VALÈNCIA. Cuenta Almudena Francés que, preguntándole a Maruja [una mujer de 90 años de un pueblo de la Vall d’Albaida] a qué hora poner el acto de Contes a la Fresca, esta le dijo que “a un quart per les huit”. La hora era extraña, pero con sentido: “la misa es a las 18, el retor lo hace rápido y en media hora habrá acabado, pero mis amigas van en andador, y si se van a casa, ya no vendrán”. Ese día, Maruja llega directamente sin pasar por misa y de peluquería. Las que sí fueron, aparecen con el andador y se sientan en primera fila. Maruja es la primera que se anima a contar un cuento, y lo hace con uno con un retor de protagonista. “En los cuentos, el retor suele quedar o regular o mal… Y en otros fatal”, añade Francés mientras relata esta meta historia.
Maruja cuenta un segundo cuento… Y también es de retors. Cuando acaba, se lo piensa un momento y finalmente pregunta: “¿Puedo contar un tercero?”. Un niño que no es de su familia le pregunta: “¿Es también de retors?”. “¡Sí!”, contesta Maruja. “¡Pues cuéntalo!”. Sirva esta escena como marco necesario para hablar de lo que sucede en Contes a la Fresca, una iniciativa que Almudena Francés lleva realizando ya nueve verano en los pueblos de la Vall d’Albaida y que se sirven del imaginario popular para hablar de los saberes, pensamiento y cultura de los pueblos de la zona. “Maruja es una mujer de misa, creyente y practicante. Pero cuando tiene que contar un cuenta, sublima todo eso”, puntualiza Francés.
La iniciativa nació con una misión sencilla pero profunda: reunir a diferentes generaciones de un mismo pueblo para compartir historias en la plaza, un espacio que tradicionalmente ha sido el corazón de la vida comunitaria. En definitiva, preservar y revitalizar la tradición oral, una práctica que durante siglos ha sido el vehículo principal para la transmisión de historias, leyendas, canciones y conocimientos de generación en generación. La metodología del proyecto es simple pero efectiva: "Normalmente, invitábamos a un narrador profesional para iniciar la sesión, y después la gente del pueblo continuaba con sus propias historias. Durante una hora y media se escuchan leyendas, rondallas e historias cotidianas”.
Pero este año, tras el fallecimiento de una de las narradoras más queridas y prolíficas, la tía Mercedes, ha habido un punto de inflexión en el proyecto. "Ella tenía un repertorio enorme de cuentos y yo había grabado algunas de sus historias durante la pandemia”, reflexiona. Fue entonces cuando decidieron comenzar a grabar todas las historias que se narraban durante las sesiones, con el objetivo de preservarlas para futuras generaciones. La recopilación de estos cuentos grabados planteó un nuevo desafío: Si ya están grabados, ¿qué sentido tiene repetirlos?
Aquí es donde surge, junto a Tono Vizcaíno, la idea de ir más allá: introducir como activadoras de las historias fotografías. De esta manera, el equipo de Contes a la Fresca, en colaboración con una persona del Ayuntamiento o voluntarios, seleccionan unas 25 fotografías de cada pueblo, que representan momentos y actividades comunitarias significativas, y proyectarlas en una gran pantalla durante las sesiones. La reacción de la comunidad ante estas imágenes ha sido reveladora y emotiva: "Vamos a los pueblos, proyectamos las fotos en una gran pantalla y la gente empieza a recordar. 'Mira, madre, ¡aquí está el tío Joan!', ‘¡Y la tía Maria, qué jovencita!’". La cascada de recuerdos y anécdotas empieza y solo desencadena recuerdos personales, sino que también la memoria colectiva de los pueblos, tejiendo un relato conjunto que abarca a varias generaciones: "Es sorprendente cómo con solo 25 fotos podemos pasar dos horas y media hablando de la historia del pueblo", comenta Francés.
La esencia de Contes a la Fresca trasciende la simple recopilación de historias. Según Francés, el proyecto no es "un trabajo puramente etnográfico". Aunque se recogen historias y tradiciones populares, en el proceso de transmisión, estas historias a menudo se transforman. “Hay historias y anécdotas cotidianas que se han contado y recontado tantas veces que se han acabado convirtiendo en una leyenda local. Pero, ¿hasta qué punto la historia que nos ha llegado es la versión real de los hechos? ¿Qué hay de verdad y qué se ha añadido o modificado con el paso del tiempo?", reflexiona Francés, resaltando la fusión entre realidad y ficción en las narraciones colectivas.
En Contes a la Fresca, las historias populares son más que simples narraciones; son vehículos para expresar sentimientos y experiencias que a menudo no tienen cabida en la vida cotidiana. “La moraleja explícita es algo relativamente moderno de los cuentos. Sin embargo, las historias tradicionales, a pesar de ser más simples, también transmiten aprendizajes. A menudo, enseñan que los malos son malos y los buenos son buenos; pero también pueden servir para expresar sentimientos que no podemos en la vida cotidiana, como ahora la burla o la crítica al poder. Los cuentos, especialmente los populares compartidos entre mujeres, permiten verbalizar cosas que no podemos en la vida cotidiana. A través de ellos, podemos burlarnos del poder, sublimar nuestras experiencias y desahogarnos", explica Francés que ha podido identificar como muchos sirven, por ejemplo, para hacer sátira de los señoritos del pueblo la gente que tiene que trabajar de sol a sol para él, en unas condiciones precarias. “Luego, acaban la historia y dicen ‘¡Viva el señor!’, porque las relaciones de poder están súper fosilizadas. Los cuentos son una manera inconsciente de contrapoder”, añade.
El proyecto también ha permitido a Francés identificar diferencias significativas en las historias y tradiciones de los diferentes pueblos de la comarca. "A nivel etnográfico se ven mucho más claras que a nivel ficcional", observa Francés. Estas diferencias reflejan las particularidades socioeconómicas e históricas de cada comunidad. No es lo mismo Salem, un pueblo con una fuerte tradición industrial que la Pobla del Duc, un pueblo agrícola aunque con muchos más habitantes, cuyo marco se mueve precisamente en el campo: “Hay pueblos a los que les separa menos de 15 kilómetros y que han tardado dos décadas más en que se perdiera la tradición de hacer lutos largos, por ejemplo”.
Las historias fantásticas y las leyendas también varían según la geografía y la proximidad a la montaña, y cambian realmente en función de cuáles son los miedos particulares. Mientras a los pueblos del centro del valle les preocupa que les roben la cosecha (ahí está la Bubota, un fantasma que puede atemorizar a los ladrones), a los pies de la montaña encontramos figuras más mitológicas como el Caro.
Nueve años después, Contes a la Fresca sigue aprovechando el verano para recordar colectivamente qué imaginarios y realidades les explica a sí mismos en cada pueblo. “No sé si encontraré ya más cuentos, pero aún así encuentro formas de narrar. Me apasiona escuchar y grabar a la gente, porque aprendo más de los silencios, de los gestos y de la manera de contar que de las palabras en sí. Jo siempre digo que voy por ahí 'tragant ulls', es decir, observando atentamente a las personas mayores. Ellas tienen una manera muy particular de narrar, con precisión y emoción. Cada cual tiene unas pocas historias que va repitiendo, pero las convierte en experiencias únicas gracias a los gestos, la mirada y las pausas. Estas son las historias que busco y que enriquecen mucho. Me llenan de vitalidad y me dan herramientas para poder narrar de manera más efectiva. La manera cómo las personas hablan, cómo colocan la voz, es fascinante”, resalta Francés.
Ella y una legión de colaboradores y colaboradoras, desde el diseño del dispositivo hasta las personas que se animan a contar algo cada velada, generan este espacio que parece inocente (lo es), pero que sobre todo es libertad y pensamiento popular que puede, por un momento, contra todo poder. Este verano, aún quedan tres encuentros: este domingo 26 de agosto en Montitxelvo, el 29 en Atzeneta d'Albaida, y el 30 en Llutxent.