El premiado monólogo se representa en La Rambleta y bebe tanto de Homero como de Safo, Anne Carson, Pedro Lemebel y Luis Cernuda
VALÈNCIA. Escasos días después de la eliminación en el último congreso federal del PSOE de la letra Q del acrónimo con el que se engloba a las comunidades discriminadas por su orientación sexual y su identidad de género, se estrena en La Rambleta una obra que es una celebración de lo raro y lo disidente. Esto es, de lo queer. El centro cultural acoge el 13 de diciembre la premiada obra En mitad de tanto fuego, que da protagonismo a Patroclo, el compañero de armas y de vida de Aquiles.
Escribe a modo de declaración de intenciones el autor del texto y Premio Nacional de Literatura Dramática 2019, Alberto Conejero: “Yo no estoy aquí para hablar del ‘compañero devoto’ ni del ‘más querido entre los soldados’, yo estoy aquí para reventar los eufemismos, para hablar del amante insaciable”.
El personaje secundario de La Ilíada asume en este montaje todo el protagonismo. En el espectáculo unipersonal, interpretado por Rubén de Eguía, los roles habitualmente principales se vuelven figurantes. Tal es el caso de Helena, Agamenón, Aquiles, los dioses y los centauros.
“Como espectador y lector, me parece uno de los hallazgos de esta propuesta. Basta de héroes ya reivindicados y llenos de estereotipos. Demos voz a los individuos que están en la sombra, porque son los que tienen grietas y resultan más humanos. Al fin y al cabo, nosotros mismos no somos protagonistas de nada, como mucho, de nuestra propia vida, pero a nivel social, todos somos secundarios”, expone de Eguía sobre un personaje que bebe tanto del poema épico de Homero como de citas de la poeta y ensayista canadiense Anne Carson, del poeta y crítico literario español Luis Cernuda, de la poeta griega de la época arcaica Safo de Lesbos y del escritor, cronista y activista LGBT chileno Pedro Lemebel.
Otro aspecto valorado por el protagonista de este solo está en la crudeza sin victimismo del relato de Conejero: “El perdedor no implora pidiendo perdón, sino que sigue accionando preguntas para reclamar lo que considera. La palabra punkarra se queda muy corta para definir a Patroclo: es un canalla en los márgenes, un kamikaze. Eso me parece muy político, pero también una clase de coaching de la vida, porque ofrece una lección sobre la energía desde la que te posicionas ante la pérdida o el fracaso”.
Rubén fue finalista este año como mejor actor en los Premios Max 2024. La obra también ha sido laureada con dos Godot a la mejor autoría y al mejor actor y en 2023, con dos Premios Diario La Verdad del 53 Festival de Teatro de San Javier al mejor actor y al mejor espectáculo revelación.
La dirección de escena corre a cargo de Xavier Albertí, a quien el intérprete agradece haberle abierto puertas que jamás hubiese imaginado. Juntos ya habían colaborado hasta en otras cinco ocasiones.
En esta ocasión, la propuesta es desnuda. No hay música, decorado ni proyecciones que la arropen. Solo una dramaturgia sólida y poética, sombras y luces. “Xavi hace piruetas con los textos y los lleva a terrenos más reivindicativos”, alaba el actor.
En mitad de tanto fuego explora la guerra, la deserción, el poder, la violencia, la patria y el deseo de la carne, pero aclara de Eguía que desde el pálpito de la ausencia: “Es como cuando tienes un abuelo de 95 años y su pareja ya no está. A veces la recuerda desde la energía que compartieron, hasta el punto de invocarla”.
Conejero ha comparado a Patroclo con “criaturas extrañas, poderosas y singulares” como Montgomery Clift, Antoni Benaiges y Josefina Manresa. El artista que presta voz y cuerpo a su versión del héroe griego al que dio muerte Héctor lo trae más a tierra. Al interpretarlo, en lugar de intelectualizar referentes, busca ejemplos en su vida cotidiana, como su abuela, “una mujer muy fuerte”.
El amor que Patroclo le profesa a Aquiles es incondicional, pero está marcado por su condición de saqueador y ejecutor. “No tiene que ser fácil amar y desear a personajes políticos que son responsables de crímenes. Nos han contado las gestas de figuras míticas como Aquiles como personajes muy atractivos, pero si lo analizas no dejan de ser asesinos”, recalca el actor.
El dramaturgo de En mitad de tanto fuego ha definido su pieza como un intento de contar la historia de otro modo, lo que implica imaginar el futuro de manera distinta. Su canción de guerra y oratorio por las víctimas es extrapolable a cualquier conflicto bélico. De hecho, cuando estaba desarrollando su texto, la violencia de Israel contra Gaza y de Rusia contra Ucrania no había alcanzado tal nivel de complejidad.
“El teatro no sirve solo para preguntarnos para qué sirven las guerras, sino también para cuestionar para qué sirve el arte -plantea Rubén de Eguía-. Ningún cuadro ha parado una guerra y sin embargo, como sociedad, necesitamos seguir pendientes de esas cuestiones, cuyas respuestas pueden ser dolorosas, al hacernos cómplices e incluso responsables de las situaciones”.