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'La teoría sueca del amor': menosprecio de corte y elogio de aldea

El documental sueco de próxima aparición 'El cirujano rebelde' proviene de otro rodado en 2015 que elogiaba la espiritualidad de la pobreza frente al vacío de los ricos

12/08/2017 - 

VALÈNCIA. Recientemente, investigando sobre lagartijas para intentar reproducirlas en un corral, encontré la curiosa especie de la lagartija cola de látigo, que es capaz de reproducirse sin machos, que se extinguieron hace millones de años. Por medio de la partenogénesis, pueden desarrollar células femeninas no fecundadas y, mediante esta reproducción asexual, generar un clon. Residen solo en el continente americano.

También recientemente, he podido ver un documental sobre humanos, concretamente suecos, que bocetaba una situación similar a la de estos reptiles. Según contaba, cada vez más mujeres suecas preferían vivir solas, comprar esperma en internet y tener hijos de esta manera. Un caballero entrevistado se preguntaba si los machos de su especie servirán para algo en el futuro.

El documental es La teoría sueca del amor y lo ha filmado un italiano, Erik Gandini. En España se estrenó dentro del festival DocsValència y este año también presenta Rebellkirurgen (El cirujano rebelde) que es, por decirlo de algún modo, un spin off del primero, que se estrenó en 2015 y ya está disponible en YouTube.

Soledad sueca

Lo que presenta este documental es muy deprimente. Habla de que cada vez más suecos optan por la soledad. De hecho, comienza con una mujer haciendo running por el bosque que asegura que no necesita a un hombre. Ostenta una buena posición económica y no necesita una pareja. Eso sí, luego busca en internet en una página de venta de semen cuál es el que más le gusta para comprarlo y fecundarse con él mediante una inyección vaginal.

El fundador del banco de semen es un tipo vocacional. Me temo que serán sus palabras, al margen del argumento del documental, las que se me queden grabadas para siempre. Dice que desde niño sintió fascinación por acumular el semen. Empezó a guardarlo en el congelador de casa, experimentando cómo conservarlo, e incluso le pidió espacio en el frigorífico a sus padres para seguir acumulando. Ahora tiene una próspera tienda online de semen .Un entrepreneur total.

Volviendo al asunto que nos ocupa, esta situación es resultado de unas políticas socialistas de emancipación que se promovieron en Suecia desde los sesenta. El gobierno intentó que los lazos afectivos entre las personas fuesen selectivos, es decir, que se pudieran escoger. Para ello, potenció la autonomía personal de cada individuo. El objetivo era que toda persona fuese económicamente autosuficiente y no se viera obligada a depender de nadie.

Ahora, siempre según el relato de Gandini, uno de cada cuatro suecos muere solo. Hay una agencia que se ocupa de estas personas, al menos para buscar a sus descendientes y comunicarles que han heredado. Llevan, así es el caso que se cita, treinta años sin hablar con sus padres. Pero las herencias son millonarias. Entran en la casa de un anciano que falleció solo y encontraron que tenía en el banco un millón de euros. Sin embargo, no tenían quien se diera cuenta de que ya no estaba en el mundo de los vivos. Pasan semanas hasta que encuentran sus cuerpos pudriéndose porque no tienen a nadie, están solos. Aparece el caso de un suicida que tardaron dos años en encontrarlo. Dice el forense que como seguía teniendo ingresos y todas las facturas domiciliadas, nadie se había dado cuenta de que faltaba.

Hacer cosas

De esta manera, sostiene el documentalista italiano, la mayoría de la sociedad sueca solo socializa a través de actividades organizadas. Ya sean los deportes o irse a buscar desparecidos, un hobby que se lleva a cabo en grupos y que ocupa a 25.00 personas en todo el país.

En una clase para la integración de refugiados, vemos que una profesora le explica los trucos para lograrlo a un grupo de personas que han huido de la guerra, la mayoría provenientes de países de cultura islámica, en los que se socializa de forma más parecida a la nuestra, la mediterránea, que a la del norte de Europa. Les dicen que si un día les preguntan si están bien, contesten con un sí o un no, que a los suecos les gustan ese tipo de respuestas, sin cháchara.

Desenlace

Tras retratar a una sociedad sueca que parece la antesala de un lujoso crematorio, le documental contrapone dos escenas. Una, la de una comuna de suecos que viven juntos para no perder el sentimiento de comunidad. Se tocan el culo unos a otros, hacen corros y se frotan despacito, con la palma de la mano, para hacerse ver que no están solos.

Y más interesante, el remate final lo pone un doctor sueco que vive y trabaja en Etiopía. El cirujano muestra cómo se las tiene que apañar para operar sin recursos. Emplea taladros de bricolaje, pinzas del pelo para obstruir el pene tras una operación de próstata y que no haya pérdidas de orina, etcétera.

El hombre cuenta que vivir entre los etíopes ha sido la experiencia de su vida, que si no habría pasado sus días preocupado por cómo apañaba el porche de su chalé o qué tipo de sauna instalaría.

La conclusión final es que, agárrense a la silla, como el estado sueco facilita la vida a todos los suecos, que resuelve todos sus problemas, estos no necesitan buscar ayuda en ninguna parte, ni vecinos ni amigos, y por eso acaban solos, deprimidos e incluso suicidándose, pero con todo resuelto.

Más viejo que la tos

Lo que trató de decirnos Erik Gandini no es nuevo. Los que menos tienen, tienen su comunidad, y los que más, pese a tener dinero, si pierden compañeros, no tienen nada que valga para nada. Son las mismas palabras de José Mujica en el documental que ha ganado el último Goya. La diferencia es que Mújica se refería a las consecuencias del capitalismo cuando deshumaniza a los trabajadores y no a un estado asistencial y menos a políticas que tienen como objetivo la autonomía del individuo para, entre otras cosas, liberar a la mujer y que la libertad no sea algo relativo. Como dicen en Aragón, Gandini lo que logró con su reportaje fue "hacer un pan como unas hostias".

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