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'Jóvenes y carrozas': Cuando Mariscal Romero fue a un debate en TVE con un bate de beisbol

Un programa de Hermida en el 82 planteaba un enfrentamiento dialéctico generacional en un debate entre la cultura de los 70 y las nuevas tendencias que aparecían en los 80. La cosa terminó como el rosario de la aurora

14/01/2017 - 

VALENCIA. En España, los observadores más atentos que vivieron la Transición y los primeros 80 recuerdan que hubo una especie de vacío de poder en los años de UCD. No por voluntad de Suárez precisamente. El nuevo sistema era inestable, tenía problemas acuciantes y por lo demás que fuera, se vivieron momentos de una libertad muy interesante. No duró mucho, como es habitual.

El legado fue una efervescencia cultural que ocurrió simultáneamente en todo el país, quizá solo Barcelona estuvo más adelantada en los 70. A su vez, pocas cosas ocurrieron realmente originales. En el sentido de que en todos los países hubo hippies, punks, rockeros, dibujantes de comics y directores de cine underground. Del mismo modo, al llegar los 80, todo el planeta, incluida la Unión Soviética, se apuntó a la Nueva Ola y al heavy metal, que en Estados Unidos llegó a ser una música comercial como pueden serlo ahora aquí la de los triunfitos.

En este contexto se celebró en TVE el 2 de mayo de 1982 un programa que ponía de manifiesto todo lo enunciado. Una edición del espacio de debate de Jesús Hermida 'Su turno' dedicado a "Jóvenes y carrozas" que, sin embargo, en lo que terminó convertido fue en una tremenda charlotada.

El escándalo que se mostró tardó en desaparecer de la memoria colectiva. Mi generación, adolescente en los 90, supo de él por los comentarios en el fazine Mondo Brutto. Como pequeña introducción, señalar que el locutor de radio Marical Romero se personó con cientos de seguidores, heavys de la época, asiendo un bate de beisbol. Ese mismo año, la primera canción del LP de Coz 'Duro' se titulaba "Bate de beisbol". Luego hablaremos de ellos

Las consecuencias del debate televisado las podemos leer en la hemeroteca del Periódico de Cataluña, martes 4 de mayo de 1982:

Romero, disc-jockey de Radio Centro de Madrid, se presentó en el debate con unos doscientos seguidores de sus programas musicales, «los de las navajitas», según Rosa Chaves, locutora de Radio Madrid, participante en el debate e insultada por Romero, y convirtió el debate en un enfrentamiento abierto.

Jesús Hermida se defendió:

«mi programa es una puerta abierta a través de la que se ven las cosas como son», y reconoce que «el ambiente era muy tenso, pero el follón era imprevisible». Se niega a valorar lo sucedido opinando que «la vida es así»,

Lo que a día de hoy nos interesa del coloquio no es si unos u otros llevaban más o menos razón, sino las formas de dominación. La manipulación y la demagogia. Por ejemplo, Romero acusaba a los músicos de pop y nueva ola que tenía enfrente, José María Cano (Mecano), Santiago Auserón (Radio Futura) y Alaska (Pegamoides), de que no se podía hacer música "para divertirse" con un millón de parados en el país, que eso respondía a una estrategia para "distraerles".

José María Cano se excusó diciendo que él también era un trabajador y que, por ejemplo, Bryan Ferry también le echaba sus horas y no precisamente en un hotel de cinco estrellas. Además, explicó que todos los presentes en el estudio tenían padres que lo había pasado mal, pero que ahora "todos trabajaban en un banco y todo les parece bien" y por lo tanto los hijos eran de la generación "del desencanto".

Como carroza aparecía Gonzalo García Pelayo, que solo siete años antes había descubierto a Triana. Díganle ahora a alguien que ha hecho algo hace siete años (en 2010) que se vaya a su casa que aburre ya, que es un carroza. El andaluz no pudo terminar un razonamiento que pintaba interesante: "nuestra generación por fin tiene poder, nunca lo tuvo, a nosotros nuestro país no nos gustaba, vosotros ya lo tenéis". Parece que quería reprochar que estuvieran "desencantados". Y luego arremetía contra la música electrónica: "el tecno no es español, no estamos tecnificados, estamos con el carro".

Romero también anunció el fin de los tiempos de un modelo de industria que no ha muerto precisamente, la comercial, sino que se ha impuesto sobre todas las cosas, cuando proclamó: "se acabaron los tiempos de un caritaguapa aupado por la industria". Micky, el de Micky y los Tonys, también apeló a su orgullo proletario con un patibulario: "he hecho de todo en esta vida menos poner el culo".

Al gran Paco Clavel no le dejaron decir gran cosa y Santiago Auserón se preguntó por qué los medios tenían tanto espacio para música "reiterativa", revival o vintage le decimos ahora, y tan poco para la que exploraba, evolucionaba, experimentaba, etc... que era la que estaba haciendo él entonces.

Pulgas peleándose por de quién es el perro, esa es la impresión que dieron. Un debate estéril como pocos, si no fuese por lo que al reparto de espacio en los medios respecta, y con la sombra de la sospecha de que parecía que a ciertos sectores les molestaba que otros hicieran la música que les daba la gana.

Aunque no faltan quienes, hilando más fino, sostienen que con el gobierno socialista que ganó las elecciones siete meses después, uno antes de que Pegamoides se disolvieran, se premiaron las manifestaciones artísticas de supuesta "calidad", ya saben, las que adoran los que tienen "buen gusto", en lugar de las que gustan, y sobre todo en el cine se hizo un destrozo que dura hasta hoy, con un divorcio importante entre el público y los cineastas que no se debe solo al cainismo político. En cuanto a la música, tan mal acabó la fiesta ochentera que los grupos jóvenes de los noventa se caracterizaron por cantar en inglés, en otra lengua, para no parecerse ni en eso a los anteriores.

A día de hoy, ya no tendría sentido un debate entre corrientes musicales. Pero sí que tenemos problemas generacionales como los de 'Jóvenes y carrozas'. Pulula por la parrilla de Mediaset un espacio cargado de un simbolismo que es digno de análisis. Se trata de 'Convénzeme', de Mercedes Milá. Un programa de libros que prescinde de escritores, críticos y editores. Solo acuden lectores a hablar de lo que les gusta y lo que no. Está revestido de nueva democracia, de revolución. Como cita Sergio del Molino a la propia Milá en revistaparaleer.com: “No queremos escritores, ni editores, ni críticos: han tenido su tiempo, han hablado de todo lo que han querido y a los lectores nunca nos han hecho caso. Jamás nos han preguntado por qué leemos, por qué nos gusta tanto un libro o por qué nos disgusta otro. Ha llegado nuestro momento”.

Si esta mentalidad actual, que se puede aplicar a muchos otros campos, no solo a esta ocurrencia de Milá con los libros, es una revolución o por el contrario una contrarrevolución sería muy interesante que lo debatiéramos. No estamos en mala temporada, ya que en los últimos años todo son debates en Televisión. Y muy parecidos, en bulla y no conducir a ninguna parte, a aquella entrega del 'Su turno' de Hermida.

Por lo pronto, para orientarnos un poco, tomemos como modelo el último ESPACIO cultural que le dio a Mediaset por programar, sus famosos conciertos "Nocturnos". Aparecía un artista olvidado. Tuvo uno de los hits de finales de los 70, poco antes de que aparecieran los modernos con su osadía, titulado 'Las chicas son guerreras'. Su grupo eran Coz y él, Juan Márquez. Treinta años después, nos lo encontramos de noche en Telecinco tocando nuevas canciones más sensibles y menos machistas que su "las manos quietas que si empiezas vas a tener que ir hasta el final" del tercer disco.

Según explicó El País, no se trataba de un redescubrimiento. No se reunieron los programadores de Mediaset y decidieron que lo mejor que se podía hacer para reventar la madrugada era poner ni más ni menos que al tío de Coz en acústico. En realidad, decía el diario: "las televisiones crearon sus propias editoriales y empezaron a registrar las canciones que emitían de madrugada, para compensar parte del dinero que pagan a la SGAE por usar su repertorio. Así, el 50% de la recaudación en derechos de autor por esos temas volvía a la propia emisora. La otra mitad iba destinada a los autores de las canciones".

 Márquez se sacó unos cuántos millones de euros y la cadena se ahorró otros tantos, porque el pago que hacían las televisiones era una cuota por usar todo el catálogo de la SGAE. Perdieron, en efecto, el resto de autores. Sí, fue muy revolucionario poner al tío de Coz de madrugada.

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