VALÈNCIA. Fue en 1769 cuando la Royal Academy of Arts puso en marcha la primera edición de la conocida como Summer Exhibition, una propuesta expositiva única en la que dialogan artistas de renombre con creadores emergentes, que acceden a través de una convocatoria abierta. Y así ha funcionado hasta este mismo 2021, en una edición coordinada por el artista británico-nigeriano Yinka Shonibare. Cambiamos de escena. Cuenta la leyenda que Winston Churchill, en plena Segunda Guerra Mundial, fue preguntado por la posibilidad de retirar los fondos destinados a las artes para dedicarlo a la batalla, ante lo que respondió: entonces, ¿para qué estamos luchando? La anécdota, aviso a navegantes, pertenece a esa sopa llamada leyenda urbana, pero sirve para ilustrar la estima del Reino Unido a su arte y sus artistas. Volvemos al presente, al 2021 de la pandemia. Las galerías de arte han estado cerradas durante meses en Inglaterra, con unas restricciones mucho más duras que en España, una espera que ahora está siendo compensada con ilusionantes proyectos. Entre ellos, la triple exposición encargada por la galería Gagosian al artista Damien Hirst, una programación que ha servido para sacudir el panorama cultural de la ciudad tras los meses de inanición.
Si bien ninguna de estas historias coinciden en tiempo o en sus protagonistas, sí lo hacen en contexto y espacio. Viajamos a Londres. La ciudad británica se ha convertido por méritos propios en una de las grandes capitales del arte contemporáneo, una situación que no se puede explicar de forma sencilla, pues es resultado de la combinación de factores. “Lo que es interesante en Londres es el enfoque transversal, hay directores de museo que vana a ver exposiciones que hacen los alumnos de escuelas, los estudiantes tienen la posibilidad e visitar instituciones financieras para buscar apoyo económico.… Es un entorno mucho más democrático que en otras espacios, donde hay una clara división”. Estas palabras las firma Maya Binkin quien, junto a Javier Molins, ha dado forma a la exposición London Calling. Arte británico hoy, que se puede ver en Fundación Bancaja, muestra que presentaron este jueves junto al presidente de la Fundación, Rafael Alcón.
Ese London Calling remite tanto al himno de The Clash como a las retransmisiones de la BBC, una fórmula que también habla de la manera en la que Gran Bretaña ha cuidado sus productos y, también, los ha comunicado al mundo, desde esos locos años 60 que convirtieron a la ciudad en foco de una auténtica revolución cultural. Este caldo de cultivo ha dado forma a una de las escenas más ricas de los últimos tiempos, comparable, expresó Molins, a la Florencia del Renacimiento. Instituciones como la Tate, la Royal Academy of Arts o la Serpentine Gallery y movimientos como la nueva escultura británica o los Young British Artists demuestran que difícilmente ninguna otra ciudad podría presentar una exposición que incluya la cantidad y calidad de los artistas presentes en London Calling. Ahora, esos artistas se dan cita en València.
Así, el público podrá asistir a una "radiografía" de la creación más contemporánea de un elenco de artistas vivos nacidos a lo largo de cinco décadas, entre 1937 y 1978, formada por David Hockney, Michael Craig-Martin, Phyllida Barlow, Sean Scully, Richard Deacon, Tony Cragg, Antony Gormley, Anish Kapoor, Cornelia Parker, Julian Opie, Grayson Perry, Yinka Shonibare, Jake y Dinos Chapman, Rachel Whiteread, Damien Hirst, Mat Collishaw, Rachel Howard, Jason Martin, Annie Morris e Idris Khan. Casi nada. La exhibición recoge medio centenar de obras, la mayoría inéditas en España, y algunas de ellas creadas ex profeso para la ocasión, un repaso por algunos de los primeros espada del arte contemporáneo a través de su trabajo reciente.
Algunas de las piezas mostradas, de hecho, son tan recientes que no escapan al contexto pandémico. Tal es el caso de Michael Craig-Martin, que presenta dos pinturas en las que encontramos objetos de la vida cotidiana, entre los que destaca la mascarilla o el gel hidroalcohólico. Convive en la misma sala con Anish Kapoor, cuyas obras reflejan dos características muy presentes en su trabajo: el uso del color rojo y del acero inoxidable. Por una parte, tenemos dos discos de acero inoxidable con laca roja en los que el visitante se puede ver reflejado pasando tanto él como su entorno a formar parte de la obra. Y, por otra, presenta tres sugerentes obras pertenecientes a las pinturas realizadas con silicona en las que el color rojo, tan presente en la pintura religiosa, es el protagonista, un viaje 'cárnico' que remite a otro gran nombre: Francis Bacon.
Otra de las estrellas de esta constelación artística es el "incuestionable" Damien Hirst, del que podemos ver Yantra, una obra de una gran belleza realizada con mariposas muertas, o Sad Memories, una de sus conocidas vitrinas, que en este caso expone zirconitas. En el recorrido cuenta, por supuesto, con la presencia de David Hockney, uno de los artistas británicos más influyentes del siglo XX, que presenta dos obras realizadas con ordenador y iPad, piezas que se pudieron ver en su exposición A Bigger Picture en la Royal Academy of Arts, siendo la segunda exposición más visitada hasta la fecha en la historia de esta institución.
Otros de los trabajos interesantes lo firma Rachel Whiteread, con una escultura que llena el espacio que podemos encontrar debajo de una silla, o Cornelia Parker, con la pieza Endless Column IV , una instalación que suma treinta piezas de plata en referencia al pago que recibió Judas por traicionar a Jesucristo. Además, un guiño al arte español con el proyecto del dúo formado por Jake y Dinos Chapman, que presentan una de sus obras más conocidas, consistente en una intervención en la serie de grabados Los desastres de la guerra de Goya, y otra obra en la que podemos ver un chaleco bomba como los utilizados en los atentados terroristas fundido en bronce. Todos ellos hacen una fotografía de una ciudad que, aunque con un rico pasado, mira de frente al futuro. Dios salve el arte inglés.
El Año Sorolla clausura sus actividades en València con una gran exposición en Fundación Bancaja en la que la emoción une el trazo del pintor y el relato de Manuel Vicent