VALÈNCIA. “Estamos en una situación de tránsito”. En estos términos se expresa el director del Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias ‘González Martí’, Jaume Coll, al inicio de la conversación con Cultur Plaza. A unos meses de cumplir dos décadas al frente del museo, lo cierto es que no muchas cosas han cambiado desde que ocupara el despacho de dirección del majestuoso Palacio del Marqués de Dos Aguas. De titularidad estatal, su sede vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Desde hace dieciocho años esperan que se desbloquee la prometida ampliación del museo con la que quieren desempolvar los almacenes y sacar a la luz las miles de piezas que duermen ocultas al público. Parece que esta es la buena y será en 2020 cuando se reestructure un museo que desea desde hace años sumar a sus instalaciones la histórica fábrica La Ceramo, cuya recuperación resulta una de las cuentas pendientes a saldar de la ciudad. La ambición es grande para un museo que vive de acuerdo a las normas de papá Madrid, una gestión central que limita su capacidad de actuación.
-En menos de un año cumple dos décadas como director del museo, ¿supone un punto de inflexión?
-Supone un punto de inflexión porque cuando yo me incorporé al museo estábamos en un momento de cambio que se frustró, con 18 años de espera para la puesta en marcha de la segunda fase del proyecto de ampliación y reforma del museo. Cuando asumí la dirección estábamos terminando la primera fase de esa renovación, la segunda se ha demorado demasiado. Ahora estamos en un momento en el que parece ser que hay posibilidades para retomar esto, que convertirá en el museo en lo que esperábamos que fuera hace 18 años. Supone un reto. Hemos tenido altibajos en cuanto al personal también, pero estamos retomando la capacidad de recursos humanos que el museo necesita. Este año se destinarán desde el ministerio dos nuevos conservadores y ayudantes.
-En mayo se anunció que se había acometido la redacción, por parte del Ministerio de Cultura, del programa de necesidades arquitectónicas como paso previo a la licitación del contrato.
-Esta es la sexta redacción del plan de necesidades, lo único que se hace es revisar. El primero que se redactó de cara a la ampliación del museo es de los años 90. Lo que ha cambiado realmente es que el ministerio tiene disponibilidad económica y capacidad para poner en marcha el proyecto, por eso ha habido este anuncio. Hace tres años también se anunció y, al final, por cuestiones de carácter político se mantuvo en un segundo plano.
-El anuncio fue el Día Internacional de los Museos, pasados unos meses, ¿confía en que este año sea el bueno?
-Este año solo hay una cosa prevista: la contratación de la redacción. Da tiempo para hacerlo, entiendo que está en agenda. No puedo decir nada más. A día de hoy no se ha contratado a nadie todavía.
-¿Qué cambiará en el museo?
-Toda la parte palaciega se destinará a las artes suntuarias y la cerámica tendrá un discurso propio diferenciado en esta ampliación. Al ser un Museo Nacional la consideración de BIC afecta a todo el inmueble, no solo al edificio histórico. La parte que se inauguró en 1971 se protegió con el máximo nivel, con lo que se tuvo que redactar un plan especial de protección para salvar el escollo, que se terminó en 2006, siendo que hasta 2009 no hubo respuesta del Ayuntamiento sobre la aceptación de las propuestas. Ahora hay un marco de actuación que permite intervenir en función de las necesidades que tenemos. Este será el documento base que tendrá el arquitecto para diseñar la sección de cerámica. Nuestro requisito es que se pueda hacer un recorrido general sobre toda nuestra colección. Ahora mismo tenemos expuestos 2.800 objetos, de una colección de unos 23.000.
-¿Qué verá el público que se ha estado perdiendo?
-Sobre todo se ha estado perdiendo los grandes pavimentos valencianos y la azulejería, las cocinas del siglo XVIII... todo esto está en almacenes y va a integrarse. El criterio básico es que no haya cosas fuera de la vista del público: que el almacén sea algo residual. Habrá un recorrido prioritario con las piezas más significativas. Lo que haremos es generar una especie de almacén paralelo donde tras la ampliación toda la colección estará expuesta al público de forma masiva. La idea es convertir el almacén visitable en un zona anexa a la zona del discurso principal.
-Para este proyecto se destinarán 6 millones de euros de los cuales este año se liberan 150.000 euros para la redacción del proyecto, ¿cuando se prevé que esté ejecutado?
-No es una obra difícil. Supongo que será en 2020. Creo que la previsión de cuatro años se ha hecho por una cuestión económica, porque en menos tiempo se puede ejecutar.
-La cuestión del limitado presupuesto para la obra la sacó a relucir el conseller de Cultura, Vicent Marzà, ¿se sienten mimados por el Ministerio?
-La situación después de 18 años no es responsabilidad de ninguna administración en concreto... sino de varias. Si hubiese habido mayor sintonía no estaríamos hablando de esta espera. Por ejemplo, en el caso del Museo de Arqueología Nacional de Madrid no ha habido ninguna discusión. En algunos sitios hay una especie de consenso y en otros parece ser que no. Si hubiese una mayor disponibilidad y capacidad de actuación desde aquí podríamos enfrentarnos a necesidades que tiene el centro de una manera más directa.
-Cuando habla de retomar ese control uno puede pensar también en el caso del Museo de Bellas Artes de València y su trabajo por 'valencianizar' la gestión, ¿se puede trasladar al Museo de Cerámica esta demanda?
-Para todos los museos es necesario contar con una base estable a nivel de personal, de estructura organizativa, que es muy difícil de conseguir. Entre las deficiencias está esa disponibilidad de cierta capacidad de gestión económica, incluso para obtener recursos. No tenemos una disponibilidad de actuación, todo se basa en el control presupuestario. Si tienes una independencia administrativa y entidad jurídica, pues tienes una posibilidad de actuación mayor. Si consigues un estatuto administrativo y personalidad jurídica que te permita actuar, como en el caso del IVAM, las posibilidades de acción son mayores. Nuestro bache también viene, además del problema de personal, porque antes podíamos canalizar muchos recursos a través de la asociación de amigos porque había una euforia económica. Desde hace unos años es imposible. Por una parte se ha recortado la asignación del Ministerio de forma acorde a los recortes en la administración, y al mismo tiempo se ha recortado la posibilidad de conseguir recursos externos, porque las empresas ya no dan dinero ni organizan eventos.
-¿Les resulta entonces interesante tener vuestra propia entidad jurídica?
-Es fundamental. Ahora mismo para firmar cualquier convenio el representante jurídico es el Director General de Bellas Artes, incluso un convenio de prácticas con la universidad. La capacidad de gestión es limitada. Tener una independencia jurídica también permite conseguir fondos por medios directos, incluso de la propia administración, como proyectos de investigación que van canalizados por fondos europeos. Si el ministerio tiene que aportar fondos te dirá que no por la contención de gasto público, lo que te obliga a renunciar a esas colaboraciones. Tener una independencia administrativa y jurídica te salva esos escollos, te abre posibilidades de los recursos que puedes generar. Nosotros no generamos más que la entrada.
-¿Se trabaja por conseguirla?
-Se comenta en las reuniones que tenemos, qué posibilidades hay para tener más capacidad de gestión autónoma, pero en el Ministerio no se va a plantear nunca... o de momento. Hay casos que salvan la situación con fundaciones o centros de investigación. La casuística de los museos nacionales es muy variada. Habría que hacer un esfuerzo por ver si podemos conseguir una fórmula que, aunque no nos dé entidad jurídica, sí permita jugar con entidades que colaboren con la institución.
-Este verano se han abierto las puertas de un nuevo contenedor cultural valenciano, Bombas Gens. Mucha gente puede pensar que la cuenta pendiente tras ésta es la recuperación de La Ceramo, que propusieron como subsede del museo.
-Cuando se planteó esa posibilidad la situación urbanística no estaba definida, era muy complejo. Además era un momento de guerra abierta entre el ministerio y el Ayuntamiento por el tema del Cabanyal, por lo que se planteó que era inviable, pero todas estas cosas son revisables.
-Hoy la indefinición cada vez es menor y el concejal de Urbanismo Vicent Sarrià ha hablado de su conversión en centro sociocultural. ¿Este camino se hace de su mano?
-No tenemos un contacto formalizado con la administración municipal en este sentido pero sí estamos trabajando con la gente que está elaborando las propuestas. Que el museo pudiera hacerse con este inmueble sería fantástico, y mejor ahora que más tarde. El museo de arte romano de Mérida tiene muchas subsedes, el museo nacional de escultura de Valladolid tiene muchas subsedes... el Museo Nacional de Cerámica podría tener una subsede en una instalación industrial del siglo XIX que se conserva íntegra, con sus deficiencias obviamente, pero una instalación que se conserva tal y cómo se planificó en su momento de construcción. Es emblemático porque allí se generaron elementos de cerámica que vemos en la ciudad de València cuando paseas por sus calles. Nosotros tenemos sus moldes y tornos, que volveremos a llevar allí sea museo nuestro o no. Todo es viable si hay una sensibilidad política para ello.
-¿Qué supondría tener esa subsede?
-Sería el centro de trabajo para todos los talleres de cerámica, que ahora hacemos en un cuartucho, que también sirve para reuniones. Los talleres se podrían multiplicar, ahora están limitados. También queríamos tener artistas en residencia, que trabajase parte del año allí. Te abre un mundo de posibilidades infinito y, además, es una puerta abierta para entender nuestra ciudad. Parece que València no tiene historia cerámica, que es de Manises, Paterna. Aquí estaban las fábricas más importantes, de azulejos, las alfarerías de la calle Corona... se necesita un centro donde explicar eso. Si aquí recibimos 160.000 visitantes al año, contar con La Ceramo también produciría un flujo que beneficiaría al barrio.
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