VALÈNCIA. La ciudad puede convertirse en un patio gigante. Solo hacen falta ganas de andar, ganas de descubrir lugares, y un teléfono móvil. Varias iniciativas tratan de reconvertir el espacio urbano en un gran tablero en el que poder jugar con él. Es una manera de resignificarlo más allá del caminar con prisas de un lado para otro. ¿Y si se pudiera ver València tranquilamente, con un paseo? Pues no solo eso: se puede incluso jugar con ella.
La iniciativa que responde a esta tendencia más popular fue, sin duda, el videojuego Pokemon Go, una aplicación en la que la localización concreta permite cazar los pokemons e incluso había que ir caminando hasta los famosos gimnasios del videojuego original. La aplicación se ha descargado ya 1000 millones de veces, aunque el boom se vivió en julio de 2016. Al lanzarse la aplicación empezó a ir tanta gente en busca de los pokemons que no hubo pocos accidentes al intentar cazar alguno o a causa de las distracciones del juego.
Con un funcionamiento similar al de Pokemon Go, existe una tendencia llamada geocaching, en el que personas anónimas guardan objetos concretos (llamados cachés) en lugares públicos para que la gente los encuentre. A través de una aplicación, puedes encontrar estos tesoros, normalmente en lugares vinculados a la naturaleza.
En València incluso se han hecho rutas de geocaching temáticas: es el caso de Harry Potter, que tiene cachés repartidos por toda la ciudad en varias rutas. Una de ellas es la de encontrar siete horrocruxes la Estación del Norte y resolver un misterio que se va planteando caché tras caché. Es una especie de escape room al aire libre.
Los artistas que desarrollan su trabajo en espacios urbanos también se plantean su obra como una colección atomizada en la ciudad con la que poder jugar. Una intervención que tiene valor propio, pero que también sirve como intermediario entre un rincón por descubrir y quién pasea la ciudad.
Es el caso de Luce y las periferias de la ciudad. Según el artista, es importante empaparse del espacio porque "hay cierto punto de solidaridad con el espacio cuando tú colocas ahí una pieza de arte urbano". Y en efecto, uno de los objetivos de su obra es contribuir "a un flujo de gente del centro que conozca, a través de las firmas, lugares que de ninguna otra forma descubriría, y de acercar el centro urbano a aquellas personas que en la calle San Vicente Ferrer veían más distancia que un par de kilómetros en línea recta. Además, donde la gente cree que "València está llena de Luce", normalmente existe una visión parcial de la ciudad, que tiene cierta lógica geográfica si te mueves por ciertos barrios; sin embargo, las firmas están escondidas en puentes, callejones y lugares que a la gente no le apetece pasar de primeras.
Como él, hay decenas de firmas e intervenciones que atrapar por el centro de València: Chikitin, The Photographer, algunos proyectos del grupo XLF...
Los teléfonos móviles han roto con la necesidad de descubrir físicamente los lugares y rincones de la ciudad que a cada cual le llame. Ahora, los lugares más estéticos se pueden reconstruir a través de fotografías de Instagram, como es el caso de la Muralla Roja de Calpe. Cada rincón del edificio de Ricardo Bofill ha sido fotografiado, y muchos de ellos están en el imaginario colectivo a partir de las fotografías de influencers y campañas publicitarias que se han realizado allí. De hecho, desde el año pasado, la comunidad de vecinos ha cercado el recinto por la afluencia de gente que solo iba allí a hacerse una fotografía.
Desde casa también se puede jugar con el espacio urbano. Es el caso de Geoguessr, una web que muestra una localización aleatoria de Google Street View en cualquier parte del mundo. A través de los elementos, la fauna y la flora, la señalética, la gente que camina... la aplicación te reta a que localices tú el punto exacto en el que se ubica el espacio. Ya puede ser una carretera abandonada o el centro de una ciudad.
Una cuenta de Instagram, Agoraphobic Traveller, recopila capturas de pantallas de Street View con encuadres y composiciones estéticas. Una especie de viajero virtual, que ha llegado a editar un libro con sus capturas. Algunos son lugares singulares, que resumen perfectamente el paisaje de una región. Otras, son casualidades, gente y animales que se cuelan en el recorrido del coche que fotografía las calles, personas trabajando o caminando con una pose fotogénica. Fotografía callejera hecha de manera automática pero resignificada por el propio público.