En su primera novela, el escritor Xavi Barroso reconstruye la historia del Paralelo de Barcelona: una visión del pasado con muchos guiños al presente
VALÈNCIA. Escritor, guionista y creador de contenidos, Xavi Barroso (Granollers, 1984) ha trabajado como guionista de televisión (TV3, TV2 o BTV) y ha desarrollado varios proyectos digitales en Penguin Random House. Un día decidió que le faltaba algo: escribir un libro, y así nació La avenida de las ilusiones, la primera de sus novelas que llega a las librerías. De momento, la andanzas de Francisca Romero —una especie de Rosalía de principios del siglo XX— ha encandilado a miles de lectores.
— Guionista de humor, de divulgación y de ficción, además de profesor de escritura creativa ¿Cómo has tardado tanto en escribir tu primer libro?
— Me ha gustado escribir desde pequeño, cuando hacía obras de teatro en el colegio. Y la verdad es que, por un lado, siempre tenía las ganas de lanzarme, y por otro el típico miedo o respeto ante la idea de hacerlo. Pero cuando descubrí el Paralelo y la vida de dos de sus protagonistas, como fueron Raquel Meller y Elena Jordi, me di cuenta de que tenía una historia. Además, coincidió con que tenía tiempo. Me lancé y de ahí salió La avenida de las ilusiones.
— Todo el mundo coincide en que recuperar el Paralelo es uno de los grandes aciertos de tu novela, un barrio olvidado pero que a principios del siglo XX se consiguió fama internacional. ¿Qué te llevó a fijarte en esta calle precisamente?
— Primero porque mis abuelos, inmigrantes andaluces, se instalaron en esta avenida, y ahora vivo aquí, así que es una relación muy antigua. Pero realmente no me preocupé ni conocí su historia hasta que vi una exposición en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona sobre las primeras décadas del siglo XX. Es cuando pasa de ser un lugar de circo y de barracas a convertirse en una zona llena de teatros, de cabaret, de música… pero también de droga, prostitución y zonas de juego. Además, está muy cerca del puerto de Barcelona, así que es una parte de la ciudad que cambió muy rápido, sobre todo, durante la I Guerra Mundial. En ella, España fue neutral, y por su proximidad a Francia y al Mediterráneo, Barcelona asumió un protagonismo cultural y político que no tuvo Madrid. Vinieron muchos exiliados, gente que huía de la Guerra y había de todo: espías, pacifistas, oportunistas… Así, cuando la guerra acaba y vuelven a sus lugares de origen, el Paralelo extiende su fama por toda Europa.
— ¿Fue una especie de Montmartre?
— Sí, pero Montmartre es un barrio de la burguesía parisina, la más exclusiva de todo Francia. En cambio el Paralelo no deja nunca de ser un barrio obrero, lo que hace que las ideas revolucionarias estén en los bares y las calles.
— ¿Hay algo autobiográfico en el libro?
—Más allá de lo que te he contado, no. Si yo aparezco en La avenida de las ilusiones es más por los temas que trato y que siempre me han interesado, como la competitividad social, el feminismo, el teatro, la cultura…
—Vamos, que has sido cupletista como tu protagonista
— No, pero tampoco había sido escritor y mira [ríe]
— Volviendo al Paralelo, es uno de los personajes que más está gustando. Porque el Paralelo que yo recuerdo es el de la Transición, el decante, con locales de espectáculos porno y cosas así
— Con Primo de Rivera, pero sobre todo con Franco, el Paralelo es un problema porque sigue siendo un hervidero de ideas políticas, así que hicieron todo lo posible por acabar con él. Pero también tiene parte de culpa la burguesía catalana, cuyo centro cultural por excelencia son Las Ramblas y Gracia, y veía el Paralelo como algo más de masas y de clases bajas. Ahora parece que las tornas vuelven a cambiar y el Paralelo está recuperándose.
— Y de allí, y solo de allí, podría salir alguien como Raquel Meller
— No exagero, fue como la Rosalía de su época, y es un producto de cultura popular que solo podía salir del Paralelo. Hizo más de 400 discos, cantó en París, Nueva York… en medio mundo, llegó a ser portada de la revista Time y rechazo a Chaplin cuando le ofreció protagonizar Luces de la Ciudad porque le caía mal. Imagínate el nivel que tenía, pero luego, tras la Guerra Civil, se le olvidó.
— Raquell es un parte de Francisca, tu protagonista. La otra es Elena Jordi
— De Meller me he quedado con lo internacional que fue y su importancia, de Elena Jordi me interesó por lo valiente y por lo que consiguió en una sociedad tan machista y clasista. Montserrat Casals Baqué, ese era su verdadero nombre, no venía de un lugar tan humilde como Raquel, pero construyó un teatro con el capital que generó como empresaria, tuvo su compañía propia y fue, probablemente, la primera directora de cine en España en 1916 con un corto, Thaïs, que desgraciadamente no se conserva. Lo que logró fue excepcional. De hecho al final le quitaron el teatro, probablemente por ser mujer.
— Esta es la parte real de Francisca pero ¿qué parte es cosecha tuya para el personaje?
— El recorrido que tiene que vivir desde que limpia en las casas hasta que llega donde llega o su romance con un famoso dramaturgo (algo común en la época).
me parecía más interesante utilizar a una mujer que se enfrenta a su sueño de ser actriz, y que cada paso que da es casi ir a contracorriente
— Joan, el novio de Francisca, es como ella, un soñador. ¿Porqué te ha interesado más contar la historia desde el punto de vista de Francisca?
— Primero, porque hay muchos relatos autobiográficos o novelas que tiene como protagonista a un obrero, un anarquista, en esa época. Pero me parecía más interesante utilizar a una mujer que se enfrenta a su sueño de ser actriz, y que cada paso que da es casi ir a contracorriente.
— ¿Y porqué has optado por la primera persona?
— Fue como algo instintivo. Elegir al narrador de la novela es fundamental, porque marca la relación con el lector. De hecho, hubo momentos en que pensé que quería pasar a la tercera persona, pero creo que con la primera el lector empatiza más.
— No sé si Grijalbo ha soltado el coronavirus, pero ha venido muy bien porque en tu novela también aparece la gripe española. ¿Cómo fue esa época?
— Cuando se declaró el estado de alarma me quedé sorprendido de ver que eran las mismas que con la gripe española como la distancia social, cierre de empresas, de teatros, obligación de llevar mascarillas, se limitó el aforo en las tiendas, en los entierros… La diferencia es que tenemos mejor sanidad. Es curioso.
— En cambio, cuando escribes si que estaba ya el movimiento Me Too. ¿Te inspiró?
— Es distinto porque en mi novela son los albores del feminismo. Prefería explicar aquella época, aunque hay paralelismos, como la primera huelga de mujeres (no exactamente feminista) de la historia de España. Es época de asambleas de mujeres sindicales y llegan a parar más de 200 fábricas, aunque al principio las toman con mucho paternalismo, pero luego cargan contra ellas. Además lograron muchas cosas. Lo importante es que ayer y hoy, las mujeres tenían algo que reivindicar
— Y la lucha obrera. Antes iban, literalmente, a muerte y ahora casi nos preocupa perder Netflix.
— Es verdad que antes no tenía casi nada que perder, aunque no todos los movimientos obreros son violentos o apuestan por la acción directa. Incluso dentro de los propios sindicatos. Nosotros tenemos mucho que perder porque, aunque estés muy mal, hay por lo menos un estado del bienestar que sirve de colchón.
— ¿Habrá continuidad de La avenida de las ilusiones?
— Sí, Las trincheras invisibles. Ya está acabada y es una historia ambientada en el mismo mundo, y comienza donde esta acaba. Más que una continuidad es un spin off.