VALÈNCIA. (EP) El legado del filósofo valenciano Miguel Catalán (1958-2019) seguirá creciendo a punto de cumplirse un año de su fallecimiento, ya que está previsto que el próximo mes de septiembre la editorial Verbum publique el tomo XIII de Seudología, La mentira benéfica, obra póstuma que cierra el tratado sobre la mentira que durante dos décadas fue escribiendo este intelectual.
Autor de cuatro novelas y tres libros de relatos, Catalán se centró con los años en su obra filosófica, que se divide en tres grandes apartados: el Diccionario de falsas creencias y el Diccionario lacónico; los aforismos y textos breves recientemente reunidos en el volumen integral Suma breve (Trea, 2019) y el póstumo Suma y sigue (Libros al Albur, 2019); y, finalmente, el vasto tratado Seudología, al que corresponde La mentira benéfica.
De esta teoría general sobre la falsedad se han publicado hasta el momento doce libros que han recibido galardones como los galardones de ensayo Juan Gil-Albert y Alfons El Magnànim, el Premio de Ensayo e Investigación Juan Andrés, así como el de la Crítica Valenciana.
Según explican a Europa Press desde el entorno del autor, el día antes de fallecer, el filósofo valenciano dio por concluida la revisión y corrección de La mentira benéfica, la pieza que culmina su gran obra y un breve texto de presentación para este último volumen.
"Nunca he pedido a los dioses el fin de estos trabajos, como escribe Esquilo en su Agamenón. Pese a la apariencia de haber estado bregando como un galeote todos estos años, lo cierto es que me ha costado levantarme del escritorio una vez desplegados los papeles del engaño: Seudología fue siempre una actividad absorbente. La tierna perseverancia en una obra tan vasta quizá solo se explica por el viejo, modesto y quizá inexplicable sentido del deber cumplido", escribió.
En ese mismo texto, Catalán admitía la vastedad de su "proyecto viajero por el reino del espíritu". Así, explicaba, "han quedado apenas entrevistos por mis ojos algunos amenos paisajes de la comunicación humana en los que me habría gustado demorarme. A ello se debe quizá que en esta hora no me invada tanto la emoción extática o deportiva de haber alcanzado una cumbre virgen cuanto la más apacible y filosófica de haber consumado un viaje vitalicio".
Con todo, consideraba que "el gobelino de estampas sucesivas" que soñó a finales del siglo pasado había cubierto "todas las estaciones de la vida y todos los temas de la obra, de los dioses a los mortales y del autoengaño a la traición, esa perfidia que clava el puñal por la espalda, a la más amable mentira por amor", objeto de su última obra.
Por su parte, la filósofa y escritora Rosa María Rodríguez Magda
-quien coincidió con él cuando ambos eran muy jóvenes, en los años ochenta, en el Instituto Azorín de Elda, donde ella estaba como catedrática de Filosofía y adonde él llego como agregado- manifiesta que "Miguel tenía una mezcla curiosa de seriedad, fino humor y bonhomía".
"Creo que su temprana especialización en el pragmatismo americano clásico (en libros como Pensamiento y acción), le imprimió carácter, aunque yo le veía un estilo muy británico. Me llamaba la atención su determinación y constancia. Solo así --prosigue-- pudo vertebrar su labor de investigación en ese gran proyecto que denominó Seudología, aunando erudición y un ameno estilo ensayístico".
Con referencias que van de la Biblia a las investigaciones sociológicas más recientes, los tomos del tratado ofrecen un ejercicio de divulgación. En un capítulo cualquiera se puede encontrar desde alusiones a Abraham hasta referencias al exconseller valenciano Rafael Blasco, pasando por diarios de viajeros británicos del XVIII.
Y es que "el estilo es otro de los aspectos que trabajó con tesón a lo largo de su vida", explica Rosa María Rodríguez Magda que añade: "Lo fue perfilando desde sus primeros relatos hasta la justeza de sus escritos aforísticos. Su obra tiene peso y coherencia".
También recuerda a Catalán el catedrático de Literatura Miguel Herráez. Ambos coincidieron en el CEU, donde trabajaron juntos en diferentes iniciativas en los años noventa, con propuestas como el Diccionario de autores literarios de la Comunidad Valenciana, un proyecto de la IVEI.
Según explica Herráez, este diccionario trataba de ser el primero "que integrase a escritores valencianos en castellano, escritores en valenciano normativo y escritores valencianos al margen de esa normatividad", dice, "un pequeño éxito, pues modestamente rompimos los bloques". "Fue una labor grata, ya que trabajar con Catalán siempre fue fácil; era un intelectual sin ninguna egolatría", asevera".