gastronomía y memoria

El valor de una fotografía

Si tan importante es... ¿por qué no cuidar la imagen que el mundo tiene de ti?

| 06/09/2019 | 3 min, 58 seg

Fue Robert Capa quien dijo aquello de que “si tus fotografías no son lo suficientemente buenas, es que no estás lo suficientemente cerca” y me parece especialmente necesario recordarlo hoy, en este presente tan entregado al selfie de las narices y a las guías gastronómicas de baratillo: es casi demasiado habitual que algún amigo cocinero me sople que tal o cual medio les escribe para pedirles “material gráfico en alta resolución y con derechos de reproducción” para ilustrar la crónica de turno pero es que el colega a quien escribes es cocinero, no fotógrafo.

Y yo me tengo que morder la lengua para no decir lo que pienso: si tu medio de comunicación considera que un restaurante es lo suficientemente relevante como para ser reseñado, ¿no deberías mandar un fotógrafo o fotógrafa para que haga su correspondiente trabajo? ¿Qué será lo siguiente, pedirle al jefe de sala escriba la crónica? El periodismo (la más bella de las profesiones) va de obtener información, interpretarla y difundirla: todo lo demás es decadencia y patrocinio.

Es más: yo sé dónde acaba este camino —me refiero a ese camino donde los medios y las guías no hacen su trabajo sino que dan por hecho lo hará el restaurante: acaba en un mundo en el que solo tendrán representación editorial los grupos gastronómicos con recursos para pagarse una agencia de comunicación y un estudio de fotografía, a tomar por culo los pequeños negocios familiares, las tascas y los bares de siempre. Si dejamos que ellos hagan nuestro trabajo, estaremos matando la capilaridad de un sector (el gastronómico) maravilloso; por eso mismo es vuestra responsabilidad decir que no a según qué cosas.

Venga ahora una confesión: la fotografía es una de las bellas artes, porque lo es, en la que más tiempo, dinero y esfuerzo invertimos tanto en el Anuario Hedonista de cada año como en la publicación online de cada semana: Marga Ferrer, Kike Taberner, Estrella Jover, Eva Máñez o Miguel Cinteros —ellos y ellas son los ojos y el corazón de este medio y tienen claro que la noticia también está en los ojos de un anónimo tras la barra, en un rincón del mercado o en un pescador en la subasta de la Lonja.

Las fotografías que ilustran este artículo, por cierto, pertenecen a Marga Ferrer y son el fruto de meses de trabajo; de cientos de horas de planificación, ahínco y pasión. Todas ellas (y muchas más) fueron las protagonistas de nuestro última edición del Anuario de la Guía Hedonista, dedicado a la sala y al trabajo de tantos camareros, camareras, jefes de sala, sumilleres, bartenders y servicio que hacen, cada día, nuestra vida un poquito mejor. 

La idea era tan sencilla como irrealizable: dado que nuestra intención era hablar de la sala y sus profesionales como los grandes responsables de hacernos sentir en casa... ¿por qué no fotografiar a algunos de los mejores restauradores de València en la intimidad de sus casas y junto a sus familias? La propia Marga nos cuenta el viaje: “La Guía te exige por identidad periodística trabajar a contrarreloj pero a la vez con libertad y mucho amor. Cada texto, diseño y fotografía están hechas con el corazón, lo que la convierte en un producto exclusivo y único —el reto de fotografiar a los protagonistas en sus casas, además, era mayúsculo pero la experiencia resultó ser un verdadero regalo; un trabajo sincero donde el chef nos enseña su entrañas y su verdadero yo. Una gran responsabilidad y un lujo”.

Pues bien, desde hoy mismo (y desde ya) podéis disfrutar por primera vez de todo ese material fotográfico en nuestra sección Los Mejores restaurantes de València; de verdad creo que son un jodido regalo y que transpiran el cariño de Marga por cada personaje fotografiado.

Nosotros seguiremos a la nuestra, cada día y cada semana, con la firme convicción de que la honestidad es el único camino, “alta la fe y el corazón en punto” —con la certeza de que la mejor munición contra la mentira será siempre la verdad

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