VALÈNCIA. La sala de la muralla del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) vuelve a estar ocupada por las obras de arte. Hace dos años que el espacio se cerró ante el riesgo de filtraciones, obligando a retirar las obras de la exposición que entonces alojaba, Pinazo en el espacio público. Lo que en un primer momento parecía algo momentáneo se alargó más de los esperado y condujo a una rehabilitación profunda de la sala y de la muralla medieval que conecta al museo con el pasado de la ciudad. Hasta ahora.
“Las obras Pinazo vuelven hoy a la sala original que las albergaba tras las obras de rehabilitación de la muralla medieval”. Estas palabras las firmó este miércoles la directora adjunta del IVAM, Sonia Martínez, quien, junto al comisario Vicente Pla Vivas y la directora general de Patrimonio Cultural, Pilar Tébar, presentó la exposición con la que, tras un profundo trabajo, el espacio vuelve a abrir al público. Efectivamente, lo hace con ese mismo Pinazo que vio bajar la persiana de la sala de manera abrupta, aunque, eso sí, con una nueva mirada. Bienvenidas, Identidades.
Este es el concepto que enmarca la nueva propuesta expositiva que se sumerge en la obra del que es uno de los pilares de la colección del museo, alrededor de 300 piezas que tratan de ofrecer una nueva mirada a la producción del valenciano. “Algunas de sus aportaciones más novedosas fueron debidas a esa obsesión por plasmar e interrogar las identidades en un momento de cambio, las propias y las ajenas, las individuales y las colectivas. Pinazo tuvo interés casi etnológico en las relaciones humanas”, reflexionó Martínez. “Es un artista muy bien estudiado, pero había una cuestión latente por resolver”, añadió el comisario.
Pero, ¿qué cuestión? En tres palabras: “Actualizar a Pinazo”. Añadimos algunas más: “No se trata de recordar a Pinazo sino de ponerlo en relación con los criterios que la cultura está generando en las últimas décadas”. Es la cuestión de la identidad la que supone, pues, el eje de una investigación que trata de reflexionar sobre la obra, pero sin quedarse en el momento de su producción, sino generando nuevos relatos que lo conectan con un momento presente en el que, precisamente, la cuestión de las identidades -en plural- es uno de los grandes asuntos sociales. “Podemos decir que hace 100 años Pinazo ya estaba planteando una forma de aproximación estructurada y entrelazada sobre la cuestión de la identidad”, explica el comisario.
Entre las piezas expuestas, por cierto, algunas que jamás han sido mostradas al público, cuatro piezas que provienen de distintas colecciones privadas y que ayudan a completar el mapa de la creación de un pintor que no se agota. Entre ellas, un retrato de una figura femenina que presenta a la protagonista con un enfoque “casi fotográfico”, poniendo el acento en lo instantáneo; una pintura de un músico así como un gran estudio académico en la que realiza una interpretación moderna del mito del Pigmalión.
La muestra se divide en tres ejes en los que se reflexiona sobre la identidad desde distintos puntos, también desde la ausencia. El primer apartado, que lleva por título ‘Reconocimientos’, muestra los retratos por encargo y los realizados entre sus familiares y conocidos, también alguno de sus autorretratos y muchos ejemplos de sus abundantes estudios de figuras captadas por el artista, frecuentemente mediante el dibujo. La muestra continúa con ‘Anonimatos’, donde Pinazo plantea una forma de interpretación de las identidades colectivas.
“Estas escenas muestran que Pinazo concibió lo social como una suma de realidades construidas mediante interacciones prácticas, pero también que entendió la dimensión humana colectiva como la adición de múltiples singularidades”, explica Pla. Aquí se pueden ver pinturas dedicadas a las tradiciones, actos ritualizados, la religión, escenas de fiestas, como las mascletàs o los toros. “En Pinazo hay una crítica a las colectividades, ya que estas no se configuran a iniciativa de la población, sino gracias a rituales establecidos, son identidades heteronómicas, regidas por normas que venían desde arriba”, ha afirmado.
Y para finalizar, las ausencias, un apartado dedicado a los conceptos políticos de patrimonio, legado y tradición y huella que aparecen a través de la representación de paisajes rurales de l’Horta Nord, espacios urbanos, lugares habitados donde las personas ya no están. “Hay una idea de espiritualidad en la obra de Pinazo que se ve claramente en sus escritos”, explica el comisario. Entre esa quietud y, también, las miradas de sus retratados, por cierto, una voz, la del propio Pinazo, que se incorpora a través de numerosos textos que nos ayudan a dibujar a al artista de las identidades.
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