Reyes Pe representa a una generación ocupada en emplear el arte de las fallas como una expresión que no quiere ser solo periférica
VALÈNCIA. Durante estos días la comunicación con la artista Reyes Pe (teatro, danza, arte contemporáneo… y fallas) está sometida a un sinfín de riesgos. Debe ser a las siete de la mañana porque anda en órbita: de Pinedo a la Avenida del Cid y de allí a Periodista Gil Sumbiela. Y luego está lo del café: “ay, se me ha socarrado. Bueno, me lo bebo igual”.
Reyes Pe suele decir con abundancia la expresión ‘me hace mucha risa’, que más que un sinónimo de ‘me hace mucha gracia’ se parece a un arma con la que relativizar el ruido, que durante Fallas tiende al caos.
Tras monumentos como ‘Recreatiu’ en 2022 y sobre todo ‘Per molts anys’ en 2023 (una aportación decisiva al nuevo arte fallero), la artista vino a amagar con dejarlo aquí. Una amenaza para ella misma, pero sobre todo un lamento. No iba en serio, pero iba en serio. “Estas un año entero, los materiales son carísimos… Voy a intentar economizar las piezas, porque es la única manera de sobrevivir. Debo hacerme adulta en ese aspecto. El alma ya la tengo llena, pero los bolsillos vacíos”. Pide caminar “hacia unas Fallas más bajas en todo (de eventos, de carga económica” si se quiere que los artistas puedan vivir de su trabajo.
Sí, un lamento: “llevo diciendo que me dejo las Fallas… pero nada no te importa. Esto me importa. Es algo bellísimo. Me parece una oportunidad para el arte increíble”.
Antes de entrar en la voluntad que tienen sus propuestas artísticas, se le escapan los paralelismos que traza con el teatro. Entiende las dos expresiones de una manera parecida. Por eso la aproximación a sus fallas no puede basarse tanto en una observación a un objetivo congelado, sino a elementos que se hacen vivos a partir de la relación con sus visitantes. La falla no existe para visitarla, sino que existe porque se visita.
”Es un ‘humanos haciendo cosas’”, dirá. “Quiero experimentar algo que me cambie la vida. Tenemos una herramienta muy potente, con la que podemos tomar la calle durante unos días, poner arte en la calle, invitar a la gente a verlo… Pero no lo estamos aprovechando”.
Los tres proyectos que acaba de plantar siguen su propia fórmula. ‘Sobre l’art’ en Periodista Gil Sumbiela (una piscina con forma de plato de arroz para ironizar sobre la precariedad de vivir del arte), ‘Lletres dures, paraules blanes’ en Avenida del Cid-José Maestre (gotas y rocas donde descansar y exponer nuestra vulnerabilidad) y ‘Espai Segur’ en Pinedo-Tres Camins (una isla negra que confluye entre la falla grande y la pequeña para dar rienda suelta a la exploración). Son las periferias que la han escogido para poner en práctica la comunicación entre el textil, la participación del público y el diálogo con el espacio. Si se etiquetara el plano con sus huellas, parecería un acecho territorial fuera-dentro a los espacios hegemónicos falleros. “Dame un espacio escénico más céntrico, más transitado y verás cómo provocamos un cambio. Esto no es algo raro, solo periférico, también funcionaría en el centro”, pide.
Para provocar, pero no solo para provocar, suele hablar de sus fallas como tradicionales. Quizá buscando superar esa marginación atávica, donde la experimentación o la diferencia se encorseta en guetos (si las fallas innovadoras y experimentales son una concesión es que no sirven como norma). Habla de sus apuestas como parte de una normalidad que viene de lejos. “Yo estudié diseño de moda, crecí con mi abuela cosiendo. La tela es un elemento de uso aplicable a todo, y era un elemento primigenio de las fallas. Se vestían ninots y se quemaba tela. Los materiales que uso son elementos antiguos. El año pasado la gente me decía: ¿pero esto se va a quemar? Pues claro, la tela siempre se ha quemado en las fallas”.
Por supuesto las Fallas, a Reyes Pe, le hacen risa: “Yo me río de todo. Perdamos la vergüenza a ser nosotros mismos. Mi trabajo es muy serio, pero llega desde el juego. Hago cosas que me hubiera gustado vivir de pequeña. Es crecer de otra manera. Todo el mundo parece que tiene que ser normal dentro de una supuesta corrección”. “¡Odio lo correcto!”. Y por eso hace fallas.