VALÈNCIA. Un lobo vestido de sostenibilidad amenaza el territorio rural, pero un ejército de colectivos pretende hacerles frente. A medio camino entre Terminator y El Padrino, Elías Taño vuelve a la carga con un nuevo cómic para contar esta batalla, que por desgracia está basada en hechos reales. Como es marca de la casa, el ilustrador combina sátira, crítica social y un profundo compromiso con las luchas que refleja.
La idea de El cap del Sól surgió como parte de una propuesta del colectivo Perifèries, que trabaja en torno a las luchas territoriales en España y Centroamérica. Taño, en contacto con la Coordinadora valenciana per la Ubicació Racional de les Energies Renovables, traslada a un relato la denuncia la expansión descontrolada de plantas fotovoltaicas en zonas rurales: “Quería evitar el enfoque más típico y optar por una narración desde la sátira y la cultura popular para visibilizar una problemática que no es tan conocida en las ciudades”, explica Taño.
El punto de vista es, el de las grandes empresas energéticas, representadas como familias mafiosas y vampíricas que extraen recursos del territorio rural mientras demonizan a sus habitantes como paletos. Por eso Taño se cambia el apellido a Elías Puzo —en referencia a Mario Puzo, escritor de El Padrino. Así, expone desde la sátira lo obsceno de las lógicas del capital y los intereses empresariales: “Ellos nos ven como hippies, como gente anclada en el pasado que no quiere el progreso”, comenta.
Aunque sean los protagonistas, el cómic no busca empatizar con los personajes grotescos que encarnan a estas corporaciones, sino poner de manifiesto la deshumanización de sus acciones: “Cuando tus únicos intereses son aumentar beneficios hasta el absurdo, estas decisiones dejan de pertenecer al terreno humano. Y añade: “Muchas veces, estas cuestiones solo necesitan ser puestas frente a un espejo para revelarse con nitidez, y ese espejo puede ser el humor”, comenta. La mezcla entre el cuento épico y la crónica ácida ya ha sido explorada por Taño en trabajos anteriores como Deberes femeninos o Déu, Pàtria, Furs i Altsasu. En El cap del Sól, este estilo se consolida.
El cómic también refleja la frustración de las resistencias populares, atrapadas en una interminable trampa burocrática donde las victorias siempre parecen temporales y las derrotas definitivas: “El ejemplo es La Punta, que a pesar de que la justicia ha determinado que lo que se hizo no fue legal, se va a acabar haciendo alegando hechos consumados. Estas grandes empresas operan con planes a largo plazo. Si un gobierno actual no favorece sus intereses, simplemente esperan el momento adecuado para volver a actuar”.
Los otros protagonistas, el pueblo que resiste, es otro reto para representar para no caer en estereotipos paternalistas: “Intenté dibujarlos como personas complejas, con dificultades reales, pero también con una gran sensibilidad y arraigo a su entorno. Quiero que se vea su dignidad, su resistencia frente al vacío demográfico y la depredación capitalista”.
Elías Taño también sufrió los efectos de la dana. Uno de los espacios anegados fue Algrà, una nave agrícola reconvertida en centro de creación comunitario en l’Horta Sud, y donde estaba su taller de serigrafía y grabado. A finales de diciembre, el ilustrados inauguró una exposición en la librería Bangarang que incluía piezas en las que eran “testimonios de una realidad devastadora”, además de su valor artístico.