Manuela Ballester, la artista total que perdió València en el exilio
Manuela Ballester, la artista total que perdió València en el exilio
VALÈNCIA. Una serie de excelentes fortunas. Solo desde ahí se traza el camino que ha llevado al cuadro Recuerdo de València a colgar, desde ayer, en La Nau de la Universitat de València. La obra de Manuela Ballester, que ya forma parte de la exposición Pintar frente a todo, no era un as en la manga guardado para dar un golpe de efecto a la exposición, sino un verdadero descubrimiento que provocó, precisamente, la preparación e inauguración de la mayor retrospectiva de la artista.
El pasado mes de marzo, La Nau presentó el gran homenaje a Manuela Ballester, artista total valenciana que acabó en el exilio y que poco se había reivinidicado en la ciudad, 30 años después de su muerte en Berlín. En otra parte de España, Manuel Sánchez, nieto de pintores españoles también del exilio, tiene un cuadro sin atribuir, una presencia de siempre en su casa familiar que permanecía en el anonimato. Era Recuerdo de València, de Manuela Ballester.
La obra es un óleo sobre tabla que se creía perdido en México, ya que fue una de las primeras pinturas que la artista hizo en el exilio en ese país. Fue hecha y expuesta en la muestra Pintura en el destierro, organizada por la Casa de la Cultura Española en México en marzo de 1940 para su inauguración. La hipótesis de que la pintura se quedó allí es porque Ballester llegó a hacer una segunda versión de la misma obra en 1974, supuestamente para rememorar la original desparecida. Ahora se sabe, gracias a la consulta de Sánchez al Museo Reina Sofía, y al contacto del museo con la comisaria de la exposición de La Nau (Carmen Gaitán), todo lo que ha ocurrido con el cuadro.
¿Por qué es importante este hallazgo? Manuela Ballester fue una artista muy prolífica y en distintas disciplinas, formatos y estéticas. ¿Qué hace de Recuerdo de València una obra especial? “La obra representa el busto de una mujer, cuyo cuello está adornado con elementos marinos dentro de una urna de cristal. Una imagen surrealista, de inspiración dadaísta. El torso precintado en cristal de la mujer descansa sobre una tela roja y mira a un cortinaje, verde y blanco, que ondea como si se tratara de una bandera, en una composición cuyos colores coinciden con el cromatismo de la bandera mexicana: verde, blanco y rojo. La mujer mira hacia ese cortinaje ondulante y da la espalda a los fondos marinos, con barcas en la playa”, explica la comisaria.
Tanto en lo formal como en el contenido, esta obra, aunque sí contiene ciertos elementos característicos en otras pinturas de Ballester (como el aspecto escenográfico de la imagen creada o la inclusión de barcas en la playa), la estética surrealista no tendrá apenas continuidad en su creación. En un momento de sus diario —cuenta la comisaria, Carmen Gaitán—, la artista plantea que quiere “pintar como los renacentistas” y empieza a experimentar con diferentes estilos y formatos. En 1940 también se celebra en México una gran exposición internacional de surrealismo. “Seguramente inspirada por eso, buscó experimentar. Pero el surrealismo no es precisamente una línea que los refugiados españoles que querían insertarse en México pudieran desarrollar ampliamente. A los españoles se les calificó de refugiados y artistas burgueses, porque hacían mucha pintura de retrato y de caballete. Si querías integrarte en ese panorama cultural que estaba dominado por el socialismo, tenías que intentar hacer una pintura más social, y el surrealismo no se aceptaba tanto a eso”, explica a Culturplaza la responsable de la muestra producida por la Universitat de València.
Manuela Ballester hace Recuerdo de Valencia en los primeros años del exilio, cuando aún cree que, una vez acabe la II Guerra Mundial, podrá volver a su València natal: “La obra es más una evocación feliz que una denuncia de la pérdida de sus raíces. Mientras que Recuerdo de España, que conocemos por una reproducción impresa, muestra la visión de un país roto que acaba de dejar, Recuerdo de Valencia no es eso. Esta es la evocación de un momento feliz y la reproducción de algo tan estética como es esa luz que recoge la ciudad de València. En el punto en el que crea esta imagen, aún no ha asumido la pérdida de la ciudad”.
Leyendo a Azorín, más tarde escribiría que querría ser “más intensamente valenciana”. En Recuerdo de Valencia, sin embargo, convive la reivindicación de esos elementos identificativos de la cultura mediterránea, y una alegórica reivindicación de México, que acoge a los refugiados españoles, en esa cortina con los colores de la bandera del país que les ha recibido. Ballester nunca dejó de reivindicar sus orígenes, pero tampoco renegó de los países en los que vivió, teniendo una especial fascinación por la cultura mexicana, que también estaría presente en su producción artística.
Gaitán lleva más de una década estudiando la obra artística de Manuela Ballester, que tiene entidad propia más allá de haber sido compañera de Renau —y de, consecuentemente, haber dejado muchas veces de trabajar en su obra propia para ayudarle a él en los innumerables encargos que recibía, ya que era el sustento del hogar.
En este estudio y recuperación de la extensísima obra de la valenciana hay una de cal y otra de arena. Por una parte, su producción está ultra atomizada, tanto en colecciones familiares como de amigos de la propia artista. “El hecho de que viviera tanto en España como en México y la RDA lo extiende mucho más. La exposición es un logro, hemos conseguido reunir 400 obras”, reconoce la comisaria.
A esta dispersión no ha ayudado el desinterés generalizado de los museos por las mujeres creadoras: “Hay muchas otras artistas que también tienen esa producción dispersa o que su producción está casi en su totalidad está en un ámbito muy privado y no se ha visto apenas. Esto sucede porque se han coleccionado tradicionalmente obras de hombres, que son quienes han construido la historia del arte. Las mujeres se han quedado un poco al margen, y las instituciones tampoco se han interesado ni por comprar obra ni por los documentos de archivo. Cuando queremos descubrir tanto a Manuela Ballester como a otras muchas artistas, sean del exilio o no, una de las principales fuentes que tenemos que abordar son esos círculos más inmediatos de familiares y amigos, tanto para el descubrimiento de obra como para la recaudación de documentos que apoyen esa narración que nosotros estamos intentando construir”.
Por otra parte, Ballester escribió detalladamente unos diarios, recuperados y editados en 2021 por la Editorial Renacimiento, a partir de los cuales se conocen aspectos fundamentales de su producción artística. También de su intimidad, del exilio, y de sus descubrimientos, inspiraciones y pensamientos sobre el arte: “descubrimos en ellos cómo ella se debate entre qué debe ser, cómo debe ser, cómo debe de actuar políticamente, cuál debe ser su arte”. Los diarios son una pieza fundamental en ese trazo que se va haciendo de su obra artística. La exposición de La Nau marca un hito en este sentido, tal y como se pudo comprobar ayer mismo.
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