DE PARQUES Y FEÍSMO   

Fealdad en el parque

19/05/2021 - 

VALÈNCIA. La editorial Alpha Decay aún no tiene ningún título en su catálogo que aborde de forma directa lo feo de los parques infantiles valencianos. Pero podría. Umberto Eco y su Historia de la fealdad con manchas de grasa de blanc i negre con patatas fritas. La Estética de lo feo de Karl Rosenkranz con olor a pipas tijuana. El feísmo sin ironía, sin fotografías de Martin Parr con sus colores saturados, ni  Crocs de Balenciaga que pisotean todo lo escrito sobre Estética por Hegel. Nuestros parques —de extrarradio— superan las Notas sobre lo camp de Susan Sontag. El fenómeno arquitectónico y urbanístico del feísmo no solo está en Galicia. Aquí pega petardazos y la infancia juega en él mientras merienda valencianas y choleck. 

Homenaje a Ibáñez entre porritos y dejadez

Antes de la reforma, había un espacio para jugar a la petanca que congregaba a los jubilados del barrio hasta que por telepatía, sus esposas les llamaban para que fueran a comer, que ya se acababa Corazón corazón con la periodista Cristina García Ramos al frente y comenzaba el telediario.  También había un par de bancos en los que los que ni trabajaban ni estudiaban, echaban la mañana y producían un manto de cáscaras de pipas entre los efluvios de THC. El suelo estaba cubierto por esa gravilla parduzca que entra por las rodillas de los niños cuando se van de morros al suelo. Gravilla que infecta las heridas. La enfermedad de Chagas de los parques infantiles. 

Los columpios eran austeros, poco más que un tobogán que ardía en verano y se transformaba en lengua de hielo en invierno. Palomas, envoltorios de bollicaos, un vecindario humilde. Quatre Carreres, el distrito 10 de València, barrio de Na Rovella. La avenida Ausias March antes de convertirse en la ciudad deportiva del Valencia Basket. Pamesa de patrocinador y María Abradelo presentando Babalà Club.  

Alguien en el Ayuntamiento quiso acabar con la petanca, el peligro para los niños a ras de suelo, que diría OBK. Una normativa europea instaba a homologar los parques y espacios de juego.

El parque cantó la canción del grupo de electropop formado por Jordi Sánchez y Miguel Ángel Arjona: “Nunca he vuelto a ser / El mismo de ayer / Nunca más”. El parque ya no era como sus homólogos feos que pueblan los extrarradios de València. Era el parque de Mortadelo y Filemón, un homenaje a los personajes de Francisco Ibáñez y a toda la infancia valenciana —pensarían sus artífices—, que se lo iban a pasar pipa en un balancín con forma de Filemón del que salían troncos a modo de tarántula.

Al recinto se accede siempre que quieras —no está vallado, vía libre para hacer botellón bajo la mirada de Mortadelo— por la avenida Hermanos Maristas o por la calle Rafael Albiñana. Lo bordean unas casas baratas, del color de la gravilla o de la ciudad que no aparece en las votaciones de mejor urbe de Europa para vivir: beige. 

Lo construyeron, lo inauguraron y como otras tantas obras públicas, nadie se encargó de su mantenimiento. “Tened cuidao cuando caiga el sol, que este parque es de terror”, declara un usuario que comparte horas de luz con otros vecinos de Na Rovella. 

En 2014, cuando el parque aún no tenía edad legal para consumir alcohol, Rosa Albert, concejala del grupo municipal de Esquerra Unida, dijo sobre él que “lo que debería ser una zona de ocio para los niños se ha convertido en un cómic de miedo ya que las a figuras de los personajes de la T.I.A se les ha ido la pintura y ya ni siquiera son reconocibles”. No se puede decir que el parque haya mejorado con el paso de los años. Las figuras de los personajes de Ibáñez son tótems de madera con expresión macabra. Sobre ellos hay pintadas, arañazos, quemaduras y hasta algo que parece un glory hole o el agujero que deja una bazuca.

"¡Oh, fooey!” Donald en Viveros

Desde hace más de cincuenta años hay un homenaje a Walt Disney en los Jardines del Real que provoca que el sudor frío recorra cada vértebra de quien lo contempla: la escultura del Pato Donald creada en 1968 por Vicente Rodilla Zanón, artista nacido en Siete Aguas, conocido por obras como el Cristo Agonizante de la parroquia de San Juan Bautista de Alzira y otros tantos iconos religiosos. 

Bien entrados los años 2000, alguien calmó su malestar moral mutilando la escultura del personaje. De la noche al día, el rostro del pato fue desfigurado como si saliera mal parado de una competición de pesos pluma. En 2012, como parte del Plan Municipal de Recuperación del Patrimonio, fue restaurada. Actualmente le falta brillo, alegría, lo que sedujo a Daisy. 

El de Blancanieves, hace unos años

No lejos del parque de Mortadelo y Filemón está el de Blancanieves. Mismo distrito, otro barrio, el de En Corts. Estado de la infraestructura: algo mejor. 

Hasta que el parque conoció una nueva mano de pintura, su presente era gris o rojo como la manzana envenenada que la bruja —Maligna Reina aka Malévola— le da a Blancanieves, el personaje de los  hermanos Grimm llevado a la vida cinematográfica por Walt Disney en la película Blancanieves y los siete enanitos

En 2018, el parque fue restaurado por la concejalía de Pilar Soriano, de Compromís. En anteriores legislaturas, los parques sumaban una media de cincuenta denuncias ciudadanas en referencia a las  deficiencias y el mal estado de la infraestructuras. 

La chapa y pintura trata de borrar el pasado de un parque trazado con el mismo seny que el de Mortadelo y Filemón: madera propensa a astillarse e inflarse con los cambios de temperatura y de humedad, desmemoria, gusto estético cuestionable. En este, situado en el triángulo entre la calle Doctor Waksman, la carretera Fuente San Luís y la calle Puig Campana, tienen presencia las mismas figuras talladas a machetazos que en el de Mortadelo y Filemón. Coherencia ante todo. 

Tallado en los columpios de estos parques hay amenazas, declaraciones de amor con faltas de ortografía y, sobre todo, palabrotas. Si Ron Swanson, el personaje neoliberal de la serie Parks and Recreation, las leyese se acordaría de una de sus citas célebres: “Sólo existe una palabra malsonante: impuestos”.

Los que no se han invertido en arreglarle la cara a Mortadelo, Donald o Blancanieves.