La vida y la hostelería dan con un subterfugio luminoso: los largos domingos de picnics en parques, jardines y playas
En las ciudades con pocos bares per cápita y aún menos buena climatología, cuando sale un rayo de sol, la ciudadanía agarra cuatro viandas, una botella de vino, una tela que extender en el hierba y cierta humilde y poco pretenciosa felicidad. Es la sillita al sol de la que tanto hemos hablado, el epicureismo con el que nos armamos para resistir. Son los picnics de proximidad y la conquista del espacio público a base de take away y paciencia.
En Oda a la inmortalidad, el poema de William Wordsworth que inspiró a la película Esplendor en la hierba dirigida por Elia Kazan, hay unos versos que dicen: «Aunque nada pueda hacer / volver la hora del esplendor en la hierba, / de la gloria en las flores, / no debemos afligirnos / porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo». Efectivamente, nada es tan esplendoroso como la algarabía de la barra de un bar, una terraza atestada, una sobremesa infinita. Pero tenemos el recuerdo en nuestras papilas y tenemos el take away y un mes de febrero con la temperatura de primavera. Estas son cinco —hay muchas más— propuestas para apoyar el sector y tumbarnos en la hierba —o en la arena—.
Avenida Primado Reig, 153. Benimaclet (más o menos)
No será lo más sencillo de comer en público, pero este picnic no es un cuadro de Seurat y la carta de El Aprendiz de Tapas no es afrancesada, pero sí rica en especias, carnes y fiesta de inspiración asiática y latina. Bocados individuales para comer con las manos —bao de pulpo, mollete de panceta con kimchi, tacos de carrillera, dimsum— y a metros del establecimiento, los jardines de Viveros.
«Nunca pensamos en el concepto de El Aprendiz para llevar pero llevamos desde que volvimos en mayo dando servicio de take away. Nos sorprendimos porque ha tenido muy buena acogida y feedback de los clientes. En este segundo cierre hemos apostado por incluir servicio delivery en algunos códigos postales y estamos muy contentos con el recibimiento. De momento repartimos nosotros y así intentamos cuidar y asegurar que llegue el producto en buenas condiciones».
Calle Àngel Guimerà, 61. Arrancapins
La quintaesencia de los fines de semana domésticos es hacer la cola kilométrica que identifica la acera del Rausell. No hay un pollo a l’ast como el de esta casa de comidas. Ejemplares nobles y bien sazonados, tan tiernos que puedes prescindir de cuchillo para sesgar su sabrosa carne. Con esto, unas bravas y lo que te entre por los ojos de su vitrina, el destino es el primer tramo de los jardines del Turia. «Nuestro pollo es artesanía y tradición, le dedicamos mucho cariño ya que es la misma fórmula de hace 48 años», explican los hermanos Rausell.
Calle Jerónimo Muñoz, 15. Patraix
El Astrónomo tiene un firmamento de bocadillos con los que practicar el noble arte del esmorzaret. Nos lo cuenta Sergio Mendoza: «Nos está funcionando relativamente bien entre semana y sobre todo los fines de semana. Brunch, esmorzaret y comidas con concepto picnic. Te damos todo lo necesario para que te lo montes donde quieras. Tenemos El Almacén, un proyecto que nació en cuarentena precisamente para esta situación. Te permite completar la propuesta con los complementos que te acaban de redondear el ratito de placer. Te puedes llevar mistela, licor de jengibre, chocolate o unas cervezas artesanales».
Calle la Reina, 60. El Cabanyal-El Canyamelar
Dos adolescentes hacen uso de su adolescencia con una pizza y un par de refrescos frente al mar. En esta vida pandémica no hay muchos planes, pero hay pizza. La que sale del horno de leña del restaurante Viva Napoli. Ellos se pedirán la de wurstel e patatine. Vosotros, si sois adultos, la de mozzarella de búfala. Lo de disfrutar del atardecer es intergeneracional.
Calle Pinares, 14. El Saler
Se llama Pinares 14 y está en la calle Pinares 14. Coges el carril-bici que sale de las estribaciones del Oceanogràfic y lo enfilas todo recto hasta que llegas al pueblo del Saler. Ahí, al lado del pequeño y muy recomendable horno, hay un bareto. Hacen bocadillos sin pretensiones para ciclistas hambrientos. Son rápidos, la bebida está fría y los cacahuetes calientes. Destaca el bocadillo de calamares, probablemente una de las recetas más vilipendiadas junto al bocata de tortilla de patata. Goza de grandes colas.