Memorias olvidadas rescata las miradas del gótico valenciano que se escondían entre bóvedas y cornisas. La colección de fotografías empezó, literalmente, a pie de obra y muestra esculturas imposibles de apreciar con los pies en la tierra.
VALENCIA. El Centre del Carme de Valencia revive desde el martes los rostros medievales de los valencianos con la muestra Memorias Olvidadas. Palacios de la memoria. Ella juega con la paradoja memoria-olvido y expone 58 fotografias de esculturas góticas del siglo XIV y XV, muchas de ellas representan personas que existieron realmente y fueron inmortalizadas en piedra caliza y policromada. La exposición del Centre, abierta hasta el 25 de septiembre, es un segundo episodio de una muestra que se expuso por primera vez en 2015, que recuperaba estas esculturas góticas inaccesibles gracias a las lentes fotográficas. La segunda ronda suma cinco nuevas imágenes, entre ellas destacan las instantáneas tomadas en la Iglesia Arciprestal de Santa María de Morella.
El comisario de la exposición y académico de Bellas Artes Arturo Zaragoza, bromeaba con el origen de este proyecto, subirse a un andamio y cambiar la perspectiva con la que se admira el gótico monumental. Muchas de las fotografías, que recorren la Comunitat Valenciana desde Morella hasta Orihuela, fueron tomadas "aprovechando que estaban de obras". El director del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, José Luis Pérez Pont, señala que gran parte de la selección se ha materializado dependiendo de la restauración de los templos y edificios. Sin alas y sin drones este patrimonio es inaccesible. Lugares recónditos como claves de bóvedas y gárgolas inalcanzables esconden a 13 metros de altura esculturas de gran valor artístico que sirven de guía para conocer los hábitos de la sociedad de la época.
El proyecto, que ha sido elaborado como una auténtica investigación, se ha realizado gracias al trabajo de los fotógrafos valencianos Joaquín Bérchez, Carlos Martínez y Mateo Gamón. Como ha indicado Pérez Pont, las "miradas contemporáneas" de los tres artistas y los avances tecnológicos han hecho posible que un trabajo de investigación "se convierta en una obra de arte".
Bérchez se preguntó en la presentación de la exposición quién cumplía el papel de la fotografía antes que ella. Sin duda, la memoria. Las esculturas la materializan y el valenciano incide en que lo que queda detrás de todos los retratos es el ser humano: sus expresiones, su tristeza y sus afectos. El hombre al natural gracias al detalle de los escultores, de los cuales no todos han sido identificados. Analiza la muestra desde una vertiente artística, sin connotaciones religiosas o estilísticas; y realza la verosimilitud con la que exhibe la forma de ser de los retratados. Además, a través de las imágenes se puede hablar de modas, como las vestimentas romanas o las barbas cuidadosamente rizadas. La mayoría de retratados son desconocidos o figuras bíblicas, pero también se puede encontrar el retrato de Francesc Baldomar o Rodrigo de Borja.
La colección es una "realidad aumentada" que muestra al público dónde debe mirar, amplia hasta el mínimo detalle, devuelve a las obras la luz con las que fueron pensadas y sitúa bajo los objetivos aquellas que son custodiadas por almacenes municipales. Asimismo, se ha utilizado en muchas fotografías una técnica novedosa, los glisés. Se trata de inyecciones de tintas indelebles sobre papel de algodón que permiten una calidad superior "a la propia visión" y una durabilidad de más de un siglo. Las pasiones de una sociedad se recogen gracias a esta precisión y se centra la mirada del espectador, que se perdería sin esta selección.