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memorias de anticuario

Diferentes miradas pictóricas sobre la naturaleza en clave valenciana

14/07/2019 - 

VALÈNCIA. En demasiadas ocasiones la pintura de paisaje ha adolecido de cierta falta de claridad a la hora de titular el cuadro, tratándose de una obra figurativa, sin embargo, nos hemos quedado con las ganas de saber el lugar concreto pintado por el artista, dando pie a toda clase de especulaciones de tertulia. El Museo Del Prado, de hecho, recientemente ha pedido ayuda al público con el fin de poder identificar un paisaje del siglo XIX obra de Agustín Riancho y que ha sido donado por un coleccionista particular. Se trata de un cuadro de una zona que reúne unas características orográficas bastante peculiares, con lo que sería interesante identificar el lugar, en lugar de dejar la obra con un título que poco aporta como “paisaje montañoso” o algo parecido.

Sería aplicable a este artículo aquello que decíamos en el anterior sobre la emancipación del paisaje en el siglo XIX en la pintura española. Aunque en siglos anteriores se dieron casos de pintura de paisaje, en este caso de naturaleza, estos deben verse como excepciones a la regla en un panorama copado por otras temáticas más de moda y utilitarias. Sobre la pintura de paisaje en la pintura valenciana se han escrito monografías, catálogos y se han realizado exposiciones monográficas excelentes. De la última, recientemente finalizada, en Torrent dedicada a Jenaro Palau, al que pude contribuir con un pequeño lienzo de un paisaje de la zona de Buñol, puede concluirse que el torrentí fue un buen paisajista. Desde la primera mitad del siglo XIX es uno de los géneros más tratados. Desde el mar, la costa, el paisaje de interior agreste e indóminto o bien domesticado por la mano del hombre. Esta abundancia de artistas y obras ha alcanzado un zénit hasta bien entrado el siglo XX… hasta que desde hace un par de décadas se ha producido cierto retroceso como referente temático.

Paisaje de Gonzalo Salvá

Este es un artículo más personal que académico y con propósitos más o menos exhaustivos puesto que es una tarea implanteable hacer un repaso descriptivo de lo que ha sido la historia del paisaje natural en la pintura valenciana a lo largo de los últimos 150 años con artistas que de forma más o menos importante en su corpus pictórico lo han tenido presente: Muñoz Degrain o la naturaleza mayestática, expansiva y paralizante, Salvador Abril o el pintor de los azules marinos y de la omnipresencia del agua, Gonzalo Salvá-uno de los grandes en esta especialidad- y sus paisajes del monte mediterráneo, como también lo fue Agustín Almar (un completo desconocido para el público), Genaro Palau artista de mirada caleidoscópica e hiperactiva, a veces un tanto osado y no consciente de algunas limitaciones, Joaquín Sorolla, Constantino Gómez, Ignacio Pinazo, José Navarro, Peppino y José Benlliure…

La línea de costa

Es bastante obvia la preponderancia de este género en la pintura valenciana. Dado que soltar tres obviedades a cerca de la abrumadora figura de Sorolla y su maestría quizás no aporte demasiado, sí me referiré a un discípulo suyo Tomás Murillo Rams (1890-1934), fallecido antes de lo que tocaba, y que a pesar de desarrollar su carrera a la sombra del gran maestro y de Pinazo, se permitió dar una pequeña vuelta de tuerca para dotar de cierta modernidad, sin desmelenarse, a un modelo temático de sobra conocido: la escena de playa (barcas, personajes, bueyes, viento, espuma…). A buen seguro, de haber podido tener una carrera mas longeva, la evolución de su pintura hacia la modernidad se hubiese percibido con más viveza. Como me temo que nunca podré atesorar en mi humilde colección una escena de esa índole firmada por don Joaquín, sí que espero hacerlo algún día con algo de Tomás Murillo Rams porque es un pintor que, ciertamente, aprecio.

Nos alejamos de la primera línea de playa para adentramos en la duna, en este caso de la parte sur de la ciudad, en el Saler, para encontrarnos con el artista que supo ver como nadie la panoplia de colores que se dan cita en ese frágil y vivo, por cambiante, ecosistema tan cercano a la urbe, pero a la vez tan poco domesticado, afortunadamente. Francisco Lozano (1912-2000) fue el gran pintor de la franja dunar entre el mar y la Devesa. Su pintura es un estallido de mediterraneidad en cada lienzo, aun en las tintas en blanco y negro. La pintura de Lozano vibra, de eso no hay duda, y por ello de su incuestionable éxito. No citar en esta relación a Francisco Sebastián (1920-2013) sería una falta imperdonable. Cuando pienso el la obra de este gran pintor la palabra que la evoca es la de luz: radiante y omnipresente. Es muy difícil que no me guste una obra de este artista que siempre contemplo con una mirada hedonista y relajada. Cultivó un paisaje de contención formal y cromática, siendo ahí donde radicaba buena parte de su atractivo. No es la fuerza expansiva de Lozano lo que describe el paisaje de Sebastián, sino la elegancia y cierto reposo. El Saler también capta su mirada, así como la Patacona, la Albufera…

Francisco Lozano, Dunas

Los colores del interior 

Genaro Lahuerta (1905-1985) y Luis Arcas Brauner (1934-1989) son los dos grandes artistas de las tierras. De las tierras de interior y sus colores. Ambos manejan magistralmente el cromatismo para que tome cuerpo el misterio del arte que consiste en la evocación. Nunca es, realmente, el paisaje tal como lo pintan, pero paradójicamente, la evocación poética de ese mundo no puede ser más precisa. Puede decirse que son los paisajistas de la memoria, de las sensaciones que nos quedan y que son precisamente lo verdaderamente esencial de ese entorno. Lahuerta pintó numerosas tablillas y lienzos  con una concepción renovadora, rompedora con la tradición sorollista que ya puso de manifiesto desde los tempranos años 30. Su paso por el Sahara va a significar un antes y un después Un paisaje duro y áspero de ocres, tierras de interior relieves y profundamente mediterráneo. Los campos de color configuraban la orografía. Luís Arcas Brauner nacido en valencia en y fallecido en Cambridge de forma prematura a los 54 años es el otro de los grandes poetas-pintores de estos paisajes. Más realista Arcas, más tendente a la síntesis Lahuerta, Arcas se empeña en traducir la orografía con más fidelidad. Lahuerta, aunque treinta años más joven tiene una mirada más adelantada, vanguardista, quizás porque su juventud estuvo “contaminada” por estos movimientos de inicio de siglo.

Joaquín Michavila: eclosión de la modernidad en la marjal 

Joaquín Michavila (1926-2016), aunque es artista multidisciplinar temática y técnicamente, se le conocerá como el maestro del llac. Debió experimentar su particular epifanía cuando percibió todo un universo de sensaciones, a través del que expresarse, en los reflejos en el agua de la  Albufera, sus arrozales y las casetas de motores y aperos que se desperdigan por la marjal. La originalidad radica precisamente en la traducción moderna, vanguardista de un motivo tradicional. De una figuración inicial alejada de cualquier atisbo de sorollismo clasicista, sus imágenes del “llac” y la “casa negra” se van paulatinamente-y evolutivamente- abstrayendo por medio de un trazo cada vez más nervioso, caligráfico sin que el espectador deje de intuir formas y reflejos que evocan este paisaje próximo a las dunas de Lozano aunque a través de planteamientos muy diferentes.  Es con diferencia su serie más conocida y amplia y que abordó de forma obsesiva, después de una etapa constructivista, con todas las técnicas posibles: óleo, acuerala, lápices, ceras, collage… En alguna ocasión a algún joven artista que sin las ideas claras cambia de tema, y técnica de forma demasiado frecuente sin profundizar lo más mínimo le pongo como ejemplo a la serie del Llac de Joaquín Michavila, trabajada durante cerca de tres décadas y en continua evolución, trasformación a través de la investigación e introspección del artista.

Por tierras lejanas 

Hemos hablado hasta ahora de artistas desaparecidos. No es el del paisaje natural, en la actualidad, un género excesivamente cultivado en nuestro país aunque paradójicamente varios de los maestros más importantes de nuestro tiempo sí que se acerquen a este género en buena parte de su obra y desde puntos de vista absolutamente personales: David Hockney, Amselm Kiefer y Peter Doig. Entre nosotros pienso que Calo Carratalá (Torrent 1959) es uno de los mejores exponentes del nuevo paisajismo valenciano, si bien, después de unos inicios más pegados al terreno, su mirada ha viajado buscando otros paisajes: Noruega y sus cumbres nevadas, Selvas ecuatoriales en los que llaman la atención sus magníficos tondos, la serie del Cañón del Colorado.. . Calo conjuga perfectamente un impresionismo de fresca modernidad con una atemporalidad que siempre mantendrá su obra en perfecto estado. El buen arte es lo que tiene.  No se puede decir que pertenezca a una escuela o grupo puesto que en los tiempos que corren va por libre en un género no especialmente cultivado en la actualidad en el que encontraríamos otros ejemplos importantes en José Saborit (Valencia 1960) y su virtuosismo en los meditativos y poéticos degradados (no olvidemos sus acuarelas botánicas), Mery Sales (Valencia 1970) y su naturaleza de complejas estructuras arbóreas difuminadas o Irene Jiménez De la Iglesia (Valencia 1959) y su figuración neorromántica.

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