Edhasa edita en español "Jesús de Nazaret", la personal visión del director Paul Verhoeven sobre la biografía del nazareno
VALENCIA.- Sólo han hecho falta ocho años para que alguien (en este caso Edhasa) se atreviera a traducir al castellano Jesús de Nazaret de Paul Verhoeven. Supongo que algunos querrán ver una mano negra detrás de tan dilatado retraso, pero probablemente se equivoque y tenga que ver más con el hecho de que había cosas más interesantes que publicar. En realidad, la visión del físico y matemático reconvertido en director de cine (Robocop, Los señores del acero, Instinto básico o la tan reciente como infumable Elle), aunque original, no es escandalosa ni herética.
¿Y qué hace Verhoeven escribiendo sobre Jesús? Pues resulta que fue uno de los miembros (el único sin credenciales religiosas) del llamado Seminario de Jesús, un grupo de trabajo por el que pasaron más de 200 expertos (con predominio de protestantes) y que entre 1985 y hasta 2006 se planteó el difícil reto de separar lo que hay de histórico y de fantasía en el relato de los cuatro evangelistas de la Biblia (aunque sin dejar de lado totalmente los textos apócrifos). Utilizando cuentas de distintos colores, los participantes votaban si cada pasaje era definitivamente / probablemente cierto o falso.
Las conclusiones del Seminario no se tomaban por unanimidad, de ahí que el propio grupo de trabajo, fundado por Robert W. Funk, estuviera dividido en varias corrientes o sensibilidades. Algunos, como Robert McNair Price, incluso defendían en minoría que Jesús no es un personaje histórico. Aunque Verhoeven no niega su deuda con el Seminario insiste en que las tesis del libro —que nació como una investigación para una película que nunca rodó— son cosecha propia. Quizás por eso lo más interesante de esta aproximación al Nazareno es que el director se acerca a los textos con la visión de un guionista y director de cine y aunque a veces se la vaya la mano —se permite el lujo de corregir a los evangelistas y mejorar sus versiones de los hechos—, en otras sorprende gratamente.
De lo primero, sus discutibles reinterpretaciones de algunas parábolas (en contenido y significado) o ese rozar el absurdo (por arbitraria) con su explicación de los exorcismos del presunto hijo de Dios; de los segundo, su convincente teoría (basada en Juan) sobre la cronología y la relación entre Jesús y el Bautista o los hechos (tanto el momento como los motivos) que rodearon su entrada en el templo para ponerlo patas arriba.
En Jesús de Nazaret, Verhoeven ha hecho un ejercicio muy similar al que llevó a cabo Emmanuel Carrére en El Reino (Anagrama 2015), sólo que el francés se centró en la figura de Pablo y en cómo pudo consolidarse el cristianismo primitivo. En ambos casos, el resultado es más que convincente, lo que no significa que sean ciertos. De hecho hay tantas teorías contradictorias que hasta puede ser que ninguna sea la correcta.
Para entender lo mejor del libro de Verhoeven hay que aclarar algún matiz. El primero es que Evangelio es tanto la biografía de Jesús (una) como la suma del testimonio de los cuatro evangelistas, que en realidad son cuatro relatos con tantos puntos en común como discrepancias. El director consigue devolver la unicidad de estos cuatro puntos de vista a partir de fragmentos de todos ellos, dándoles una nueva interpretación, eliminando los aspectos más religiosos, e indagar en cómo pudo ser realmente la vida del Jesús, al que ninguno de los evangelistas conoció en persona.
Lo que conocemos de Jesús son, apenas, sus tres últimos años de vida. Y Verhoeven ordena los hechos de forma que le sale un relato coherente sobre un carismático profeta, seguidor de Juan el Bautista, con una personalidad especial que hace que su fama vaya extendiéndose por la antigua Palestina. Y así, ese hombre que primero no se cree distinto a los demás, va creciendo hasta convertirse en el heraldo de un nuevo tiempo (el Reino de Dios) que está a la vuelta de la esquina. Con el tiempo, sin pretenderlo, se convierte en un problema para los judíos y los romanos, hasta que finalmente muere en la Cruz sin haber pretendido jamás ser el Hijo de Dios. Correcta o no, está es la tesis del holandés, no la mía.
Con sus aciertos y fallos (y que cada uno decida cuáles son unos y otros) el libro de Verhoeven es interesante, se lee con facilidad, y no le falta originalidad. Pero no se puede olvidar que no es más que la enésima reconstrucción de Jesús que, casualmente, siempre se ajusta como un guante a la intención del autor. Lo mismo da que sea Mel Gibson en La Pasión de Cristo (2004) —basada en las visiones de la monja Anne Catherine Emmerich (1774/1824)— que la delirante saga Caballo de Troya de J.J. Benítez; El Jesús desconocido (Vergara, 1999) del biógrafo de estrellas y teólogo Donald Spoto o Jesús, ese gran desconocido (Maeva 2001) de Juan Arias o incluso, si me apuran, el monumento al absurdo que es The Roman Conspiracy to Invent Jesus: Caesar’s Messiah de Joseph Atwill, en el que el autor sostiene que nunca existió y que fue un invento de la dinastía Flavia (que gobernaron roma entre el 69 y 96). Por cierto, la misma observación vale para los que escriben artículos sobre los que escriben libros sobre él.
El procedimiento suele ser el mismo: se seleccionan los pasajes que apoyan el punto de vista y se reinterpretan en función de los datos históricos. Y ahí está el problema. Datos históricos, lo que vienen a ser datos históricos, sobre la vida del Nazareno no hay ni medio (y que no me vengan con Flavio y demás referencia de dudosísima credibilidad). Pero ese es un tema sobre el que se suele pasar de puntillas. Verhoeven, por ejemplo, en más de 300 página, apenas le dedica cuatro líneas. Y que conste que la existencia de un Jesús histórico es la teoría más aceptada. Basta como dato que hasta el nada sospechoso de contaminación religiosa Gonzalo Puente Ojeda dedicó un libro a defender esa tesis (La existencia histórica de Jesús. Ed. Siglo XXI. 2008).
Una lástima. No porque la tesis de que Jesús nunca existió sea la correcta (que también podría ser) sino porque el enfoque de Verhoeven (intentar dar coherencia al relato de los evangelistas) también podría aplicarse a ella. Hubiera sido interesante leerle explicar o rebatir cómo, a partir de leyendas anteriores, retales del Antiguo Testamento y anécdotas exageradas atribuidas a distintos profetas pudo nacer una de las religiones más extendidas sobre el planeta.
Esto se acaba. La Iglesia católica se apaga como un cirio en una parroquia de barrio. La fe parece ser cosa de nuestros abuelos. Ir a misa es de sujetos extravagantes. La mayoría de los jóvenes pasan de la religión. Bastante tienen con el opio de sus pantallitas