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La autora valenciana publica El holandés, una novela que ficciona un fraude urbanístico 'made in Benidorm'
VALÈNCIA. Elisa Ferrer ha construido una novela en primera línea de la playa de Benidorm. En sentido figurado, claro, que nunca se sabe. En El holandés, la autora de Temporada de avispas ficciona un caso real de estafa inmobiliaria y millonaria de un personas, Rafael, que ostentó el cargo de “rey de los bajos fondos” en aquellos locos 80.
Ferrer también ficciona a Alba, una escritora a la que le llega esta historia en un momento de crisis casi existencial cuando tiene que decidir si quiere tener o no hijos con su pareja, Dani.
Rafael y Alba van desarrollando, desde la narración del pasado y la ambición de futuro (respectivamente), vidas paralelas que se entrecruzan en el Benidorm del neón y el vaso de tubo.
- La primera pregunta es para dejar las cosas claras y desengrasar el resto de la entrevista. ¿Hasta qué punto es importante esa lucha por saber qué es verdad y qué no en el libro?
- Esto es una novela, así que no es importante. Para mí todo lo que está en la página ya es ficción, porque incluso la reconstrucción de una memoria es ficción. He tenido muchísimas entrevistas con la persona en la que está inspirada Rafael, y él ya ficcionaba las respuestas sobre sus vivencias, además pasadas por un filtro de nostalgia y yo creo que también de hacer más grande una gesta de la que han pasado tantos años y hemos contado tantas veces.
Para mí es una ficción pura y dura. Conozco a mucha gente que ha leído el libro con el móvil en otra la mano buscando en Google. Yo no recomiendo eso para nada.
- Desactivado ese juego para el lector, te quería a preguntar cómo es tu batalla, como escritora con esa verdad. ¿Cómo son las decisiones de moldear, de deformar, aquello que te cuenta el personaje inspirado en Rafael?
- Este libro lo tengo en la cabeza desde 2017, en la cabeza; y llevo hablando con este señor, desde 2018, bastante de continuo. Primero, él me cuenta esta historia y yo paso porque no quería meterme en una movida que ya todo el mundo conocía en mi pueblo. Pero de repente, cuando estaba becada en Iowa, ya con Temporada de avispas, me toca hacer un taller de no ficción. Tengo compis allí de clase con una vida increíble (gente de Nicaragua que ha vivido una guerra civil, un tipo que ha sido adicto, etc.), y yo con mi vida de niña privilegiada me dije “¿qué voy a contar?”. A mí, además, estas no ficciones de gente contando su día a día que no tienen mucha emoción me aburren.
Entonces me acordé de él e hicimos un Skype. Ahí empecé a escribir la no ficción. De hecho, empecé a escribir tal cual la historia cronológicamente. Pero no terminaba de interesarme porque lo veía muy hecho. Luego me colocé a mí como persona que investigaba, y tampoco. Ni la tercera persona que cuenta un thriller de un narrador omnisciente, ni quería meterme en mí misma porque el foco tenía que estar en Rafael. Empezó entonces una lucha muy larga y muy encarnizada con la historia.
Yo soy escritora total de tripa, Ni mapa ni brújula. Me vi como avasallada por la historia real. Y tuve muchas charlas con mi editor que me recordaba que esto era una novela. Cuando empecé a ficcionar fue cuando empezó a funcionar todo.
- ¿De qué manera influye en tu manera de escribir, en el ritmo en el que utilizas, tu experiencia en guiones de televisión?
- Yo no creo que influya a la hora de crear tramas y buscar en qué punto debe haber un de giro y todo eso. A mí siempre se me ha dado fatal y no me interesa. A mí me gusta más ir encontrándome cosas, por eso me interesa más la literatura que el guion a la hora de escribir. Creo que lo que sí ha quedado en mi escritura es lo visual, la creación de escenas y de personajes. Me interesa mucho qué se ve.
- Muchas veces, a la hora de abordar una novela pensamos mucho únicamente en la utilización pura y dura del vocabulario o trucos de lenguaje. En este caso, da la sensación de que tu libro se diferencia por otro lugar, que es el dispositivo en sí, lo estructural.
- Bueno, sí que he tenido mucha pelea con el lenguaje. A mí me obsesiona bastante, no a lo mejor buscar la frase instagrameable, pero sí que la prosa fluya, que no se tropiece con nada. Cuando escribo, suelo leerme en voz alta para ver si me tropiezo con algo, porque quiero que todo suene como si no hubiera habido trabajo con el lenguaje, cuando lo ha habido para que precisamente parezca que no lo haya. También quería que las frases fueran muy largas, porque hay muchísima mentira en la novela porque cuando mentimos, nos enredamos un montón en nosotros mismos.
Sobre la estructura, al principio yo tenía tres líneas: por un lado, tenía las notas de de Alba; luego, Alba en su presente con Rafael, con su gente; y luego, ya lo que ella iba escribiendo, esas escenas casi de película. Esas tres líneas narrativas estaban muy marcadas con títulos en cada capítulo. Cuando ya estaba la novela acabada hubo mucho trabajo de colocar y recolocar, como la construcción de una casa, y esos títulos eran un poco los andamios que yo sostenía.
Y cuando ya la acabé de construir, mi editor fue el que me dijo que los títulos no hacían falta. Ahí fue cuando quité los títulos y me di cuenta de que se levantaba la casa y no necesitaba ya los andamios, y fue fuerte esa sensación.
Por otra parte, al principio Alba aparece un montón y luego se va difuminando y es Rafael el que va cobrando peso. Eso es buscad y costó muchísimo lijar la novela para que fuera in crescendo el personaje de Rafael.
- ¿Qué papel juega la subtrama con Dani, la pareja de Alba?
- Yo necesitaba que Alba estuviera en un punto emocional en el que no supiera muy bien que quería en la vida, que se diera cuenta de que, de algún modo, al igual que Rafael, quiere trascender, y no a través de los hijos, sino a través de lo que hace. Ella también es ambiciosa, al igual que Rafael, de algún modo. La trama de Dani juega a que ella necesite agarrarse a algo para olvidar lo que tiene en casa. Ella sigue enamorada de él, pero no tiene una idea de proyecto de vida común. Me interesaba que ella tuviera algo en casa que le incomodara para que se abrazara aún más a la historia de Rafael, que tuviera sentido esa guerra inicial de “no quiero meterme en esto” que pase a ser “quiero meterme en esto”.
- Alba, obviamente, tiene entidad más que propia, pero el resto de personajes están construidos como con la intención de potenciar siempre el de Rafael
- Sí, claro, Alba al final es la que nos va llevando de la mano a conocer a Rafael, y me interesaba que no fuera algo como “Mira, este es Rafael”, sino que dudara si le interesaba o no. Es como los autores nos vamos metiendo en la historia: a veces con cautela, pero luego de repente, te enganchas y a tope con ella. Hay un momento en el que ella no quiere escribirla y es cuando Rafael le dice que hay gente interesada cuando reacciona. Eso también me pasó como autora.
- Háblame de Benidorm como paisaje literario. La postal está muy clara: un paseo marítimo; todo está construido excepto una parcelita. En esa postal tan pequeña está la fotografía de absolutamente toda la ciudad.
- Es muy cliché decirlo, pero es que, yo más que un paisaje, he trabajado a Benidorm como un personaje más en la novela. Tiene un arco evolutivo súper claro: un pueblo de 6.000 habitantes que se dedica a la pesca, y de repente dice “somos ciudad de vacaciones” ¡incluso antes de serlo! Y entonces, se convierte en eso.
Es paralelo a Rafael, que quiere ser un estafador guay. Es un dealer de poca monta y de repente lo consigue: el tío se convierte en el cabecilla de un grupo que acaba siendo buscado por la Interpol.
Por otro lado, la historia del solar es una metáfora de todo lo que es Benidorm: ahí se ha lucrado un montón de gente, se ha hecho mucho dinero a base de especular con el territorio.
- Precisamente por esto último que apuntas, en toda novela sobre un fraude a un rico hay una dimensión de morbo por verlos sufrir.
- Cuando los ricos son los que sufren, a la clase media le divierte un poquito. Somos un poco malos en ese sentido. También está esta cosa del Lazarillo 2.0, “soy más listo que vosotros”, que es lo que piensa Rafael. Él es un personaje que hace cosas moralmente reprobables pero cae bien. Es algo muy de España: no serías amigo de Rafael en la realidad, pero en la ficción, oye, qué risa.
- ¿Una novela sobre un fraude es inevitablemente una comedia?
- A lo mejor, si la cuentas en los países nórdicos, no. Aquí los fraudes son tan cutres, que los hacemos divertidos sin quererlo
- En ese cierto enganche con la realidad de haber conocido a un personaje en el que se inspira Rafael, ¿ficcionarlo te ha quitado algo de responsabilidad moral sobre lo que te contaba?
- Tanto el personaje como la persona real, cuando abren la boca, se mueren 500 feministas, yo incluida. Es muy jodido eso, pero vamos a jugarlo, porque cuando empatizas con alguien, luego tal vez es más fácil pensar “este tipo de peña que nos hace tanta gracia, igual un poquito nos ha jodido”. Para mí es importante que esto esté presente: de esos barros, estos lodos; de esa especulación, el no encontrar casa.
- El viaje de Alba a Utrech, el refugio de Rafael en su huída, le permite ver la historia en perspectiva. Sobre todo, porque con los testimonios de otras personas, Rafael está desprotegido de su epopeya.
- Exacto, aunque lo fuerte para Alba también es que le van contando cosas que ella creía que eran mentiras, y se da cuenta que todo el mundo las cuenta iguale igual son hasta verdad. También que, a pesar de hacer cosas moralmente reprobables, hay mucha gente que consideraba a Rafael como un tipo simpático. Otra gente no, y ahí empieza a entrar ya lo turbio del personaje.
- Cuando empiezan a desfilar los personajes de Utrech, se ensombrece un poco la memoria de Rafael. A mí como lector incluso me da la sensación de que no es confiable, no solo Rafael, sino nadie.
- Incluso Alba se plantea dónde se está metiendo. Creemos que conocemos a alguien y podemos confiar, pero no. Y ahí es clave la visión de las dos mujeres de su vida, que están todo el rato como esquinadas y no se les pone el foco, pero de alguna manera están todo el tiempo presentes. Por eso me interesaba mucho ir a Utrecht y conocer la versión de la otra mujer de Rafael, que también es importante en el relato.
- ¿De qué manera tu aprendizaje feminista ha hecho evolucionar la escritura de tus personajes femeninos?
- En un momento dado, quise contar la novela desde el punto de vista de su esposa. Pero pensé, “¿y si contamos la historia del machirulo de siempre desde un punto de vista femenino?”. Alba nace de ahí, yo probé muchísimos narradores, entre ellos la esposa, entre ellos una omnisciente, pero quería la tensión entre dos personas de generaciones muy distintas.
Por otro lado, no quería caer en la figura de la mujer florero. Quería que Rafael fuera el protagonista, pero aunque Lola no hable, la visión suya está: ella, que es la que le espera, la que le quiere, la que lo sufre todo, está sutilmente sin ni siquiera necesidad de hablar. Luego está Lotte, que ha sido su compañera de otra manera totalmente distinta. Ella es la que no está cegada, aunque siga enamorada. He buscado que esas dos visiones arrojaran una luz distinta al personaje.
- El personaje de Alba es muy transparente en sus dudas e inseguridades sobre lo que está escribiendo. ¿Has buscado contraponer la romantización de la figura del escritor (hombre) con alguna verdad sobre el proceso de escritura?
- Yo quería que se viera que las escritoras y los escritores tenemos una vida en la que no todo es escritura. Alba trabaja, Alba saca horas de donde no las hay para escribir… También las dudas ante lo que tenemos entre manos. Las preguntas de qué estoy haciendo, en qué me estoy metiendo, esto es demasiado grande. Todo eso quería que estuviera, y eso sí que es mío.
También es mío el proceso de investigación, pero sin romantizarlo de ninguna manera. Lo que más hablo con mis amigos que escriben es por qué no podemos escribir y por qué no tenemos tiempo.