, además de conseguir regenerar un espacio, es despertar en sus vecinos cierto sentido de pertenencia. En Santa María Mazzarello, por ejemplo, se habilitó un espacio del muro medianero con pintura de pizarra donde hacer a los niños partícipes de una pequeña porción de su parque. En Castellar Oliveral, por otro lado, se acondicionó una zona destinada al montaje de estructuras desmontables durante las fiestas del pueblo”.

Los parques infantiles están ahí, como colgajos divertidos de la inercia, ¿pero siguen resultando útiles?, ¿juegan los niños de la misma manera?

“A nuestro entender, los juegos convencionales y estereotipados como columpios, balancines o toboganes, donde el acto del juego se torna repetitivo hasta eliminar por completo cualquier posibilidad de proceso creativo, representan un modelo de juego obsoleto. Los nuevos modelos, por lo tanto, deben buscar nuevos paisajes que mediante distintos elementos y escondrijos fomenten la exploración y la imaginación reivindicándolos como el acto del juego en sí mismo. “(...) el diseño de las nuevas áreas de juego se debe enfocar en la realización de espacios articulados, con obstáculos y una diversidad de materiales, en donde se brinde una verdadera posibilidad de exploración.” Tonucci 1997. La ciudad de los niños: una manera nueva de pensar la ciudad.

Hoy en día se percibe una evolución en la manera de entender estos espacios. Arquitectos como Bjarke Ingels o Alejandro Aravena han desarrollado nuevos modelos de juego libre muy interesantes en Copenhague o Santiago que han sido muy bien recibidos por parte de la sociedad”.

¿Y la ciudad? ¿Son estas acciones rebeliones contra su propia dinámica?

“No podemos negar que los núcleos consolidados se han vuelto hostiles con los más pequeños. El niño no puede utilizar la ciudad libremente, no está pensada para él, y resulta difícil encontrar rincones en la ciudad que sí lo estén, en los que se puedan desarrollar actividades propias de la infancia. Es por eso que los arquitectos tenemos la obligación de intervenir con cierta sensibilidad en aquellos espacios que, por sus características o ubicación generan un medio donde proteger al niño. Un ejemplo de acierto podrían ser los nuevos parques desarrollados en espacios interiores de manzana en Barcelona, donde la configuración de la trama urbana no ha permitido generar grandes zonas verdes pero sí ha dado como resultado una serie de “espacios de oportunidad” que se han podido reconfigurar como jardines o parques”.

Entonces, ¿sigue siendo una buena referencia el Gulliver?, ¿es un modelo vigente para conectar ciudad y niños?

“El Gulliver es un ejemplo excelente de un paisaje de juego, una idea loca de principios de los 90, del magnífico Sento Llobell, que bien podría ser un proyecto de hoy día. No obstante, carecería de sentido replicar este tipo de actuaciones en serie por toda la ciudad sin orden y sentido, pues caeríamos en acercarnos demasiado al concepto de parque temático. El Gulliver es una actuación espléndida porque es una actuación singular. Dicho esto, si Valencia necesitase una nueva actuación singular, ordenada y con sentido, nos parecería muy interesante trabajar la idea de integrar el juego a lo largo de un recorrido. Es decir, no ir expresamente a un parque “a que el niño juegue”, sino que el paisaje de juego se emplazara y formara parte de un ámbito mayor. Un ejemplo de esto son los gigantes de madera escondidos en los bosques a las afueras de Copenhague, del carpintero danés Thomas Dambo”.