VALÈNCIA. El fin de semana pasado concluyó en Barcelona el Festival Dart, el primero en España dedicad al cine documental sobre artistas. Se expusieron diez documentales sobre artistas como Robert Mapplethorpe, Eva Hesse, George Zimbel o Alfredo Jaar. En el caso de este último, el artista chileno afincado en Nueva York, su documental, con banda sonora de su hijo, El lamento de las imágenes, arrojaba una serie de preguntas muy pertinentes en un festival de estas características.
¿Puede el arte cambiar el mundo? Jaar explicaba en esta extensa entrevista que él pertenecía a una generación, la que vivió 1968, que así lo creyó. Desde entonces se dedicó en todos sus proyectos a denunciar la miseria humana, tanto entre personas en conflictos, como con el medio ambiente. ¿Sirve para algo?
Su aparición en escena se produjo por las noticias que recibió de la existencia de una mina de oro en Brasil. La gente estaba abandonando sus casas y a sus familias, al escuchar el rumor, para ir a arrastrarse por el fango y cavar en busca de oro. Eran más de cien mil personas. Jaar se presentó allí. Sacó fotos y filmó todo lo que pudo: "Estuve dos semanas en ese lugar infernal, quería documentar lo más rigurosamente posible, fotografiar y filmar todo lo que pudiera, acumular información"
Fue el primer fotógrafo que apareció por esa mina. Se adelantó a todo el periodismo audiovisual profesional. No obstante, no fue suficiente para él. Al día siguiente, al llegar a casa y ordenar en su cabeza todo lo que había visto, no tenía bastante. Pasó la noche sin dormir y entendió que no podía procesar ni interpretar lo que tenía. Así que volvió a por más. Estuvo otra semana.
Troleo en Wall Street
Finalmente, el proyecto completo fue presentado en Nueva York. Lo expuso en el metro, en la estación Spring St., que es una de las que lleva a Wall Street. Jaar quería contrastar lo que en un mercado bursátil es la subida y el precio de los bienes, que se ve en gráficas en paneles electrónicos, con su lado humano. Es decir: las caras de la gente que abandona todo para entregarse a la fiebre del oro. Puso rostro humano al precio del oro. Al lado de cada imagen de un minero mal pertrechado, lleno de barro hasta casi en el blanco de los ojos, Jaar colocó carteles con las cotizaciones del mineral.
En la entrevista, el artista chileno explica que su función es intentar entender el mundo. Su método, acumular información. Cuando fue a la mina registró imágenes y vídeos hasta que finalmente entendió. Del mismo modo, entendía que Nueva York era una ciudad extraordinaria, crisol de todas las culturas mundiales, pero estaba muy encerrada en sí misma. Era muy autorreferencial. Y quiso llevar el mundo a Manhattan. Triunfó. Gracias a ese proyecto se colocó en el mapa mundial del arte. La obra se tituló Rushes.
Así se consagró en un mercado, el del arte, en el que explica que se siente tan incómodo como en el propio planeta en crisis. Cuenta que el arte es una cosa, pero el mercado del arte, el sistema del arte o el sistema de museos, es otra cosa bien distinta. Diferencia entre artistas que resisten y otros que van a favor del viento que sopla en el sistema. Desgraciadamente, opina, los medios solo opinan de este segundo grupo. Los primeros, que a su juicio son un 99% artistas jóvenes "que dentro del mundo del arte buscan nuevas formas de pensar el mundo"
América para todos los americanos
Otra de las obras más reconocidas de Jaar también es diseccionada en el documental. La expuso en los 80 en Times Square, cuando en esta plaza solo había un gran letrero electrónico. Ahora hay cientos.
Le ofrecieron 45 segundos para que pusiera lo que quisiera en ese letrero. Jaar se puso a pensar cómo "hacer un pequeño crack en el sistema" y se le ocurrió hacer referencia al mal uso que se hacía en Estados Unidos del término "América". Como chileno que llevaba residiendo allí desde los 80, entendía que los estadounidenses se habían apropiado del nombre del continente.
Él, que nació con la cultura de que todos, de Patagonia a Terranova, eran americanos, se sentía excluido con ese uso. Así que ideó un mensaje explícito. Puso una bandera de Estados Unidos y un eslogan encima: "This is not America´s flag".
Contra la prensa
Otros de los palos que da Jaar es contra la prensa. Para él mostraron un nivel de "indiferencia criminal" con el genocidio de Ruanda. El conflicto se fue cocinando sin que los medios le hicieran mucho caso. Y documentado está que muchos países hicieron mutis por el foro mientras aquello se iba gestando.
Cuando ocurrió, Jaar muestra un recorte del New York Times, de cinco semanas después, donde se contaba en páginas interiores del periódico que el rescate no había podido incluir a 25.000 cuerpos que ya se habían hundido en el lago. Además, conforme aumentaban las cifras oficiales de muertos, fue comprando la revista Newsweek, que no llevó la información a portada nunca. Solo cuando ya eran tres millones de víctimas y varios de desplazados, además de cincuenta mil muertos de cólera, dedicó la carátula de su revista al conflicto ruandés con el título, acertado, eso sí, de "El infierno en la tierra".
La reacción de Jaar fueron varias obras. La que explica en este documental es una serie de cajas que contienen fotografías que él describe en el exterior, pero que no se pueden abrir, no hasta que "la sociedad no sea capaz de verlas".
Profundamente marcado, como una generación de chilenos y latinoamericanos, por el golpe de estado del general Pinochet, Jaar considera que en el mundo actual la gente corre y corre sin darse cuenta del paisaje que nos rodea. Su arte, dice, sirve para frenar. Para limpiar el sonido ambiente y tratar de responder a las grandes preguntas o las más esenciales. "Enfocar realidades invisibles que tenemos que tratar de cambiar". ¿Es posible gracias al arte? No hay respuesta. Jaar, concluye, es pesimista con el mundo, pero su voluntad es muy optimista.