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'La Isla' en La Sexta: Testículos de choque

La semana que viene acaba el reality de supervivencia extrema de Atresmedia

1/07/2017 - 

VALÈNCIA. Sí, testículos de choque. Como los coches de choque. Imagínense los coches de choque de una feria, pero en lugar de con coches, con testículos. Ahora quiten la feria y pongan una isla, pues eso estamos viendo estos días en La Sexta: testículos de choque. 

No hay que irse muy lejos para ver un espectáculo así. Hasta hace poco bastaba con juntar a toda la familia para el día de Navidad y que hubiese un radiador que no iba bien, que colgar un cuadro o cambiar un enchufe. Las bolsas testiculares de los varones de la familia chocaban indefectiblemente. Unos, ansiosos por ejecutar las reparaciones ellos solos sin ayuda, otros por ser los protagonistas de la operación eligiendo los materiales correctos y el resto por jactarse de haber dirigido ellos las obras. 

Aquí han tenido a bien juntar a esos hombres sin mujeres en mitad del Pacífico y se han televisado las colisiones de sus glándulas sexuales masculinas a cámara lenta. El reto era la supervivencia extrema, por sí mismos y en la selva. Hay que decir que es un formato trampero como todos estos en los que peligra la vida humana, pero al menos ha regresado al espíritu del Supervivientes 2001 de Telecinco, presentado por Paco Lobatón y Juanma López Iturriaga. Ay, Francesca de Tarragona, nunca olvidaremos a la concursante más malvada de todos los tiempos. 

Siempre es mejor que programas de este tipo los protagonice gente anónima, como aquel Expedición Robinson de Telecinco. Son menos esclavos de su imagen, no dependen de ella para vivir de hecho, y uno se identifica más fácilmente con ellos. Además, no va a la tele a demostrar lo mismo un anónimo que un famoso.


Salvar a la humanidad

Por ejemplo, en los primeros días en La Isla fue de extraordinaria belleza el propósito de Miguel, natural de Madrid. Este concursante elaboró una curiosa teoría por la cual entendía que los seres humanos, que tienen células muy parecidas a las de los delfines, decía, podríamos ingerir agua del mar, como hacen estos cetáceos. Así se podría solucionar el problema de la escasez de agua potable en el mundo y "salvar millones de vidas". Como suena. 

Además, saltó a la pista de los testículos de choque conduciendo como un loco. Se dio un palizón el primer día para atribuirse el éxito de haber encontrado la playa y fue sorprendido mofándose de los dos concursantes con menos apariencia de machorros. Le dijo a uno señalándoles: "A ver cuánto aguantan estos". 


Pudo ser por el cansancio, pudo ser por beber agua del mar como si fuese del grifo con el fin de salvar a la humanidad, el caso es que Miguel tuvo que terminar abandonando a los pocos días. Dejó para la posteridad su singular misión filantrópica, frases de autoayuda y medió en los conflictos entre sus compañeros demostrando ser un gran conocedor de la obra de Paulo Coelho, aunque no tanto del proceso químico de la osmosis, por desgracia para él. Unos días realizando esfuerzos sobrehumanos sin comer, con esas temperaturas y humedad aderezados con la ingesta de agua salada y el madrileño tuvo que abandonar la isla bajo riesgo de amanecer su cuerpo tieso y de color morado. Creo que su peripecia ha sido lo más hermoso del concurso. 

"Mariconas" y "marujas"

De los testículos de choque que hemos visto, hay que excluir de la batalla por mandar, por llevar razón en cómo hay que hacer las cosas y por presumir de haber hecho mucho por los demás, a los concursantes Juanma, el turismólogo y Manuel, el cocinero, sin duda los más equilibrados en cuestiones de ego. Señalados, sin embargo, por Miguel el primer día como poco dotados para la lucha por la supervivencia, a mitad de concurso Fernando, el fisio, les llamó directamente "mariconas" y "marujas". Su delito, haber dado un grito en una expedición por la selva con la voz no suficientemente ronca y grave de tipo duro aventurero como aquel con bigote de los anuncios de los ochenta de Camel Trophy. 


Reparemos en Fernando, el fisio. Vegetariano y hacía yoga todas las mañanas. La prueba viviente de que la tranquilidad zen, el hacerse uno con el cosmos, no está reñido con insultar a los que te rodean de la forma más despreciable e hiriente posible. A esos dos les menospreció por la pluma, algo que sin duda se llevaba guardando durante días, y a un caballero de 72 años, Rafael, soldador submarinista jubilado, le llamó "viejo verde". El hombre, a su edad, muy bien supo replicarle que "viejo" sí, pero que lo de "verde" no venía a cuento. 

Como el maestro de la meditación trascendental vio que se había extralimitado, comenzó una campaña de acoso para forzar al anciano a perdonarle. Pero el otro, cántabro para más señas, no le aceptó las disculpas ni a palos, y entonces Fernando cambió de nuevo su actitud para chotearse de él cuando tenía un percance con otros concursantes. En fin, que en la isla, sin los camuflajes que permite la sociedad actual, la diferencia entre un monitor de yoga y un Ultra Sur es imperceptible. Gol del programa. 


Esto no quiere decir que los testículos de Rafael no fuesen de los que se pueden ver desde la Estación Espacial Internacional sin quitarse las legañas. En los testículos de choque chocó con todos. El rollo es que el grupo completo, incluido el turismólogo, han insistido en algo un tanto absurdo y verdadero mal de nuestro tiempo: El tener que demostrar algo en esta vida. Con esas palabras. "Vengo a demostrar..."

Este chico, concretamente, se conoce que no se hace la cama en casa de sus padres, eso dijeron al menos en la presentación, y quería demostrarles que en realidad él valía mucho y por eso se fue a comer gusanos y lapas todo el día lleno de barro sobreviviendo a la intemperie. Yo entiendo que en realidad estaba profundizado en esa faceta suya que a sus papás menos entusiasma, pero oye, que demuestre. 

Por parte del soldador submarino jubilado, que posiblemente habrá vivido toda su carrera profesional rodeado de tipos duros como en unos desenfrenados testículos de choque, aquí quería demostrar que seguía siendo el de antes, aunque necesitase esforzarse más negando las evidencias cuando metía la pata que ejecutando machadas. 

Mr Yo

Todo un campeón de la pista en los testículos de choque ha sido también Antonio, bombero de profesión. Liderándolo todo, comparándose con todos de alguna manera u otra, siempre con un "yo" en la boca, daba la impresión de que, en su afán protector de los demás testiculitos, sería el primero en comérselos si en algún momento pintasen bastos. 

Otro de ellos, Santi, sonidista, rechazó los testículos de choque tras cortarse un dedo el primer día. Le entró un bajón por esa causa y se apartó de sus compañeros para sumergirse en sus pensamientos y delirios. En un momento dado hablaba de amnesia, de levantarse por la mañana y no saber quién era. No obstante, un día, forzado al choque testicular por las recriminaciones de los demás por su apatía, se levantó, se adentró en la jungla y mató un cerdo salvaje con sus propias manos. El cojón de oro goes to Santi. En el último minuto. 

Casualidades en la jungla 

Por otro lado, el juego de supervivencia ofrecía sus dudas. El sistema de filtrado del agua que encontraron en una charca parecía más bien fruto de un concienzudo adiestramiento. Tampoco parecía muy casual que hubiese una red para pescar al final de la playa, sin la que no hubieran tenido nada que comer durante días. 

Y el espectáculo que ha enfurecido a las redes, esta vez sociales, el de matar un caimán para zampárselo al pincho, pues qué quieren que les diga. Los animales se matan para comérselos, pero invadir un ecosistema ajeno con el fin de hacer un mes el indio para cargarse un bicho de esa manera no es extraño que enfurezca a quien tiene cierta sensibilidad con el reino animal. Ya el primer día Cuco, el abogado, quiso cargarse una salamanquesa o dragó con un machete de cuarenta centímetros a voz en grito porque decía que era peligrosísima. Pero en fin, era de Madrid. Lo del caimán tuvo premeditación. 

En cualquier caso, hacía tiempo que un reality no enganchaba tanto a quien esto escribe. A golpes de vergüenza ajena, sí, como todos, pero también por verdadero interés en ver cómo se las arreglaban. La semana que viene acabará la juerga y queda por ver qué perogrullada soltará el presentador Pedro García Aguado, que ha venido a decir cada quince minutos en el programa que si no comen, "peligra su supervivencia" como quien da la hora. Con mención especial para un enternecedor momento en el que venía a decir "mirad, miradme también a mí los testículos, por favor", cuando comparó no sé qué hazaña de los concursantes con colgarse una medalla olímpica. Cosa que, sí, le había pasado a él y nos lo quería recordar por si acaso. Solo queda por ver si el último spot será de "Apadrine huevos rotos" o algo así. 

 

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