Un hogar para Simone Fattal
El IVAM explora la idea de narración en Suspensión de la incredulidad, la primera exposición en España de la artista
El museo valenciano explora el trabajo de mujeres artistas en España y Portugal en los inicios de la democracia
VALÈNCIA. Más de medio siglo hace que los restaurantes de Lisboa se convirtieron en el testigo silencioso de la creación de Nuevas cartas portuguesas, lugares que acogieron las reuniones periódicas en las que Maria Isabel Barreno, Maria Teresa Horta y Maria Velho da Costa compartieron reflexiones y dieron forma a un texto colectivo con el que retaron a la sociedad de la época. El libro, que cuestiona de una forma compleja la condición de la mujer en la sociedad portuguesa de entonces, fue publicado en 1972, en plena dictadura de Marcelo Caetano, sucesor de Salazar, una obra que fue considerada en su tiempo como pornográfica y calificada como un atentado a la moral pública. De hecho, fue censurada y ellas, conocidas más tarde como ‘Las tres Marías’, procesadas.
Dos años después de su publicación llegaría la Revolución de los Claveles y, con ella, el inicio de la democracia en Portugal, que llevó a su absolución. Al otro lado de la frontera, una España también sumida en la dictadura, en este caso bajo el yugo de Francisco Franco, un país que finalmente encaró su ansiada Transición tras la muerte del dictador. Fue en esos mismos años setenta en los que, a un lado y otro de la frontera, se dio el paso definitivo para instaurar las democracias que hoy conocemos, dos países unidos por hilos invisibles, no siempre evidentes, y con una historia que todavía tiene relatos por revelar.
Entre esas cuentas pendientes, como en tantas otras sociedades, la de bucear por la producción artística de aquellas creadoras condenadas a los márgenes por el hecho de ser mujer, autoras sin las que la Historia -del Arte- está, sencillamente, incompleta. Esas Nuevas cartas portuguesas son, pues, uno de esos destellos de luz en un momento de oscuridad, un texto que pone en valor ese “poder con el que saltamos juntas”, tal y como reza uno de sus pasajes, y que hoy sirve de título para la nueva exposición que presenta el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM).
El museo abre sus puertas esta semana a El poder con el que saltamos juntas. Mujeres artistas en España y Portugal entre la dictadura y la democracia, una exposición que nace con el objetivo de explorar de forma conjunta el trabajo de estas creadoras en los convulsos años 60 y 70, una mirada que pone el foco en los relatos globales y, también, en las particularidades, no solo de España y Portugal con respecto al resto de Europa, sino también de la propia escena artística de cada país. “Las primeras historiadoras del arte feministas fueron americanas y británicas y, muchas veces, cuando se aproximaron a la Historia del Arte tomaron como modelo sus países, pero no en todas partes se desarrolló de la misma forma y con la misma agenda”, explicó Patricia Mayayo, comisaria de la muestra junto a Giulia Lamoni, durante la presentación de la muestra.
Efectivamente, esa contraposición con el relato anglosajón es un pilar fundamental para explicar la escena cultural de la época, unas miradas a Londres o Nueva York -también París- que las dibujaban como puntos de referencia y de encuentro pero que no dejaban de ser escenarios distintos a los de Lisboa o Madrid. Así, las comisarias subrayan como una de las principales diferencias la tardía llegada de la segunda ola feminista con respecto a otros países occidentales a causa de la represión de ambas dictaduras, así como una batalla contra los regímenes totalitarios que también habría opacado en gran medida los discursos feministas.
“El objetivo político fundamental era la lucha contra la dictadura y, muchas veces, las demandas de las mujeres quedaron en un plano secundario […] De hecho, en movimientos de lucha contra la dictadura se reproducían muchas veces los patrones patriarcales que la propia dictadura había propiciado, lo que hizo que hubiera una relación más ambigua con el término feminista”, relata Mayayo. En este sentido, señala Lamoni, esto hizo que la propia palabra fuera evitada para evitar generar una “brecha” en las reivindicaciones, hasta el punto en el que uno de lo pocos ejemplos de exposiciones protagonizada solo por mujeres artistas, en Lisboa en 1977, reflejaba explícitamente en su catálogo que no era feminista.
Con todo, esta exposición nace para hacer hincapié en esos relatos cruzados entre España y Portugal, una investigación que reivindica el trabajo de 58 mujeres artistas y la dimensión poética y política de su obra, una dimensión que sí, tiene hilos comunes, pero también es diversa en formas y contenidos. “Cuando examinamos la producción de estas artistas constatamos que no todas se ocuparon de reflexionar sobre la condición femenina, pero muchas de sus obras en esos años tenían que ver con temas cercanos a la agenda feminista como la división sexual del trabajo, la construcción de roles sociales, la maternidad, la domesticidad, el encuentro y disfrute del propio cuerpo, pero también una mirada crítica a la sociedad de consumo”, subrayó Sonia Martínez, directora adjunta del IVAM, durante la presentación.
Así, las obras que acoge la exposición muestran un amplio abanico de medios y estilos que abarcan desde “la abstracción al arte normativo, el realismo tradicional, el pop art y el realismo crítico, el conceptualismo o el neodadaísmo”, a través de cerca de dos centenares de piezas de artistas de España o Portugal o que formaron parte de la escena creativo de estos países. En esta rica fotografía de las escena creativa de los 60 y 70 el visitante descubre la poesía concreta de Elena Asins en diálogo con objetos de cerámica de Salette Taveres, instalaciones de Graça Pereira o Eva Lootz, los detergentes y botes de conserva intervenidos por Emília Nadal o Isabel Oliver, la irónica ‘Tetapop’ de Ángela García Codoñer, obras performativas de Esther Ferrer o la serie ‘ChupaChups’ de Grancinda Candeias. Este relato plural crece de la mano de otras firmas como Ana Hatherly, Ana Peters, Àngels Ribé, Concha Jerez, Helena Almeida, Juana Francés, Lola Bosshard o Soledad Sevilla, que dan forma a un recorrido que incluye algunas piezas que llevaban décadas sin ser expuestas, obras con las que entre unas y otras dieron un salto al futuro.
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