VALÈNCIA.. Los días 18, 19 y 20 de octubre, Rafael Álvarez, también conocido como "El Brujo" volverá a subirse a las tablas de Rambleta a cara desnuda, con su voz, el gesto, el ritmo, la rima y la conexión misteriosa del verso con el elemento sutil del espacio y del aire como únicos recursos, para interpretar una obra brillante con grandes dosis de humor. El artista vuelve a Rambleta para estrenar en Valencia su “asignatura pendiente”, un nuevo espectáculo que reúne los mejores versos de su vida en las tablas: ‘Mi vida en el arte’.
Una obra en la que el centro y la periferia, la motivación y la justificación, el punto de partida y el objetivo final solo son “versos, versos, versos y más versos”. “Esta es la asignatura pendiente de mi “vida en el arte””, señala El Brujo. Evoca el título de la conocida y clásica autobiografía del actor y director de teatro ruso Stanislavski. El actor y dramaturgo cordobés cuenta muchas cosas que le han pasado en el escenario o cómo llegó al teatro, intercaladas con poemas del Siglo de Oro, de Lope de Vega, los místicos, Quevedo, Shakespeare y Cervantes.
“El verso es siempre una asignatura pendiente para cualquier actor que ame realmente el teatro”, apunta. Dijo Nuria Espert en cierta ocasión, que no entendía que una actriz, o un actor, no sintiera de vez en cuando la nostalgia apremiante de hacer teatro. “Yo asumo esta afirmación y añadiría, además: “teatro en verso”. Los textos clásicos revisten el arte escénico de su antigua dignidad y de su magia irrepetible. Y el verso le confiere al actor un magnetismo, y una luz que no puede darle nunca el cine, por más excelente que sea una producción cinematográfica, ni por supuesto la TV”.
“El verso rompe el tiempo y se pone al lado del espíritu de fiesta que es siempre el teatro del siglo de oro español”. Para El Brujo no hay forma de imaginar a los grandes autores del Siglo de Oro si no es en verso donde la complejidad del pensamiento barroco se compensa con la sencilla musicalidad popular de los versos. A Valle Inclán le preguntaron que era eso de “el milagro musical del sonido” y señalándose un oído, y después el otro, contestó diciendo: “que por aquí me entra, y por aquí me sale.” No hay forma más graciosa y perspicaz de definir el anonadamiento gozoso que trasmite la poesía, especialmente la del teatro barroco español.