VALÈNCIA.-El formato de talk show —programa con entrevistas en directo, aderezado con actuaciones musicales— fue implantado por la televisión estadounidense y acabaría convirtiéndose en toda una institución gracias a Johnny Carson, inspirador de todos los que llegaron después, desde Arsenio Hall a Jimmy Fallon. En Carson se inspiró también un periodista español, José María Íñigo, para crear el programa que revolucionó la primitiva televisión española y, de paso, le convirtió en toda una estrella del medio. Aunque en su primera etapa empezó emitiéndose por la segunda cadena de TVE —ese UHF del título de esta sección que quizá a los lectores más jóvenes les suene a arameo—, Estudio abierto fue de esos espacios que dejaban huella en la vida cotidiana española. Era fascinante y polémico a partes iguales, o lo que es lo mismo, una combinación perfecta de periodismo y espectáculo que Íñigo sabía manejar con una maestría poco habitual en un medio tan constreñido como era nuestra televisión.
Desde los comienzos de su carrera, Íñigo tuvo claro que había que salir de aquí para obtener una visión moderna y avanzada de los medios de comunicación y de cualquier otra cosa. Siendo joven viajó a Londres para trabajar en la BBC, donde tomó buena nota de cuáles eran los resortes de la comunicación de los medios en los países libres. Íñigo fue una de las conexiones fundamentales entre el mundo del pop anglosajón y la triste España. Aportó su visión y conocimientos a la radio y la prensa musical de aquí cuando más faltos andábamos de esas cosas. También lo hizo en la pequeña pantalla, con su debut televisivo, Último grito. Con realización de Pedro Olea e Iván Zulueta (el presentador aparece en la película Un, dos, tres, al escondite inglés), Íñigo era el especialista en música de esta extravagancia televisiva que aunaba ficción, reportaje y rock y que presentaba Judy Stephen.
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Estudio abierto no tenía mucho que ver con aquella deliciosa locura catódica que ya llevaba el sello Zulueta bien visible, salvo en una cosa: el ansia de insuflar modernidad a ese mundo provinciano y en blanco y negro que era nuestra producción televisiva. Para empezar, el programa contaba con una sintonía que te dejaba electrizado solo con pasar cerca del televisor. Psyche Rock, por mucho que aparentase lo contrario, no estaba grabado por un grupo de rock sino por el músico vanguardista francés Pierre Henry, que para este tema le dio por experimentar con el moog, uno de los primeros modelos de sintetizador.
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