entrevista a cristina ramírez

El fuego y su responsabilidad en la perpetuación de la fábula y la tradición oral

18/12/2016 - 

VALENCIA. "¿Todo esto será la consecuencia de una fábula sometida por la realidad o de la realidad rendida por una fábula?". Entre la construcción de mundos imaginarios y de la propia entidad social, esta pregunta lanzada por Kōbō Abe resume la influencia de ambos mundos, el de la tradición y la transmisión oral. Sobre fábulas y cuentos versa la nueva exposición de Cristina Ramírez, (Toledo, 1981), ganadora del II Premio de Dibujo DKV MAKMA, que muestra su obra Negro Humo en la Galería del Tossal hasta el próximo 16 de enero, una propuesta basada en el miedo del ser humano a la oscuridad. Con este punto de partida, el de la transmisión de generación en generación, la autora ha indagado por numerosos caminos que han llevado a un punto común: el fuego. Las llamas como causa y efecto de todos esos mundos que nadan entre varios. 

El fuego como espacio en torno al que se transmiten las historias, como 'plaza' para el encuentro social; también como elemento generador de mitos, recurrente en mil y una historias, y, por último, como delimitador del espacio, de luz y oscuridad. Son estos tres los pilares de una muestra con la que la artista ha querido "apropiarse de las estructuras" de la tradición oral, la repetición y la variación. Así, se presenta el fuego como en distintos estadios, vivo y, también, el rastro que ha dejado a su paso. Negro Humo recoge el sentimiento de miedo que da lugar a la aparición del relato; sentimiento que supone uno de los axiomas que fundamentan las obras del proyecto y es consustancial al cuento tradicional como parte de la enseñanza del saber popular: el miedo al otro ('El hombre del saco'), al doble ('El fantasma, el gemelo, el enmascarado'), a lo desconocido.

La artista residente estuvo acompañada en su presentación por Tono Herrero, jefe de programación del Área de Cultura del Ayuntamiento de Valencia; Antón Pardo, en representación de DKV Seguros, Vicente Chambó, como responsable de MAKMA, Juan Peiró, de la Universitat Politécnica de Valencia, y el coleccionista Tomás Ruiz. "El fuego aporta [a las historias] el calor para que la creatividad popular fluya y sea plasmada gráficamente, pero también historias que piden paso cuando el fuego se apaga y tras ello se alimentan leyendas de tinieblas y dudas”, indicó Chambó. Nada pasa es casual en esta exposición pues, la propia resolución técnica de sus trabajos en Negro humo remite directamente al pigmento, uno de los más antiguos conseguido mediante la combustión de diversos materiales, madera de abedul entre los más destacados.

-Es una convocatoria especial porque te pone de punto de partida la fábula, ¿cómo se llega hasta Negro humo?
-Para mí que haya unas acotaciones lo hace mucho más fácil todo. Al final, toda esa creación condicionada es más sencilla, cuando tienes un campo abierto sin delimitar te pierdes. Aquí se dispara la cabeza. Empecé a leer sobre la tradición oral y me encuentro con que hay una estructuras muy claras en ésta: la repetición y la variación. Ahí me agarro y me topo con otra clave, el fuego. Además, de 'negro humo' me interesa el guiño al pigmento, es una especie de homenaje al dibujo y al trabajo del artista. 

- ¿Por qué el fuego?
- Lo tomo por una frase que leí en El maestro del juicio final de Leo Perutz, en el que dice que el miedo más primitivo es el del hombre cuando se aleja de la luz del fuego y se adentra en lo desconocido. Yo venía trabajando en torno al horror cósmico, el miedo a lo desconocido, con lo que fue la clave por donde tirar y conectar el tema de la tradición oral con lo que me interesa, que es la representación de lo irrepresentable, del miedo.

-La fábula puede entenderse como infantil, pero no es el caso.
-En realidad lo que planteamos es trabajar en torno a la tradición oral y eso puede llegar en forma de canciones, refranes, dichos, rumores, leyendas, cuentos... ahí se abre un espectro que puede ir hacia lo adulto y la oscuridad, por eso me alejo del mundo infantil y me centro en el folclore, en la historia de la brujería, en esta corriente de interpretación de un mundo futuro al que no vamos a tener nunca acceso, me interesa también el paisaje y, en concreto, la lectura que se hace a través de la xilografía japonesa.

-El fuego es, además, un elemento muy vinculado a Valencia...
-Lo he pensado esta semana, ya me han dicho lo de la falla (ríe)

-En este caso se presenta el elemento como destructor.
-No hay una intención de representar una ruina, aunque aparezca. Es cierto que tiene relación con mis trabajos anteriores. Puesto que el horror cósmico supone la acción de unas fuerzas que no son de este mundo y que no pueden ser representadas, ¿cómo lo hago? Pues mostrando los efectos de estas fuerzas, y esto es lo que queda: los espacios destruidos. En la sala hay una zona más ruidosa y, al final, una de contemplación y conclusión. 

-Con el título haces un homenaje al dibujo, ¿en qué situación está para los artistas emergentes?
-Yo creo que el dibujo está viviendo una época muy buena, quizá hace diez años tú movías esta obra y no dejaban de ver cómics. Ahora hay bastante apertura e interés, hay ferias específicas de dibujo, creo que tenemos suerte los que somos dibujantes porque, dentro de todo, se tiene en valor, no se entiende como una técnica o como piezas de tránsito, como si fuera algo menor. No es 'pinto o hago instalaciones y me ayudo del dibujo para concebir'. No. Son piezas definitivas y tienen autonomía.

-Hablamos de fábula, ¿con cuál te quedas?
-Cualquier cosa que escriba Pilar Pedraza, me encanta.


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