En plena oleada moral de Tipper Gore contra las letras de los grupo de rap y de heavy, la cadena MTV apostó por darle más horas que nadie al metal. El resultado fue un programa, 'Headbangers Ball', que cubrió las vanguardias como Anthrax o Suicidal Tendencies, seguía la actualidad de los grandes grupos como Metallica o Megadeth y explotó hasta la saciedad el 'hair metal', la versión pop del heavy que llegó a tener audiencias espectaculares. La versión europea la presentó Vanessa Warwick, un icono inolvidable de aquella época, hasta que se canceló
VALÈNCIA. Mucho se habla de los que en los 80 podían costearse viajes a Londres para comprar discos y enterarse un poco de qué estaba pasando en el mundo, pero poco de un elemento clave posterior: la antena parabólica. Quienes la tenían, en términos televisivos, veían Pressing Catch con varios meses de adelanto. Ya sabían quién iba a fingir la derrota en los combates de broma que catapultaron a Héctor del Mar en la primera Telecinco. Pero mucho más importante era que podían ver la MTV. Eso te daba años luz de ventaja sobre el común de los mortales en cuestiones musicales.
Quizá en el rock había revistas y fanzines en España que tenían buena conexión con el exterior, pero en el caso del heavy metal todo respondía estrictamente a las leyes del mercado. Si no se traía un disco para venderlo, no había clips en televisión, reseñas en las revistas o entrevistas en las radios. No existía salvo por la excepción de las tiendas o catálogos de importación, inasequibles al bolsillo común, o por el tape trading o algún pequeño espacio que dejasen los programas de radio para discos de importación. Un grupo como Blind Guardian, por ejemplo, que enloqueció a las masas en una época en la que el heavy estaba de capa caída, tardó muchísimo en ser entrevistado en las revistas. Ya debían ir por el cuarto disco.
Por todos estos motivos, los que tenían parabólica tenían la posibilidad de enterarse de algo. Podían ver Headbangers Ball, que en aquel momento era el programa que partía la pana en Estados Unidos. Un espacio con en el que, si por el día la MTV metía música moñas, por la noche se entregaba al metal. En Estados Unidos, lo daban cada día. Había dos cosas que por aquel entonces te dejaban soñando con un futuro mejor, que te dijeran que en USA había "más de cuarenta canales de televisión" y que se pudiera ver heavy cada día, como el telediario. Duró hasta 1995, antes de volver con otro formato cuando nuevos sonidos metálicos triunfaron entre las clases populares estadounidenses.
En cuanto al heavy, las cintras grabadas con este programa y sus clips rulaban que daba gusto. Su antecesor era Heavy Metal Mania, que empezó en 1985 y estaba presentado por Dee Snider. Fue justo la época que coincidió con la oleada moral en Estados Unidos de Tipper Gore, que arremetió contra las letras de los grupos de rock, heavy y rap. En esa época hubo un intento de censurarlas por hablar de sexo y ser escuchadas por menores de edad, mientras que ahora, aunque en España ya le ocurrió por ejemplo a Los Ronaldos con unas feministas vascas, se ha afinado el tiro y el problema es que sean sexistas, que lo eran. No obstante, nadie en su sano juicio no entendía que la parafernalia de esas letras no era más que ficción, chusca y ridícula, pero el género lo ha tenido más fácil para eludir la invectiva cuando venía por parte de la moral cristiana que por la izquierda. El caso es que esa lucha convirtió a Dee Snider en la cara visible de la defensa de los grupos de rock, aunque su programa no llegó más allá del 86.
Porque la cosa se depuró con Headbangers Ball. En los states hubo varios presentadores famosos del programa, pero para Europa contrataron una mujer, Vanessa Warwick. Un personaje inseparable de los años dorados de popularidad del metal, así como el logo del programa, que nos hemos hartado de estar en discotecas viendo vídeos en pantalla gigante con esas letras en la esquina de la imagen. Una alternativa que surgió fue la revista Hard N Heavy, que era una cinta VHS con entrevistas, clips y alguna tontada. Su lema era "Más de 80 minutos de vídeo sin censurar", como si se tratase de una cinta porno de zoofilia, y detrás decía: "Justo cuando pensabas que tus viejos se podían acercar al vídeo..." con lo que lanzaba un mensaje preocupante para los mayores de 30 años interesados en las novedades metálicas y hardrockeras del momento.
El punto es que en Estados Unidos Headbangers Ball se volcó con los grupos de hair metal. Este subgénero es bastante interesante, aunque está muy denostado por los expertos y morros finos del negocio musical. En pleno auge de popularidad del heavy metal, este, como suele ocurrir con todo, experimentó una comercialización galopante. Los sellos apostaron por grupos con sonidos ligeros, canciones festivas, alusiones al sexo y la buena vida y baladas lacrimógenas muy sentidas. Puro pop. La cosecha fue interminable, salían de debajo de las piedras. Pero hay que entender que respondían a un fenómeno socio-económico. En las primeras desindustrializaciones en Estados Unidos, hubo grandes migraciones hacia las dos costas. Los que iban a California aspiraban a ser actores o actrices o artistas. Cualquier cosa menos tener un trabajo gris y mal pagado.
De todas estas mareas humanas salió una inmensa cantidad de gente que hacía cualquier cosa, decía lo que le dijeran que tenía que decir y se vestía de cualquier manera con tal de ser famoso y no tener que dar un palo al agua, además de hincharse de sexo y drogas, que era en lo que aquellas generaciones de jóvenes estaban más interesados pues no se habían inventado aún las redes sociales para masturbarse con fotos de gente desayunando sus crispis en bata o alcanzado el éxtasis, la euforia y el delirio a través de favs en lugar de con simples drogas.
Toda esa masa dio lugar a un fenómeno que hoy en España popularmente se conoce como 'heavy cutre' y Headbangers Ball fue su altavoz. Cuando pocos años después llegó el grunge que acabó finiquitando el programa ocurrió algo dramático. La música ya no era para reír, había que tomársela en serio. ¡Era muy importante! Se instauró el reino de Nirvana y su tenebrismo judeocristiano y el pasado fue aplastado y olvidado.
Un entretenimiento interesante es coger los nombres de los músicos de hair metal de los discos y meterlos en Facebook a ver cómo ha terminado esa gente. No pocos de ellos son orgullosos obreros del metal, trabajadores en general y hay incluso granjeros. La cuestión es que sin ellos, sin su frivolidad a finales de los 80, no pudo aparecer la música seria para estar muy preocupado de los 90. Cambiaron la historia. A peor. Y dos veces, con lo suyo y con lo que vino después como reacción.
Kurt Cobain apareció por primera vez en el programa con un vestido amarillo dijo que en el mundo había más grupos aparte de los que llevaban Harleys, en alusión a Motley Crue. A todo el mundo le gustaba mandar mensajes. Faster Pussycat citaron el porno como gran influencia y lo dijeron como recado a Tipper Gore. A Dave Mustaine le hicieron saltar en paracaídas por una canción sobre el tema que iba a salir en su siguiente disco, Countdown to Extincion. Eran las mismas chorradas, discusiones y puyitas de toda televisión convencional, pero aquí la jet eran las estrellas de rock.
No obstante, el espacio era amplio y recibieron especial atención los grupos que estaban llevando el metal más allá. Anthrax o Megadeth fueron mimados. Suicidal Tendencies tuvo un reconocimiento que sin duda merecía. Entrados en los 90, convivieron los grupos que ya habían dejado atrás el heavy, eran más thrash, con la incipiente escena alternativa que se lo fue comiendo todo. Los jóvenes no querían Testament, querían Bad Religion. La gente cuyos sentimientos son muy importantes no querían Poison, querían Stone Temple Pilots. Al final, el programa fue cancelado con nocturnidad y alevosía. No le dieron ni la oportunidad de despedirse.