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La generación de cristal se hace transparente en el teatro

El espectáculo Princeses, cavallers i dracs – El dia que deixàrem de ser xiquets ha insuflado autenticidad a su propuesta a través de un trabajo de mediación con alumnado de FP y de institutos

29/05/2024 - 

VALÈNCIA. Marta García Navarro lleva cuatro años volcada en la mediación artística con pequeños y mayores, pero no había trabajado en profundidad en el diseño de estrategias para facilitar la interacción con adolescentes. Su debut ha venido de la mano de Bramant, que requirió sus servicios para participar en la concepción y puesta en pie de su nueva obra, Princeses, cavallers i dracs – El dia que deixàrem de ser xiquets. 

La propuesta, programada del 29 de mayo al 1 de junio en el Teatre Principal de València, ha contado para su desarrollo con cinco meses de sesiones con estudiantes de bachillerato que han aportado veracidad e inspiración a los dramaturgos de esta producción de Escalante, Jerónimo Cornelles y Guadalupe Sáez. 

El espectáculo ha sido concebido como un thriller generacional donde se investiga si el lanzamiento de un refresco a un cuadro durante la visita a un museo es fruto de un acto de activismo ecológico, de una llamada de atención o de una gamberrada. 

En el trasfondo de esta pieza que combina el suspense con el drama y la comedia existe una intención manifiesta de revelar a los y las integrantes de una generación, la Z, que muchos miran con prejuicios y condescendencia.

El aliciente de un público cautivo

A diferencia del trabajo desarrollado por la especialista con otros colectivos, interesados en el hecho escénico o vinculados con la temáticas de los espectáculos, los objetos de estudio de Marta García Navarro forman un grupo heterogéneo de motivaciones dispares: “Cuando trabajamos con una clase, hay integrantes que pueden ser más sensibles al progreso y otros, más conservadores, sensibles a las artes o que en un futuro no irán al teatro. Con una propuesta así, tenemos la oportunidad de acercárselo”.

Como comparte la mediadora, los autores de esta producción querían escribir un texto que fuera acorde con la realidad. A ambos les preocupaba ponerse en la piel de un chaval de 17 años desde sus cuarenta y tantos. “He sentido que los creadores necesitaban ese acercamiento, sentir seguridad en que lo que estaban escribiendo se correspondiera. Había una urgencia por enriquecer el proceso, de forma que la mediación ha estado presente todo el tiempo, incluso antes de empezar a escribir el texto”. 

La mediadora entró en contacto con dos centros de educación secundaria, el Sant Vicent Ferrer y el Comenius, y uno de formación profesional, los alumnos de animación en tiempo libre de Faitanar, “convencidos de que el arte es una herramienta de educación social”, valora.

Tanto docentes como alumnos y alumnas recibieron una batería de preguntas. Las acciones, a partir de sus respuestas, se dividieron en tres momentos. En una primera fase, celebrada en febrero, acompañaron el proceso creativo con su asistencia a la primera semana de ensayos. 

En la segunda, fechada en abril, se les invitó a un ensayo en bruto en el IES San Vicent Ferrer, a cuyo término, se realizó una dinámica donde pensaron en conjunto el final de la representación. 

La última entrega tendrá lugar este mismo fin de semana, ya que los y las participantes asistirán al estreno de la obra en la que han colaborado. La experiencia se acompaña de un dossier pedagógico al que la mediadora llama activador de pensamiento. 

“Este plan de mediación se ha diseñado con el objetivo reflejar en escena las realidades juveniles y abrirles una ventanita a las artes escénicas y a su potencial como herramienta de transformación. La intención es que sientan el teatro como un altavoz donde su voz tiene un espacio”.

Esta afirmación se constata, literalmente, en la proyección de videos de testimonios en los que el alumnado describe cuándo sintieron que estaban entrando en el mundo adulto.

Papel continuo, coloquios y juegos de rol

En el transcurso de estos meses, la especialista ha recurrido a dinámicas y juegos que han estimulado a sortear el supuesto hermetismo de la generación centenial. Para generar energía y fluidez en cada encuentro, ha puesto en marcha sesiones de movimiento del cuerpo previas. Después de agitarlos y agitarlas, pasaban a un ejercicio de escucha, que se asemejaba “a un típico banco de peces donde unas nos seguimos a otras para asumir conciencia de grupo. Un punto de salida interesante para empezar a reflexionar es reparar en que lo que tú haces repercute en el resto”. 

En la primera toma de contacto se sirvió de un papel continuo para una acción en la que les pidió escribir sobre sus miedos del pasado, del presente y del futuro. Entre los temores que brotaron en aquella puesta en común surgieron la soledad o que las personas de su entorno no se sintieran orgullosas de ellos y de ellas. 

“Les contamos que eran partícipes de una lluvia de ideas gigante. Nuestro objetivo era sacar información, improvisar y proponer. Sus reflexiones fueron muy potentes. Por ejemplo, con respecto al colectivo LGTBIQ+, respecto al que llegaron a decir que no hacía falta comentar, porque todos eramos iguales, mientras que hubo otro grupo que apostaba porque sí se abordara en la obra, pues hasta que no haya equidad no hemos de dejar de nombrar las cosas”.

El objetivo era volcar sus preguntas y cuestionamientos en la pieza, como también la credibilidad de la jerga. Los y las participantes propusieron y dieron el visto bueno a expresiones generacionales como sirviendo coño (dedicado a mujeres con poderío), PEC (acrónimo de Por El Culo, referido a algo que te gusta mucho) e imperio romano (en alusión a las pequeñas obsesiones).

Durante los encuentros, los y las jóvenes fueron ganando confianza y, en relación directa con la trama de la obra, respondieron a la pregunta de si se sentían más princesas, caballeros o dragones. También se propusieron ejercicios de rol-playing, para los que, por ejemplo, tuvieron que defender o criticar el ataque contra obras de arte en protesta contra la inacción frente al cambio climático y el peso de las redes sociales en la enfermedad mental. En último término, se generó un coloquio en el que se puso de manifiesto cuáles son sus temores e inquietudes. 

“Me sorprendió muchísimo que existiera una corriente a favor de la tradición. Pensábamos encontrar algo superfluido y resulta que ninguno y ninguna tendrían una relación abierta. Llegamos cargadas de teorías feministas, de género y al llegar nos encontramos con idénticos estereotipos: el machito, la estudiosa, la guapa que liga, el blando... sigue siendo High School Musical y yo no lo sabía”, bromea la mediadora. 

¿Frágiles o consecuentes?

En los últimos años, el término generación de cristal se ha popularizado para describir la supuesta sensibilidad extrema y la baja tolerancia a la frustración de los jóvenes nacidos entre finales de los noventa y principios de los 2000. En contradicción con ese sambenito ligado a la fragilidad, hay expertos que hayan el nexo común entre este grupo poblacional en su alta conciencia social, medioambiental y emocional. 

Después de estos meses de intercambio, Marta García Navarro ha llegado a sus propias conclusiones: «Es una generación jodida a la que le han afectado cambios importantes ligados a la tecnología y al cambio climático. Nada les brinda seguridad sobre el mañana, sobre cómo pueden estar, sobre cómo pueden ser. Así que tanto a nivel profesional como ambiental, son jóvenes que van a tener otra manera de situarse en el espacio, donde las lógicas sobre lo que evoluciona ya no sirven. Van a tener que tambalearse y buscar otra forma de relacionarse, de trabajar, de viajar... Son resistentes a los golpes, de cristal Duralex».

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