VALÈNCIA. En un año normal, la plaza del Ayuntamiento ya habría recibido algún que otro ninot previo a la plantà. En un año normal, ya olería a pólvora tras la mascletà. En un año normal las calles habrían sido tomadas por los peatones, entre vallas amarillas y paradas de comida para llevar. Pero no es un año normal. Las Fallas de 2021 han sido, de nuevo, aplazadas y sin la seguridad de que se puedan llevar a cabo. La crisis sanitaria ha cambiado el presente inmediato de una fiesta con más preguntas que respuestas. En cualquier caso, la creatividad no para. Aunque habrá que esperar un poco más para ver la falla municipal del artista urbano Dulk, que firma junto al artista fallero Alejandro Santaeulalia, los trabajos van a buen ritmo. En pocas semanas, de hecho, está previsto dar por terminada 'Protege aquello que amas', lema de la falla, momento en el que estará lista para arder. Cuando las circunstancias lo permitan, claro.
El monumento parte de lo onírico, de un lenguaje poético, para tratar un tema muy real: la crisis medioambiental. Esta temática, que no es nueva en su obra, es la base de la falla municipal de 2021 y, también, de la exposición La rondalla del fang, que se inaugura esta semana en el Centre del Carme. El centro cultural, que en los últimos años ha capitalizado el poder creativo de la fiesta organizando exposiciones de los artistas que firman la falla municipal, como Okuda o Escif, plantea ahora un proyecto expositivo que buscar sumergir al público en una experiencia en la que la ficción sirve de puerta para entrar en una realidad que no siempre es como uno querría. El proyecto gira en torno a la Albufera, dibujando un cuento visual que se conecta directamente con esa falla que, de momento, solo podemos imaginar.
-Dicen que la exposición se plantea como una experiencia "inmersiva".
-Es un concepto diferente a lo que he hecho hasta ahora en el ámbito expositivo. Quería hacer algo diferente, aprovechando que estamos en un contexto museístico, un proyecto sensorial, que involucre al espectador. El visitante será un personaje más en mis cuadros. Hemos pintado toda la sala al completo, todas las paredes, murales a los que se suma una serie de esculturas de mediano y gran formato que buscan envolver al público. El proyecto se conecta con un cuento escrito junto a Mar Venegas, un relato inspirado en el problema medioambiental de la Albufera. Hace tiempo que quería trabajar sobre este paraíso, que es desconocido para muchos valencianos. Quería traerla al centro de la ciudad. Debemos valorarla y ser conscientes de los problemas que amenazan a su agua y a los seres vivos que la habitan.
-¿Cómo se traduce esta compleja realidad, ese compromiso social, en experiencia artística?
-Primero hay una fase de investigación sobre el problema a tratar, del que surge esa narrativa que marca el proyecto. En este caso me puse en contacto con Pablo Vera, un ornitólogo que trabaja para Seo BirdLife, quien ha estado involucrado al 100% en el proyecto. Con él he visitado el parque, pero de una manera diferente, aprendiendo sobre cómo cambian los comportamiento de las especies a partir del cambio climático o cuáles van desapareciendo. Fue durante este proceso, de hecho, cuando surgió la idea de crear ese cuento que contara su historia de una manera onírica, no fue algo que planteamos al inicio. Ha sido un viaje muy bonito, porque el proyecto ha ido creciendo durante todo este tiempo, ha sido un gran trabajo en equipo. De lo que había planteado al principio a lo que se ha hecho ha cambiado mucho.
-Además, habéis trabajado in situ durante más de dos meses en el Centre del Carme, algo que es bastante inusual.
-Se tenía que hacer así porque se ha creado todo para la sala. Las pinturas murales están pintadas en el propio espacio. Ha sido un trabajo durísimo. La propuesta inicial era algo más sencilla pero se nos fue de las manos [ríe]
-Ese carácter efímero en la muestra también se conecta con el de las Fallas.
-Esa es la gracia. Muchas de las personas que ya lo han visto piden que no se borre, pero al final es parte de este universo, en las Fallas y en la pintura mural. Te acostumbras a que es una cosa pasajera.
-¿Desespera trabajar en una falla -en este caso, además, la municipal- sin saber cuándo o cómo se podrá ver?
-Es una pena. Me da mucha tristeza. Tenía muchas ganas y emoción, y todavía las tengo, de hacer la falla municipal. Es cierto que cuando lo adjudicaron ya sabía que podría ser complicado. Recuerdo comentarlo con Alejandro Santaeulalia y él decía: "Tranquilo, que todo estará bien. Si estamos igual, mal asunto". Al final, seguimos igual y a saber hasta cuándo. Hablan de octubre, de septiembre... yo prefiero no pensarlo. Cuando tenga que ser, que sea y que sea bien. Lo que no quería es que la quemen sin que la pueda ver la gente.
-Los trabajos en ella, ¿han finalizado?
-El proyecto no está finiquitado, pero le quedan dos o tres semanas. La semana pasada estuve pintando la parte principal, la cabeza del oso. De hecho, debido a que no se ha tenido que terminar [por el aplazamiento de la fiesta], he podido centrarme mucho más en la exposición. Espero que cuando la plantemos la pueda visitar el máximo público posible.
-En el caso de Escif, la crisis sanitaria añadió nuevas lecturas a su proyecto. En tu caso, el diseño ya se hizo durante la llamada ‘nueva normalidad’, ¿lo integra o lo evita?
-Quería romper con todo lo que tuviera que ver con esta situación. Ya tenemos bastante covid-19 en la vida real. Tenía claro que no quería hacer referencia en la falla municipal. En cualquier caso, la temática principal es cómo el planeta está deteriorándose, un tema también de actualidad.
-Hablamos de un mensaje muy duro, pero envuelto en lenguaje visual bello, onírico.
-Esta es una de las características principales de mi trabajo. Esto hace que puedas captar a todo tipo de público, que al principio se siente atraído por los colores o las formas y, después, descubre que en esa escena está pasando algo que no es lo que parece. Esta es una pauta que se ve en todo mi trabajo, tanto en la falla como en la exposición. Abro ventanas a un mundo imaginario, aunque contiene mucha realidad.
-¿Está el público más receptivo con este tema?
-Es un tema de completa actualidad. Yo no me considero activista, soy un pintor que retrata -o versiona- la realidad a partir de mi lenguaje, aunque he sentido un interés especial por la fauna. Desde bien pequeño ya era así. Siento que es un momento en el que estamos a tiempo de conseguir cosas y, especialmente en estos últimos años, veo cambios. Pero haya que ponerse las pilas.
-Como creador y, especialmente, con un trabajo tan vinculado a la naturaleza, ¿cómo ha afectado a tu inspiración las restricciones de este año, esa falta de contacto físico?
-Siempre intento hacer un par de viajes al años para perderme en la naturaleza y este año no he podido. De hecho tenía previsto uno al norte de Noruega para ver osos polares, con lo que después iba a hacer un proyecto, pero al final no ha podido ser. También muchos proyectos de pintura mural en otros países se han cancelado o aplazado. La parte positiva es que he podido dedicar mucho tiempo a esta exposición. De hecho, en un primer momento no sabía si podría hacerla, porque coincide con una que está abierta ahora en Nueva York y tenía todos estos proyectos murales.
-En el plano artístico, ¿qué te inspira?
-Sobre todo, la pintura flamenca es una de mis grandes referencias, ese nivel de detalle de los hermanos Van Eyck. Aunque el artista que más me ha inspirado, y sigue haciéndolo, es El Bosco. Alucino con su trabajo. Cuando lo descubrí vi un camino hacia el que evolucionar a partir de esas historias imaginarias que ya dibujaba. También conecto con los pintores del surrealismo como Dalí o Magritte. Actuales hay muchos, pero siempre he sentido preferencia por los grandes maestros del pasado.