LA BATALLA DE VALÈNCIA

La transición valenciana que recogió Valencia Semanal

23/06/2021 - 

VALÈNCIA. Entre diciembre de 1977 y junio de 1980 la publicación Valencia Semanal salió periódicamente todas las semanas. En sus páginas se leía una constante oposición al blaverismo y la extrema derecha violenta de València. Aquellos años eran también los de la Batalla de Valencia, el conflicto identitario que se desarrolló desde 1976 hasta 1981. Dicen del acontecimiento histórico que fracturó política y socialmente la Comunidad Valenciana. También que los rescoldos de lo que enfrentó a la sociedad valenciana durante la Transición española, siguen entre nosotros. 

El regionalismo popular de derechas chocó contra los postulados de Joan Fuster, defendidos por las élites universitarias, compuestas en gran medida por dirigentes de formaciones de izquierda. “Cuando una revolución es imposible corre el riesgo de convertirse en lo contrario: una reacción”, dijo el escritor de Sueca. Los orígenes de la Batalla de Valencia también se achacan al conflicto pergeñado por Unión de Centro Democrático (UCD) para deteriorar al PSOE. 

En agosto de 1978, los movimientos de ultraderecha depositaron un falso paquete bomba en la sede de Valencia Semanal. En la fachada del edificio apareció una pintada firmada por BPC (Ballester del Centenar de la Ploma) en la que se leía: «Cuidado, puerta 6, ¡catalanistes!». Ese mismo mes un paquete bomba estalló en la casa de Joan Fuster. Fuster escribió al respecto al atentado “No ignoro que entre mis compatriotas soy un personaje conflictivo. ¿Tanto? Quiero decir: ¿para merecer ese trato? Al fin y al cabo, lo único que he hecho en esta vida ha sido leer y escribir, que son operaciones notoriamente apacibles y que tienen la ventaja de ser enfrentadas al mismo nivel: el de la persuasión”.

Bombas en casas de dirigentes políticos, quema de banderas y libros, amenazas y tensión. Un popurrí de inestabilidad que hasta sufrió el alcalde de Valencia, Ricard Pérez Casado (PSPV-PSOE) durante la procesión cívica del Día de la Comunidad Valenciana de 1979.  

Valencia Semanal, la revista

En medio de ese clima conflictivo, el semanario editado por Amadeu Fabregat llenó los quioscos valencianos con 120 números publicados a lo largo de su corta vida. Tan solo treinta meses en los que Fabregat coordinó una revista incendiaria que se oponía a las ideas de los grupos violentos que con frecuencia atacaban la redacción y a sus trabajadores. Cuando el medio no tenía ni dos semanas de existencia, varias botellas con líquido inflamable estallaron en las instalaciones, ubicadas en la calle Doctor Sumsi. 

En De la il·lusió al desencís. La Transició valenciana a través de Valencia Semanal, el investigador Carles X. Senso Vila explica que la aparición del semanaria se produce cuando la democracia inicia su proceso de consolidación, pero bajo el peso de una gran cantidad de estructuras franquistas que afectan, como es obvio, a los medios de comunicación. “La censura vivida durante el régimen dictatorial se tradujo, ya en democracia, en un consenso sobre lo que se debía o se podía decir a los medios de comunicación, cosa que limitaba también eneromentente los márgenes de movilidad sobre los cuales se creaba el relato”. 

El 10 de diciembre de 1977 aparecía por primera vez el semanario con Ernest Sena como administrador de la publicación, José Luis Guardiola Gilabert y Francisco Carrasco como gerentes. Al tiempo, Pilar López se convirtió en directora. En sus palabras, Valencia Semanal fue “una isla en un mundo de información muy sesgada y falsa. Se convirtió en un referente de la libertad de expresión, de la lucha por la democracia en unos momentos muy difíciles. Fue una publicación valiente, muy amenazada y perseguida por la extrema derecha (denuncias, amenazas a las empresas que le daban apoyo con publicidad, coacción personal…)”. 

Durante los primeros números de la revista, se percibía el carácter autodidáctico de muchos de los periodistas que en ella participaban y que hoy son profesionales reconocidos. Amadeu ejerció sobre ellos una labor didáctica que contribuyó a su formación periodística y vital. Entre las firmas, figuran Josep Vicent Marqués, Rosa Solbes, Josep Lluís Torró, Rafael Ventura, Lluís Sirera, Carmen Raneda, Ferrán Belda, Javier Valenzuela, Miguel Ángel Villena, Jesús Sanz, Salvador Barber, Enrique Cerdán Tato, Ernest Lluch, Toni Mestre, Josep Piera, José Manuel Gironés, Montserrat Roig o Pere Miquel Campos.

Un contenido para acercarse a la creación de la identidad valenciana

El contenido de la publicación abordaba asuntos políticos locales, nacionales e internacionales; sociales, tanto de reivindicaciones obreras como de igualdad y derechos lingüísticos. La revista contaba con secciones de humor y un amplio análisis cultural. En la sección La peineta rebelde, dedicaban varias páginas a la sátira política y social. 

Una de las denuncias más importantes que recibió el medio fue por la publicación de varios fotogramas de Emmanuelle, la película francesa erótica de 1974 dirigida por Just Jaeckin. El fiscal del caso consideró las imágenes como una atentado para la moral, las buenas costumbres y la decencia pública. El incidente, casi anecdótico, reseñaba el ánimo rompedor y contracultural del Valencia Semanal, donde también se leyeron entrevistas a músicos como Lluis Llach, al que le extrajeron declaraciones hoy en día impensables como “Los valencianos deberían colonizar Cataluña” o “la democracia occidental no es mi ideal”. 

A mediados de 1979, Valencia Semanal fue vendida al PSPV-PSOE con la intención de que la organización política evitara su cierre por su situación económica, que tenía más deudas que beneficios. Pese al movimiento, no pudo garantizarse la continuidad de la publicación y en junio de 1980 se despidió de una sociedad que encontraba en el semanario una opción alejada del conservadurismo de los medios que lideraban el mercado de la información en tierras valencianas.

Valencia Semanal supuso un experimento periodístico sin precedentes en el mundo de la información editorial. Como apunta Senso Vila, “Luchó con convicción por la libertad de expresión y la adquisición de un Estatuto de Autonomía con plenas competencias a través de las reivindicaciones nacionales de un país en formación que, por primera vez en décadas, se situaba al frente de las reflexiones de su gente, de sus intelectuales. Unos intelectuales, una prensa que nutriéndose de los parámetros gramscianos, apostó por ofrecer centralidad a los grupos subalternos en la integración del pasado y en la configuración del presente y el futuro, en detrimento de las élites políticas y económicas, tradiciones protagonistas en los relatos historiográficos. Un medio de comunicación, además, convencidamente democrático en tiempos de dudas y ambigüedades que repensó el País, su sociedad y su historia y diseñó casi clandestinamente, un producto contracultural, atendiendo al discurso hegemónico, necesario para entender las claves y los secretos de la política valenciana como elemento representativo de la población”.