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El sueño roto de Moscú

La Companyia Teatre Micalet sube a escena una versión en valenciano de Las tres hermanas de Chéjov

3/11/2021 - 

VALÈNCIA. Aunque parezca un mal contemporáneo, sobredimensionado por la globalización, el autoengaño de pensar que la vida real está en otra parte ha hecho fantasear a no pocas generaciones pasadas. Así lo han plasmado novelas, películas, obras de teatro y resto de artefactos culturales. Les sucedía a los protagonistas de la novela Vía revolucionaria, de Richard Yates, en su sueño de que una vida en París les arrancaría de la grisura de los suburbios de Connecticut en los años cincuenta. O a las ingenuas aspirantes a actriz procedentes de la América profunda al llegar a la estación de autobuses de Nueva York para acabar convertidas en prostitutas a mediados de los años setenta en la serie The Deuce. O a Coque Malla en su afán escapista de huir de Madrid y de su fracasada vida sentimental yéndose a Cuenca en Todo es mentira (Álvaro Fernández Armero, 1994).

Pero si hay un mantra en la ficción que ha invocado por más tiempo este anhelo es el de las protagonistas de la penúltima creación de Anton Chéjov, Las tres hermanas. Moscú es su El Dorado, su tierra prometida en la que tener una existencia plena en lugar de la monotonía a la que se sienten condenadas en una ciudad de provincias cuyo único aliciente es la presencia de la guarnición de una brigada de artillería. Para las cultas Olga, Maixa e Irina Prozorov, aristócratas en decadencia, volver a la capital imperial se ha convertido en el motor de su día a día.

Los espectadores del Teatre MIcalet las encuentran en ese momento de esperanza al inicio de Les tres germanes, el montaje en valenciano programado hasta el 28 de noviembre. 

“La obra es una reflexión en torno a la condición humana y a la persecución de las ilusiones, una invitación a seguir adelante aunque acabes viviendo una vida que no esperabas. Los universos de Chéjov son interiores, pero tienen un alcance global”, alaba el director del espectáculo, Joan Peris.

Más difícil todavía

No es la primera vez que la Companyia Teatre Micalet monta al dramaturgo ruso. Ya lo hizo en 1998 con la adaptación de cuentos La ruleta russa y, más recientemente, en 2019, con El jardí dels cirerers, pero esa familiaridad con Chéjov no les ha hecho más fácil la empresa. “Es su obra más difícil, pero nos gustan los retos, así que para nuestra 35 producción propia hemos elegido un texto para el que contamos con 11 actores. Lo complicado en esta propuesta es que la acción no gira en torno a un personaje, sino al conjunto, es un conflicto colectivo”, destaca el director.

Ese fresco humano cobra vida en una selección de figuras consolidadas de la escena valenciana y jóvenes promesas. El elenco está integrado por Pilar Almeria, Pepa Juan, Laura Romero, Laura Sanchis, Enric Juezas, Toni Agustí, Guille Zavala, Bruno Tamarit, Héctor Fuster, Miguel Seguí e Isabel Requena.

Decálogo de razones para venerar a Chéjov

El dramaturgo valenciano José Sanchis Sinisterra, que adaptó la obra en Éramos tres hermanas, detallaba que las razones que lo han llevado a venerar a Chéjov son los frecuentes “diálogos de sordos”, las interrupciones mutuas, los monólogos que caen en el vacío, el “tiempo flotante” que a menudo lastra la acción dramática, los efectos corales, las reiteraciones y los silencios.

El autor de la versión que ahora sube a escena, Juli Disla, añade a todas esas virtudes “la presencia de unos personajes transparentes a pesar de ellos mismos, porque aunque dicen una cosa, muestran la verdad que tratan de esconder. Ese choque entre lo que se intuye a través de sus palabras y lo que dicen que son o cómo se sienten es lo que más me interesa”.

La adaptación al valenciano respeta absolutamente el original. No hay ninguna palabra añadida. “De haber eliminado texto, hubiéramos mermado el ritmo que marca Chéjov”, valora Peris, quien también argumenta las razones que han pesado para hacer una representación ambientada en la época del original: “No hace falta que vayan vestidos de modernos y adaptar la acción al tiempo de hoy, porque esos personajes de hace 100 años te siguen transmitiendo la misma angustia de vivir. Sus sentimientos son extrapolables a nuestros días, porque el anhelo de trascender forma parte de la condición humana”.

En opinión del director, el cuentista, médico y dramaturgo ruso es capaz de tocar al público sin grandes aspavientos en sus obras. “No lo hace descaradamente, sino que te alcanza de manera suave, como la vida misma”. 

El dedo índice de la cultura

Maixa justifica su fijación con Moscú en que allí “tener cultura no será como tener un sexto dedo”. Disla la contradice, pues no cree que la vida real esté en otra parte, sino en la realidad de cada cual: “Su reflexión es comprensible y se puede compartir, pero yo no valoraría la cultura como una sexta falange, sino como un dedo índice, un dedo con una función indispensable, y eso está en la mano de cada uno a través de la educación y de los lazos afectivos. Vivir una vida verdadera es una responsabilidad individual v”.

A ese respecto, bajo el parecer de Peris, el hecho de poder disfrutar de la oferta de un clásico teatral de este calibre en València y en valenciano es un lujo. Hasta finales de mes, no hace falta ir a Moscú ni a capital de país alguno para ver Las tres hermanas de Chéjov. 

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