El autor de 'El silencio del pantano' regresa con una nueva historia criminal ambientada en Valencia, en la que la violencia contra la mujer y la posibilidad de que la justicia sea justa son los ejes principales
VALENCIA. El Gordo ha dejado un buen pellizco de dinero en el puerto de Valencia y se suceden las escenas por todos conocidas, esas que uno piensa que nunca protagonizará: se habla de tapar agujeros, de cancelar hipotecas, de ayudar a los hijos, de vacaciones antes imposibles. Los medios de comunicación ya han cumplido con su deber recogiendo el descorche de varias botellas de champán mezclándose con las lágrimas de los afortunados y se han marchado. La tarde es fría, en especial allí, junto al mar, y también en el pecho de un estibador alejado de los demás, que habla por teléfono nervioso, reiterándole a su mujer al otro lado del aparato lo mucho que la quiere. Nadie le ve escabullirse entre la mercancía, encaramarse al techo de un contenedor y encogerse en posición fetal sobre él hasta que ya es demasiado tarde para impedir que las veintiséis toneladas de otro cajón gigantesco fabriquen una nueva viuda. En otra parte de la ciudad y en otro momento, un marido eyacula dentro de una mujer africana en un descampado cerca de la playa, y en un edificio abandonado, Ókpasuri descubre atado de pies y manos un horror que todavía no había conocido en su éxodo de cinco mil kilómetros hasta el sueño europeo: existen mujeres terribles, demoníacas, piensa con las palmas de las manos en llamas.
Si en su primera novela el fango y el cañaveral eran omnipresentes, en Sucios y malvados es la zona portuaria de la ciudad la que tiene un peso fundamental en la historia. El porqué de este cambio de escenario lo explica así el autor: “Uno de los puntos más interesantes de la ciudad literariamente hablando es el puerto. Puerto es puerta, y es puerta de lo bueno y de lo malo. Soy del Cabanyal y el puerto ejerce una atracción irresistible sobre mí. El puerto de Valencia mueve unos dos mil contenedores cada día, de los cuales la Guardia Civil puede inspeccionar solo algunos. El volumen es tal que por ahí pasa de todo, lo cual no quiere decir que el puerto sea un nido de delincuentes ni nada por el estilo, pero evidentemente, ese asunto está ahí”. ¿Qué otros rincones de la ciudad son susceptibles de ser carne de novela negra a su juicio? “En cuanto a las zonas más degradadas, son de sobra conocidas: la prostitución está perfectamente localizada y señalizada. Ir a la calle Viana, por ejemplo, parece más un viaje en el tiempo que un viaje por la ciudad. En el Cabanyal tenemos aquello a lo que llamamos "la zona de guerra" y en Nazaret se encuentran los búnkeres de los señores de la droga, lo sabe todo el mundo; no ponen un cartel en la puerta porque no hace falta”.
Pero uno puede asomar la cabeza un poco, o seguir el rastro del azufre hasta su origen: “Ahora descendamos un poco más: elige al político corrupto que más te guste, del partido que quieras. Lo hemos cogido, lo hemos procesado, lo hemos encerrado. La pena privativa de libertad en España tiene tres objetivos: el primero es apartar a la persona peligrosa de la sociedad para luego reinsertarlo, el segundo es que sea ejemplarizante, el tercero tiene que ver con el resarcimiento. En este caso del político corrupto, imaginemos que con la pena de cárcel que cumplirá, seremos resarcidos. ¿Qué hacemos con Iñaki de Juana Chaos? Como jefe del Comando Madrid fue el responsable directo del asesinato de veinticinco personas. En este caso ya estamos bajando un escalón más hacia el infierno auténtico. Aquí está más oscuro, la línea comienza a borrarse”.
Sigue Braulio con su descenso alegórico: “Bajemos otro escalón más, hasta el episodio más negro de la crónica negra valenciana: el asesinato de las niñas de Alcàsser. Miguel Ricart, el único responsable que se pudo atrapar, pasó dieciséis años en la cárcel. En dieciséis años, ¿se habrá reinsertado? Pongamos que sí. Alguien que tenga la misma idea que tuvo él, ¿cambiará de idea al ver su ejemplo? Es posible. Los padres de las niñas, ¿se sentirán resarcidos cuando se levanten cada mañana y revivan aquel horror? Ahora estamos mirando al demonio a los ojos, y eso es lo que pretendo con esta novela, no ofrecer un tratado moral ni respuestas absolutas, pero sí plantear una pregunta: ¿cuándo es justa la justicia?”. ¿Darán con ella -con la justicia- esas mujeres que en el libro se hacen llamar dones de cadira en alusión a las prostitutas que tras el cierre del famoso burdel de Valencia, se sentaban en una silla a la espera de que llegasen los clientes? ¿Logrará la inspectora Roma Besalduch sacar de las sombras a los habitantes más sucios y malvados de la ciudad? Sea como sea, disfrutaremos descubriéndolo.
Holobionte Ediciones es el hipercaladero transliterario al que arribar, un puerto que conecta tu mente con escritos tan inteligentes e improbables como los de este volumen