Comer

Barecito, el bar junto al Ayuntamiento donde aspiran a conocerte por tu nombre

Lleva poco más de 20 días en marcha –aunque mucho tiempo cocinándose–, pero la nueva apertura del Grupo Gastroadictos da una vuelta de tuerca a lo que nos tienen acostumbrados. Un local mucho más íntimo que llega para convertirse en una referencia en el corazón de la ciudad.

Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

 Barecito es la respuesta a la pregunta que se hizo el equipo de Grupo Gastroadictos cuando la idea del siguiente proyecto empezaba a germinar: «¿Qué falta? ¿Qué me gustaría encontrarme justo aquí?». Y ahí, pegado a la plaza del Ayuntamiento, lo que faltaba era un bar que recordarse «a una tasca del Norte, a una taberna del Sur, al punto de encuentro de afterworks de ciudades como Madrid o Barcelona…», cuenta Rafael Recuenco, responsable de expansión y uno de los cuatro socios del grupo hostelero. 
 

Un bar informal, más informal todavía que sus hermanos mayores –Mistela, Cremaet, Bajoqueta y Cassalla–. Un bar donde picar algo rápido antes de ir al cine o al teatro, un lugar para tomar una cerveza o un café improvisados, la barra donde te reúnes con los compañeros los jueves al salir de trabajar o en la que paras a mitad mañana mientras haces trámites en el centro. «Queríamos montar un bar donde cupiese todo el mundo, en el que hubiese calor. Ese fue el concepto», sostiene Recuenco.   Barecito mantiene la filosofía de los bares de Gastroadictos: una cocina sencilla con predominio de tapas autóctonas a un precio ajustado –que en el caso del nuevo local, todavía lo es más, teniendo en cuenta dónde está ubicado–, y un interiorismo muy cuidado, con estética nostálgica, que invita a entrar.  Pero esa vez, Gastroadictos ha decidido saltarse sus propias reglas y salir del barrio. 
 

  • -

«Nosotros siempre hemos querido revitalizar barrios. Estar en los sitios de donde procedíamos porque seguimos siendo gente obrera. En su momento tratamos de aportar valor al barrio. Es un compromiso social que tenemos. Pero hay ciertas cosas que tienen que ser sostenibles. Cuando montas un bar en el que cabe mucha gente de pie, que requiere de paso, necesitas estar en determinados sitios», dice Recuenco para explicar ese acercamiento al corazón de la ciudad.  Conocían el emplazamiento. De hecho, hace cuatro años, ya les tiraron los tejos desde el hotel Meliá Plaza donde se ubica el local, pero en aquel momento aquellos 150 metros no encajaban con el modelo que manejaban entonces. 
 

Esa responsabilidad que siempre han mostrado con los barrios, también querían trasladarla al centro. «Respetando a todos los que están alrededor de la plaza, para la densidad de población que pasa por aquí todavía creíamos que cabía una oferta de valor», afirma Rafa. Querían recuperar el centro y que, tanto locales como turistas, tuviesen un lugar donde sentirse a gusto. Porque reconozcamos que una hamburguesería o una franquicia de comida tex-mex estadounidense, cumplen otro objetivo, pero a pasar un buen rato una no va. «Cambiamos de responsabilidad, pero la seguimos teniendo», argumenta.
 

  • -


El local ha sido diseñado por Destudio para que casi todo ocurra en torno a una barra que hace la vez de mesas altas. Además de la barra principal donde trabajan los camareros, otra barra continua pegada a la cristalera de la fachada te ofrece las dos opciones, ambas válidas: o te aposentas en sus taburetes como nos gusta a los valencianos o permaneces de pie, acodado sobre la superficie de acero, como les gusta hacer en Madrid. La mesa central, con sitio para unas 15-20 personas completa el espacio que es cálido y acogedor e incita a pedirte otra. Para el cliente que no le convence lo de la mesa alta, han dejado unas pocas mesas. El bar cuenta además con una buena terraza que va a llenar de vida esa pequeña calle que une la plaza del Ayuntamiento con San Vicente.  
 

Respecto a la propuesta gastronómica, prácticamente toda la carta se comparte. Unas bravas muy bien ejecutadas (a las que yo daría algo más de punch con el picante), champiñones, ensaladilla rusa servida sobre un boca-bit gigante para comer con las manos, albóndigas, callos, pincho de tortilla, tabla de quesos o cecina de wagyu y croquetas de jamón o bogavante.  Tienen gildas, claro. Un bikini de ternera ahumada y dos montaditos y un solomillo en dados que es uno de los imprescindibles. El carpaccio de gamba roja de Dénia está en los fuera de carta junto a los espárragos o los puerros a la carbonara. «Es un paso adelante a pode probar mucho. Raciones pequeñas que te permiten jugar y disfrutar», asegura Rafa.  Los precios oscilan desde los 3 euros de la croqueta a los 14 del solomillo. De este rango solo se escapa el carpaccio de gamba.  Me quedé con ganas de probar los dados de rape rebozados y los macarrones de rabo de toro (me pregunto si los macarrones tuneados van a ser la nueva gilda). Volveré a probarlos. 

 

«Aquí vas a comer y a beber bien y vas pagar un precio muy bajo para lo que tomas y con las instalaciones que hay. Creo que en eso estaremos en un núcleo de cinco que podríamos ser imbatibles en esta línea en el centro. No creo que haya tantos que tengan un buen mix de comer bien, beber bien, un servicio agradable, un buen local y unos precios muy muy razonables», añade.  

 

  • -

Sin perder de vista la propuesta gastronómica que acompaña al local y que lleva el sello del Grupo Gastroadictos, Barecito viene a ser otra cosa.  Quiere recuperar esa naturalidad e improvisación que tenían los bares de antes. Cuando no tenías que planificarlo todo o reservar con días o semanas de antelación. Cuando los colores de Google calendar no gobernaba nuestras vidas.  «Aquí no vienes a comerte una paella, sino que vienes a pasar un buen rato», apunta Recuenco.  Mientras se gestaba el proyecto llegaron a debatir incluso si debían poner platos o no a los comensales o dejar que todo fuese al medio. De hecho, una de las decisiones que tomaron fue que las mesas no estarían montadas como ocurre en sus otros locales. No quieren condicionar al cliente ni decirle lo que viene a hacer. Aquí todo vale, desde tomarte una simple coca-cola a empezar con un pincho y una caña y acabar con una comida de las que se alargan hasta bien entrada la tarde.  Lo que les permite el tamaño de Barecito es ser más ágiles que en el resto de locales, que entren y salgan platos, que sea todo más divertido, menos nomativo. «Hoy es esto y mañana será lo que queramos que sea», reconoce.   En la barra han instalado también una mesa de congelación en la que se pueden trabajar postres en frío y manipular helados como el corte artesanal de toda la vida, pero dándoles un giro.  

 

Barecito abrió el 14 de marzo, lo que indica que no le tienen miedo a nada. Lo hizo de manera discreta, contándolo apenas a los amigos, a la familia y a sus proveedores y atendiendo, claro a todos los que curiosos que se acercaban, pero sin querer armar demasiado jaleo. Piano piano. Han sido unas primera semanas de tanteo. Ahora que han pasado 20 días es cuando han empezado a hacer ruido. Esta semana celebraron dos días de afterwork a modo de presentación a los que acudió buena parte del sector hostelero valenciano. La idea de mantener esa costumbre todos los jueves.

 

  «¿Lo de siempre?»

 

A Rafa Recuenco le encantaría que el equipo de sala de Barecito terminase por aprenderse el nombre de todos esos clientes habituales que quieren que se acerquen hasta el establecimiento.   «Esa sería nuestra aspiración. Que entrases y solo con mirarte te digan, Paula ¿lo de siempre?», confiesa, "O sacarte esa segunda cerveza incluso sin que la hayas pedido. Eso es muy idílico, pero es lo que buscamos y es lo que intentamos que los trabajadores entiendan" Sabe que es complicado. Que la la hostelería de antes ya no es la de hora. Pero es un anhelo bonito como punto de partida.

 

Bonito rima con Barecito. Un nombre que no les costó mucho encontrar cuando todavía estaban definiendo el proyecto.   «¿Qué somos? Un bar. Pero somos más pequeños de lo que habitualmente hacemos. Ese ito se encuentra en muchas cosas buenas. Que te den un abracito o que te den carilitos. Esa forma de ser pequeño y adorable creemos nos identificaba. Parace que cuando eres pequeño todo el mundo te permite un poco más».   

 

 

    

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo

10 razones para volver a La Mostra PROAVA
Sabor a Colombia en Valencia