VALENCIA. Desde que mis primeros veraneos de la infancia los pasara en la amable y mediterranísima localidad de Orba, en el interior de la Marina Alta, y seguidamente en Denia, mi relación con la comarca ha sido siempre estrecha. En verano has dos o tres días que invitan a planes alternativos; el Montgó desaparece en su mitad superior bajo una boina de nubes grises y el mar se pone repentinamente impracticable. Dianium para los romanos, Daniya en época andalusí, tal como se denominó a la capital de la Marina Alta, a pesar de lo castigada de ha sido por un urbanismo salvaje de los últimos años, posee todavía rincones de interés que reclaman visita. Tras una visita a mi amigo José en su tienda de antigüedades, en el inicio del Carrer de La Mar, e inevitablemente “picar” algo, ascendemos esta calle que recorre media ciudad perpendicular al puerto hasta la Plaza de la Constitución donde se encuentra el Ayuntamiento, un magnífico edificio neoclásico, con soportal, de la segunda mitad del Siglo XVIII en piedra característica de la zona-de un color Siena claro- y que veremos en otras muchas edificaciones de la zona. Aprovechamos para recorrer las calles del barrio dieciochesco y hacernos a la idea de lo que fue la pujante capital de la Marina por aquel entonces. La subida al castillo- imagen de la capital de la Marina por antonomasia- cuyo diseño inicial hay que situar entre los siglos XI y XII en plena ocupación islámica. Aprovechando la subida es obligado visitar el museo arqueológico.
Salimos de la antigua ciudad para dirigirnos por la carretera, estos días concurridísima, de las rotas hasta el final de la misma con la fotogénica estampa del cabo San Antonio. Una subida digna de etapa reina del Tour de Francia nos conduce hasta la Torre del Gerro, una pétrea construcción vigía del siglo XVI levantada con el fin de avistar posibles ataques de piratas berberiscos, parece que su nombre deriva de su peculiar forma de “jarro” extremo que no seré yo el que lo discuta. Volvemos sobre nuestros pasos hasta el conocido por la zona como “cruce de Jávea”. Una carretera con más curvas que le circuito de Montecarlo atraviesa Les Planes o lo que viene a ser la unión montañosa entre el cabo y el Montgó. Ya en Xábia son interesantes sus dos iglesias una, la de San Bartolomé, del siglo XVI en estilo gótico tardío-toda una rareza en la comarca, por lo que se presume de ella en la localidad- y la otra no menos interesante Iglesia de Nuestra Señora del Loreto, inaugurada en 1967 y proyectada por varios arquitectos: García Ordóñez, Dexeus Beatty, Bellot Port y Herrero Cuesta y que llama poderosamente la atención por su audacia de carácter escultórico al emerger de entre las casas de la zona del puerto como una nave varada y arropada por el abigarrado núcleo urbano.
No olvidemos en Xábia sus característicos “molins de la plana”, que datan del Siglo XIV-de hecho existe documentación de 1391 de partición de tierras entre Jávea y Denia que ya los refiere- y de los que quedan once en pie. Los molinos se construyeron para aprovechar el conocido viento Llebéig que, como saben lugareños y navegantes, suele soplar en la zona muchas de las tardes estivales con fuerza inusitada, y moler el trigo que se cultivaba por entonces en el llano.
Tomaremos la carretera que enlaza Jávea con Jesús Pobre siempre al abrigo, ahora en su vertiente interior, de esa mole omnipresente que es el Montgó para llegar a esta encantadora localidad que posee uno de los riurau mejor conservados y que fue restaurado recientemente. Esta llamativa construcción, y podríamos afirmar, que única en el mundo, tiene su origen en el siglo XVIII y está formada por un cuerpo abierto a modo de atrio con una o dos crujías y forma alargada. Lo más característico son los diversos arcos de medio punto que lo sustentan. Su función era proteger de la lluvia o humedad las estructuras de cañizo sobre los que se depositaba la uva moscatel que se sacaba al sol, frente al riurau, para pasificar. Todavía quedan entre treinta y cuarenta construcciones algunas adosadas a una casa principal y otras aisladas, existiendo incluso una “ruta de riuraus” que recorre poblaciones como La Xara, Lliber, Teulada, Ondara, Benissa, Gata de Gorgos entre otras. Como curiosidad hay que indicar que en nuestra Horta Nord, concretamente en la localidad de Massarrojos, un tanto desplazado geográficamente de la zona que es característico, se encuentra el que presume de ser “el riurau más grande del mundo”.
El Riurau de Jesús Pobre que se ha convertido en el punto de encuentro del pueblo, celebrándose bajo, y alrededor, de sus arcos, diversas actividades. Para quienes se hallen por la zona, el primer domingo de cada mes, desde primeras horas de la mañana y hasta el mediodía se celebra un mercadillo a modo de marche aux puces que es interesante, y en el que yendo bien pronto y con el ojo entrenado se pueden encontrar piezas más que interesantes. Es deseable que el “dejar hacer”, tan habitual, no haga que este pintoresco mercado vaya perdiendo autenticidad y encanto y se convierta, como ha sucedido con otros, en un totum revolutum en los que todo vale.
Desde Jesús Pobre nos dirigimos hacia Pedreguer por una zona que es todo un patchwork de viñas, pinos, almendros, olivos... Muy interesante visitar la Iglesia de la Santa Cruz del siglo XVI con sus magníficos esgrafiados de mediados del XVII y XVIII (que nos recordarán de inmediato a la Iglesia de San Esteban de Valencia o a la del Convento de la Valldigna). Cada año desde hace dos décadas sobre el mes de octubre se celebra el Festival Internacional d´Orgue de Pedreguer pues la localidad presume de tener en dicho templo uno de los mejores instrumentos de la Comunidad Valenciana.
Para nuestra siguiente parada debemos iniciar la subida hacia la pedanía de La Llosa de Camacho, que como nos indica una placa de cerámica, por dicha población pasa el meridiano de Greenwich, aunque no lo veamos por ningún lado. Al otro lado del agreste roquedo y tras un descenso llegamos al encantador Vall del Pop con sus tres localidades más significativas: Jalón, Parcent y Alcalalí (reconozco que me encanta la nomenclatura de las localidades de esta zona). De esta última hay que destacar la torre defensiva de origen islámico llamada de Rois de Liori y que fue levantada en el siglo XIV y cuya silueta, recorta el Coll de Rates, puerto de montaña obligatorio para los amantes de la bicicleta. Vale mucho la pena subir este mítico puerto ya que la panorámica de la comarca desde su cima es sensacional. Un panel cerámico recreando la orografía nos muestra todas las localidades que pueden divisarse desde allí. Si continuamos la carretera, llegaremos a la pintoresca población de Tárbena, de la que se dice, fue refugio de los últimos trabucaires de la zona.
Jalón merece mención especial pues todos los sábados celebra un mercado que inicialmente tenía el encanto de ser un mercadillo de antigüedades y objetos curiosos y poco a poco se ha venido convirtiendo en un cajón de sastre en el que todo vale. Todavía existen puestos que respetan esa autenticidad que lo ha distinguido más allá incluso de la comarca, así que vale la pena pasarse lo más temprano posible. De hecho incluso algunos profesionales de Valencia se desplazan todos los sábados a exhibir sus artículos. “Xaló” se ha decantado desde hace ya varias décadas por el hedonismo: podemos visitar varios de los anticuarios, permanentes, más interesantes de la zona y hacer acopio de vino de la zona, embutidos y repostería.
Desde Jalón podemos regresar a nuestro punto de partida por la entrañable Orba y desde allí visitar Fontilles, la Vall de Laguar y la Vall de l´infern, zona que ha “retratado” magníficamente el artista Juan Tárrega en sus lienzos de bancales, cepas y barrancos, o bien nos podemos dirigir hacia el mar por Gata de Gorgos y Benissa donde es más que interesante visitar su Lonja de contratación. Interesantísimo y poco conocido edificio renacentista del siglo XVI en el que destacan sus tres potentes arcos rebajados en sillería y que nos trae cierto recuerdo a edificios más propios del Maestrazgo que del Mediterráneo alicantino.