VALÈNCIA. Francisco López, bailarín, coreógrafo y filósofo, aterriza este viernes en Espai La Granja. Lo hace con un taller sobre género, sexualidad y flamenco, en el explora cómo traducir la exploración queer hacia tradiciones danzísticas como la española, en la que los pasos de baile y los roles se han enquistado muchas veces en performar lo masculino o lo femenino. ¿Cómo se puede crear una resistencia desde el propio cuerpo? ¿Cómo liberarlo? López propone que sea desde la propia sexualidad, desde lugares cotidianos que la sociedad (e incluso algunas prácticas contemporáneas) prefiere ocultar bajo la sombra de la falsa moral. De paso, continua una genealogía de nombres propios que analizó, desde lo teórico, en Historia queer del flamenco.
- ¿Qué va a pasar en el taller de La Granja?
- Este taller siempre ha sido un dispositivo muy en evolución, en el que intento traspasar los ejercicios de improvisaciones y puramente coreográficos que yo he venido utilizando en los últimos años en mi trabajo. Es verdad que está muy estructurado en función de distintas temáticas que a mí me han interesado a nivel teórico, que tienen que ver con cómo deconstruir la identidad de género en el cuerpo a través de las diferentes partes de este que se consideran como exclusivas del movimiento femenino o exclusivas del movimiento masculino, pero también utilizo otros dispositivos, que vienen más bien del ámbito de la sexualidad que del ámbito de la danza, para trazar un puente entre el cuerpo del bailarín profesional y el cuerpo, en su uso cotidiano, relacionado con la manera que tenemos de movernos y de utilizarlo en la vida cotidiana, especialmente la sexualidad. Hay un trabajo de esas partes prohibidas o sexualizadas que en la vida cotidiana no solemos mover y que en el mundo de la danza también están muy connotadas sexualmente (como puede ser el movimiento de la pelvis, o un determinado uso del tacto o la mirada seductora en pareja o en tríos); y luego, hay otro trabajo que viene mucho de la sexualidad, en el que yo propongo ejercicios de improvisación, inspirados en el cruising o el BDSM, en el que se trasladan algunos elementos de esas prácticas puramente sexuales a un ámbito artístico y de reflejo corporal.
- Por poner unas coordenadas, cuando vamos a visitar una escuela o un espectáculo de flamenco, ¿cuán alejados están estos movimientos que tú propones?
- Bueno, hay un ejercicio de traducción que tiene que ser hecho por parte de cada uno de los bailarines y las bailarinas en función de sus intereses y de los límites que ellos quieran traspasar, tanto en su vida cotidiana como en su vida artística; pero yo te diría que lo que se ve en un espectáculo de flamenco, tanto tradicional como más contemporáneo, o lo que se ve en una clase, no tiene nada que ver con el tipo de ejercicios que aquí se proponen. Yo planteo más bien un viaje que es colectivo pero que cada persona lleva hasta donde quiera. Y con esos descubrimientos corporales, tienen que decidir cómo los llevan a su campo de trabajo artístico o a su vida cotidiana y hasta qué punto están dispuestos y dispuestas a que exista realmente un impacto dentro de su baile, dentro de su arte, y dentro de su rutina. Si uno asume los hallazgos de estos ejercicios hasta el máximo, ya no podrá bailar de la misma manera (incluso te diría que no podrá utilizar su cuerpo de la misma manera en su vida cotidiana) porque va a descubrir cosas que van más allá de los códigos de movimiento habituales, tanto artísticos como vitales.
- Cuando planteas estos movimiento que se inspiran en el BDSM o el cruising, ¿en qué momento de tu taller te encuentras que la gente (o su cuerpo) se resiste más?
- Suele ser aquellas prácticas en las que se tiene que trabajar en pareja o en grupo. Y me he encontrado de todo, porque ya he hecho el taller muchas veces en contextos y países distintos.
En general, curiosamente, las personas que tienen más dificultades suelen ser aquellas bailarinas con una formación institucional más fuerte en danza clásica o contemporánea. Y lo que suele producirse es una distancia en la que a las personas les da risa entrar en este juego de la seducción o les incomoda tener que posicionarse en un rol de dominante o de dominada. El potencial de esos ejercicios se acaba desactivando cuando se convierte en un juego tonto que no llega al fondo de la cuestión y no lleva a ninguna parte. Una vez me pasó, en un taller e 29 personas en Francia, que tan solo al decir que se iba a proponer un acercamiento al BDSM se me fueron 16. Hay mucho prejuicio cuando se utilizan términos que están connotados sexualmente como algo turbio o perverso, cuando realmente son prácticas que, una vez descritas, tienen mucho que ver con la danza y con el cuerpo. Y además, yo siempre tengo la precaución de dar la libertad a todas las personas de que, al tratarse de improvisaciones, hagan lo que quieran y lleguen hasta el límite que ellos quieran llegar.
- Aprovechando que has movido este taller por Europa, ¿en España tenemos el cuerpo más liberado que en otros países?
- No sé si más liberados, pero sí tenemos más facilidad para entrar en contacto y a romper con la distancia física con los compañeros que en otras partes de Europa, eso es clarísimo. Por nuestra manera cultural de saludarnos y de relacionarnos con nosotros, hay menores barreras para trabajar con otros cuerpos y para dejarnos para tocar otros cuerpos que no conocemos sin necesariamente establecer un gran protocolo de acercamiento, que eso es lo que he necesitado en muchas ocasiones en otros países.
- En tu caso particular, ¿qué llega antes, sentir que en la práctica de tu aprendizaje faltaban movimientos o había muros que traspasar, o el descubrimiento teórico y/o histórico de que se habían dado unos desvíos de la práctica flamenca canónica en este sentido?
- Primero fue la toma de conciencia de un cierto inconformismo de género dentro del baile (pero también en mi vida cotidiana) que yo no sabía nombrar del todo pero que me producía una cierta insatisfacción con el tipo de arte que estaba practicando, incluso aburrimiento. Fue a partir del descubrimiento de referentes teóricos de la filosofía y la teoría queer cuando me di cuenta de que podía nombrar ese malestar en términos de género. Ni todo era aburrimiento ni tenía que ver solo con los códigos de género, pero sí era una parte muy importante. Y fue a raíz de esa búsqueda cuando yo empecé a a preguntarme si había habido referentes en la historia que se hubieran movido de otra manera, que hubieran abordado estas cuestiones en el escenario, en el estudio o en su vida de manera distinta, porque yo sentía que toda la historia del flamenco que me habían contado no incluía absolutamente nada sobre estas formas disidentes de abordar el género. Ahí me dí cuenta de que había mucho más de lo que se nombraba.
- A las ciencias, a las humanidades, o a la filosofía mismo, les cuesta mucho bajar al terreno de lo corporal, pero ¿cuánto dice el movimiento de nuestro cuerpo del contexto histórico que vivimos, de las represiones que está viviendo un país, de lo enquistada o de lo evolucionada que está una escena artística…?
- Te diría que cuanto más creo a nivel artístico y más talleres de este tipo propongo, más fácil me es identificar el paradigma o el universo mental en el que vive cada una de las personas. A nivel individual, te diría que ver bailar a una persona te permite hacer un diagnóstico muy claro y rápido de cómo es su mundo interior, de cuáles son sus valores vitales, pero también estéticos, y de ver hacia dónde se puede buscar cómo ir rompiendo con ciertos límites. Pero a nivel colectivo también: es decir, el tipo de danzas que se practican y que se ven en una sociedad son un signo muy claro de la relación que esta sociedad tiene con aspectos tan importantes de la vida humana como el cuerpo, el deseo, el placer, la sexualidad, el tiempo libre, lo respetable y lo no respetable, lo que puede ser presentado para ser observado por otros espectadores… Es un lugar en el que se diagnostica muy rápido toda esa serie de valores, de creencias o de hábitos corporales que no se ve cuando uno tiene una conversación. Y esto también es interesante porque me doy cuenta de que, hasta que uno no se embarca en este tipo de trabajo, hay un cisma muy claro entre lo que uno piensa o lo que uno dice a nivel discursivo y cómo luego eso lo encarna y lo vive corporalmente en su vida cotidiana.
Por eso es tan importante pasar por el cuerpo, para ver realmente cómo todas esas ideas y creencias son vividas realmente. Uno puede tener un pensamiento muy progresista y utilizar paradigmas conceptuales muy avanzados y luego, en su vida cotidiana, ser una beata.
- De hecho, en tu investigación te encontrarás —supongo— con dos resistencias: una que será la del flamenco canónico, que buscará ser conservador con la tradición corporal de este; y por otra parte, el estigma de cierto progresismo ante cuestiones importantes para el mismo flamenco como el gitanismo o la resistencia LGTBIQ+ en ciertos momentos de la historia. Son dos resistencias que vienen de direcciones opuestas pero que —otra vez, supongo—se encontrarán en tu propuesta (aunque bueno, ese es precisamente el espacio de lo queer).
- Efectivamente, resistencias y obstáculos hay en todos esos sitios, y al final uno se encuentra en un espacio de tensión entre mundos contradictorios como los que acabas tú de nombrar: el movimiento LGTBIQ+, que es profundamente racista en muchos de sus ámbitos, y luego el mundo del flamenco más tradicional o el gitano (que a veces comparten espacios, pero no siempre, ni mucho menos) en el que la homofobia y el machismo son muy latentes. Al final se trata de reconocer que todos estamos implicados en la misma lucha, que es una lucha de liberación colectiva, y que en el momento en el que empezamos a señalar a una minoría o a descartarla dentro de una lucha colectiva, tenemos que empezar a pensar que estamos haciendo algo mal.
- ¿Estamos en un momento histórico de buena salud para estos desvíos dentro de la práctica flamenca? Lo primero que me viene a la mente es el Premio Nacional de Danza a Manuel Liñán, pero hay otros muchísimos nombres propios dentro de este movimiento.
- De hecho, como suele suceder con el reconocimientos institucionales, en estos casos, estos artistas de gran renombre son un poco la punta del iceberg de un movimiento muy diverso que va sucediendo en espacios más alternativos, con menos reconocimiento, pero en el que hay una gran ebullición. Y si hay que nombrar gente, pues desde Marco Flores, Sergio Suárez, Carlos Carvento, María del Mar Suárez La Chachi, Belén Maya (que es un artista muy reconocida y muy pionera también en temas de feminismo, pero que no ha tenido ese reconocimiento institucional)… Hay una grandísima diversidad.