VALÈNCIA. Hace diez años que València vivía un terremoto marcado por la aparición de distintas propuestas que, desde los márgenes, buscaban plantear una respuesta ante lo que calificaban de desierto cultural. Entre ellas, un Cabanyal Íntim que quería poner en foco en unos de los barrios olvidados de la ciudad. De esta forma se levantó un proyecto escénico inusual que, desde las casas de sus vecinos, ha planteado propuestas que han enriquecido el circuito teatral local. Diez años después el festival vuelve a llenar de cultura la ciudad en un contexto, aunque por distintos motivos, tan dificultoso para las artes como el de hace una década. Sobre el presente y futuro de Cabanyal Íntim hablamos con su directora, Isabel Caballero.
-El festival nació como respuesta a una sequía cultural y, ahora, celebra su décimo aniversario en una crisis inimaginable hace un par de años.
-Es complicado tirar del carro en estos momentos, pero no podemos tirar la toalla, sobre todo por los espectadores. Como espectadora a mí lo que me ha salvado ha sido la cultura, poder encerrarte en un teatro y olvidarte de todo, esa ha sido mi vacuna. Hay ganas de propuestas esperanzadoras en un momento tan oscuro. Es interesante pensar que hace diez años estábamos en un desierto cultural terrible. Ahora, por otras razones, también estamos muy necesitados de cultura, de esperanza y de luz. No está siendo fácil, pero hay muchas ganas.
-Una de las claves del festival es que se ubica en sedes no tradicionales, lo que hace más compleja la organización.
-Ha sido realmente un montaña rusa, un viaje de muchas opciones. La primera de todas, decidir que se hacía el festival. Primero pensamos en espectáculos en la calle, pero cual fue nuestra sorpresa cuando hablamos con Dominio Público y nos dijo que estaba prohibido, aunque estuvieran sentados con sillas… Ha sido una carrera de fondo. Es el festival del no se puede [ríe] Nos hemos dado con más de una pared, pero al final hemos encontrado espacios del barrio que, aunque no son viviendas privadas, nos permiten ver las piezas manteniendo el espíritu del festival. Estaremos en espacios como la Asociación de Vecinos del Cabanyal-Canyamelar; en L’Escorxador, que lo acaban de rehabilitar, o en un estudio de yoga. Hemos tirado de espacios que ya estaban abiertos al público y hemos adaptado las piezas a ellos. Estoy contenta porque, además de que son espacios realmente interesantes, esta inconveniencia nos ha llevado a iniciar nuevas relaciones con agentes del barrio que son muy bonitas.
-Esta edición llega con El tiempo por lema, algo relativo y más en este año de pocas certezas.
-El tiempo es un disparador magnifico para la creación, nos iba hacer mirar atrás, al presente y al futuro. Cuando nos pilló la pandemia el tiempo nos aplastó, tuvimos esa sensación de que el tiempo es ambiguo, puede parecer larguísimo y a la vez que no ha pasado nada. Esto es muy interesante, querer medir algo que se nos va de las manos. Es un gran tema para la creación.
-¿Cuáles son las claves de la programación?
-En ese año he querido invitar a artistas que han pasado en ediciones anteriores por el festival, que han dejado su huella en él. Hemos hecho un viaje por aquellas actuaciones que se te quedan en la retina. Contaremos, por ejemplo, con Eva Zapico, que impulsará como novedad un taller de escritura creativa, cuyo resultado se podrá ver el sábado día 8 en Zona Santiago; y también por primera vez estaremos en San Miguel de los Reyes con Luna y Panorama de los Insectos, que estuvieron en la primera edición. Entre otras cosas, recuperaremos Mamà Natura, de La Monda Lironda Teatre, una pieza para bebés que estrenamos hace diez años, o acogeremos Pela y Pelu: Finales de mierda, de Gimena Cavalletti, que nos ha regalado en este tiempo risas inolvidables.
Esto se combina con dar oportunidades a compañías con menos experiencia en el festival como A quien pueda interesar: una historia de la guerra, de Elia López y María José Peris, que plantea una historia muy personal sobre uno de los temas que más nos interesan, la memoria histórica; o Las bañistas sincronizadas, una propuesta muy fresa de Consuelo Blanco Piscinas. Como colofón, además, he invitado a tres mujeres creadoras que han dejado una huella en el festival, Ester Melo, belén Riquelme y Ana Luján. Cada una representará las tres dimensiones del tiempo, con piezas de 10 minutos realizadas ex profeso como homenaje a esta década del festival.
-Supongo que reconforta la vuelta tras tantos meses de cultura únicamente online.
-El teatro tiene algo que no se puede encontrar en ningún otro medio, sobre todo lo que proponemos en Cabanyal Íntim. Son experiencias que no están en un vídeo, se trata de entrar a un espacio diferente, sentir lo que ese espacio te propone. Yo he sido consumidora de teatro online durante la pandemia, pero porque lo necesitaba. Es interesante porque puedes consultar piezas que no están aquí, pero una vez terminado me niego. Es un opción, sí, pero mientras se pueda hacer de otra manera…
-Hay una cuestión clave en el hecho cultural que es esa ceremonia insustituible.
-Absolutamente. El momento que más echaba de menos durante el confinamiento es cuando estás sentado en un patio de butacas durante esos segundos antes de empezar. Esa mariposas que hay en el estómago, ese momento es tan magnífico… lo echaba mucho de menos, es un momento que no se puede conseguir con una pantalla de ordenador.
-En València hemos vivido una unión muy significativa de los teatros, con esa decisión conjunta de no bajar la persiana. ¿Cómo ha sido la relación entre festivales?
-Está siendo muy buena. De hecho, una de las cosas que me ha hecho decidir que vamos adelante ha sido ver que en València se han mantenido los teatros abiertos, que contábamos con el apoyo del Teatre el Musical, que es importante. Es un momento extraño para algunos [festivales], algunos están decidiendo si continuar o no, pero la relación entre todos es buena. Siempre lo ha sido desde Picuv, pero ahora más que nunca. Hay una fraternidad que creo que es el camino que toca. Somos compañeros.
-Se cumplen diez años de Cabanyal Íntim, ¿cuál es la ambición a medio plazo?
-El festival tiene que estar al lado del barrio y de sus vecinos. No tengo la ambición de hacer un festival enorme. De hecho, cada vez pongo más en valor las pequeñas cosas, cuidar los detalles humanos, hacer menos pero mejor. Debemos seguir intentando que la gente del barrio sienta el festival como suyo. Mi ambición es pequeña pero llena de humanidad. En Cabanyal Íntim hacemos grande lo pequeño.