VALÈNCIA. El diario de Hannah Arendt es uno de los documentos más extraordinarios que se conservan de esta pensadora única y controvertida de origen judío, que estudió filosofía y teología con Heidegger, Jaspers y Bultmann. Se trata de una figura clave de la filosofía política del siglo XX, autora de ensayos notables como Los orígenes del totalitarismo, La condición humana, Sobre la revolución y Eichmann en Jerusalén.
La editorial Herder ha publicado este colosal diario de pensamiento -más de 1200 páginas- bajo el título Diario filosófico 1950 – 1973. Tal y como indica la editorial, en este diario“el lector podrá asistir al desarrollo del pensamiento arendtiano a través de las lecturas, reflexiones, aforismos y poemas que escribió una de las figuras del pensamiento más importantes del siglo XX. Diario filosófico supone un interesante testimonio de la actividad intelectual de una de las figuras clave de la filosofía política contemporánea, cuyo análisis de la caída en la barbarie del totalitarismo y de las condiciones necesarias para la libertad democrática sigue plenamente vigente”.
El diario de Hannah estuvo perdido durante demasiado tiempo. El manuscrito original está formado por 28 cuadernos que se entienden como el campo de laboratorio de su pensamiento, es decir, los materiales de trabajo que la autora escribió durante 23 años, entre 1950 y 1973. Tal y como escribe Teresa Gutiérrez de Cabiedes en su libro El hechizo de la comprensión: vida y obra de Hannah Arendt, “los cuadernos de Arendt conforman un texto peculiar, cientos de 'relámpagos de pensamiento', diseminados por veintiocho libretas con anotaciones dispares y una cuyo hilo conductor es la filosofía de Kant”. En efecto, este será conocido como “Cuaderno de Kant”. En cualquier caso, este diario supuso para Arendt un espacio intemporal que, como apunta Gutiérrez de Cabiedes, le permitía varias cosas al mismo tiempo: “(...) por un lado, quien escribía los cuadernos los utilizó numerosas veces como escritorio de viaje, y en ellos dejó constancia de lo que no podía ser retenido en otro soporte que la memoria. Por otro lado, aquella pensadora había lamentado en repetidas ocasiones un hecho: que 'escribir supone abandonar el lugar del pensar (el sofá o la mecedora) y allegarse a la máquina de escribir'. La necesidad de moverse fisicamente y de interrumpir su diálogo interior quedaba salvaguardada en cierto modo por un cuaderno de anotaciones, mucho más ligero y móvil y mucho menos ruidoso y mecánico”.
Emigró a París en 1933 a causa de la represión nazi. Todavía más: el régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951. Diez años antes, en 1941 fijó su residencia en Estados Unidos, donde se dedicó fundamentalmente al periodismo y la docencia. En la víspera de la llegada nazi, Arendt ya fue avisada de lo que sucedería si no se declaraba enteramente alemana. En una correspondencia que intercambió con el pensador Karl Jaspers, éste le intentaba convencer de que se declarara alemana y dejara a un lado su condición de judía. Ella le dijo que Alemania le había dado su lengua materna, la filosofía y la poesía pero que en el resto se sentía lejana. Él le respondió: “Me extraña que usted, como judía, se quiera diferenciar de los alemanes”. Arendt vivió una progresiva separación de sus amigos por causas enteramente políticas. Además del alejamiento de Jaspers, las diferencias con Leo Strauss o con Benno von Wiese hicieron que se separaran personalmente. Sin embargo, la verdadera ruptura fue con Heidegger, su gran amor.
El mundo es eterno, los hombres son mortales, el género humano no es inmortal como especie (Antigüedad). 2) El mundo es mortal, el hombre en cuanto individuo es inmortal, el género humano como especie es mortal (Cristianismo) 3) El mundo es potencialmente inmortal, el hombre, es mortal, la especie es inmortal (Modernidad) 4) En (1) el acento recae sobre el mundo, en 2) el acento está puesto en el individuo, y en 3) lo acentuado es la especie (Hegel-Marx).
Así, con una mezcla soberbia de reflexiones y cifras, Arendt era capaz de resumir en apenas unas líneas la historia de la humanidad.
Los años que recoge el diario fueron, sin duda, los más prolíficos en la vida de la pensadora. A los 43 años se había casado con Heinrich Blücher, después de un breve matrimonio con Günther Stern. Blücher sería el compañero de Arendt durante 25 años, hasta la muerte de éste, en 1970. El diario se inicia en 1950 y apenas un año después aparece una de sus grandes obras: Los orígenes del totalitarismo. A principios de los 50 se había reencontrado de Heidegger. Mantuvieron una relación extraña -cordial y disidente por etapas- hasta el final de sus vidas. Ella reconoció que siempre le influyó su pensamiento aunque, tal y como podemos leer en sus diarios, no dudaba en rebatirle en aquello que consideraba necesario; por ejemplo, a una famosa conferencia de Heidegger sobre Heráclito y el Logos.
¿Qué es lo opuesto al estar junto? (¿o al poner juntamente y separar entre sí, al identificar o distinguir?) Sin duda la deducción lógica, en la que ya no está junto lo presente con lo que se hace presente, sino que una cosa particular, desgarrada de la interconexión, lo absorbe todo en sí misma hipertróficamente; y eso siempre también en la lógica, en la forma de la organización. Eso tiene una conexión con el mal radical.
Entre todos los sentidos el gusto [el paladar] es el que está más estrechamente unido con el acto de juzgar, en concreto con el acto de juzgar como tal. Esto es así porque lo gustado ha de incorporarse a mí, de alguna manera ha de convertirse en parte de mi mismidad corporal.
Uno de los lemas que pueden extraerse de estas páginas es el que sigue: “Trabajar, pensar, amar, son la esencia de la vida pura”. Pero, ¿cómo racionalizaba Arendt algo tan intrincado como el deseo?
El deseo media entre sujeto y objeto, y anula la distancia entre ambos al transformar el sujeto en amante y el objeto en amado... pues el amante nunca está separado de lo que ama; él mismo pertenece a lo amado.
En 1970 muere Heinrich Blücher. Ella lo reflejó en su diario como un escueto “Sin Heinrich” que da buena cuenta del dolor que debió sentir. Solo dos años más durarían aquellas anotaciones, pues el brillo intelectual de Hannah se iba conformando junto a Heinrich. Sin él, sin el compañero de debate, de pensamiento, de vida... ¿qué quedaba? Él fue su principal apoyo en uno de los trances más significativos de la vida de la filósofa. Se trata del llamado 'proceso de Eichman': desde abril hasta junio de 1961 Arendt acudió como reportera de la revista The New Yorker a Jerusalén. Su presencia y sus crónicas se volvieron controvertidas cuando acuñó la expresión “la banalidad del mal” para referirse a las atrocidades nazis, al tiempo que criticó los consejos judíos de los campos de concentración. La película que Margarethe von Trotta estrenó en 2012 bajo el título Hannah Arendt hablaba precisamente de este momento exacto.
Arendt murió en su despacho por un ataque de miocardio en el año 1975. Ella dejó escrita en su diario una sentencia sobre la justicia de la muerte:
La muerte es el precio que pagamos por la vida que hemos vivido. Es de miserables no querer pagar ese precio.